Cuando era una niña chiquitita – obviamente, hace media hora– creía que las palabras eran mágicas, un instrumento para la creación de conjuros y que sus vibraciones eran capaces de producir alquimia pura. Desde convertir a un príncipe en sapo, hasta curar enfermedades.
Ay, no lo nieguen, confiesen, levanten la manita si alguna vez su madre, su tía o su nana les cantó el consabido: “sana, sana, colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana,” mientras soplaba profusamente y aplicaba Merthiolate en el raspón, cortada o trancazo que se hubieran recetado vía la absoluta estupidez…
O cuando les daba hipo, a poco nunca les dijeron el: “El niño Dios cuando nació, hipo le dio y con tres traguitos de agua se le quitó”, seguido del “Tómate esta agüita mijito / mijita, y verás que se te quita”. ¿Lo más genial? ¡Sí se nos quitaba!
Luego también están las oraciones con las que pretendemos a encomendarnos al poder supremo en el que sea que creemos, no me malentiendan, mi acercamiento a las oraciones tiene que ver con lo que la mayoría de la gente, la urgencia de creer en el algo, superior a nosotres, que además tenga “palancas” en el cielo, con San Pedro, Yisus, Kali, Mahoma, Fátima y un larguísimo etcétera, onda “nepotismo celestial”, hasta prometen novenas y de más cuestiones con tal de “Ay, Diosita, (dejaría de ser feminista si me encomendara al patriarcado), si me destrabas este problemita, yo te prometo que ya me porto bien, dejo de andar de ojo alegre y además lavo la ropa dos semanas seguidas, en lugar de mandarla a la lavandería.
Ahí las palabras también tienen su propia forma de hacer magia, “intercesión divina” le llaman, yo creo que es tener tu Diosito de cabecera y esperar que te “haga el paro”, aunque otras personas le llamarán milagro.
Aunque hasta hoy, no he visto mejores milagros que los hermosos poemas provocados por el amor, el desamor, la guerra, el dolor ajeno y la vida misma.
Creo firmemente que la palabra tiene el superpoder de hacer temblar galaxias enteras, y si no, a ver, ¿Por qué los talibanes agredieron a Malala? ¿Qué les iba a hacer una niñita con una pluma y un cuaderno?
Físicamente, tal vez nada, pero esa niña con sus palabras mueve universos, ganó un Premio Nobel y será recordada en la historia por su valentía, soñar con estudiar y romper sus cadenas donde estaba prohibido.
Tal vez por eso desde que era una niñita reconozco ese hermoso poder piromaniaco dentro de las letras, las palabras y los textos.
Tal vez por eso vivo escribiendo, para dejar testimonio de todo lo que mis ojos miran y mis oídos escuchan. ¿Llegará el día en que lo comparta? Seguramente, con un par de orejitas que sepan guardar silencio.
Mientras tanto me deleito en mi nula emisión de sonidos y en la sonrisa torva que vale más por lo que hoy calla, que por lo que divulga. Las historias, los sueños y uno que otro enredo. ¿Me iré a la tumba con ellos? Probablemente, o quizá no, ¿Quién podría decirlo?, ¿Quién podría saberlo?
Mientras tanto, no teman. La discreción es mi fuerte y si no que la nación me lo demande, hasta la ternura, siempre…
P.D. Ustedes, ¿También guardan secretos? Cuéntenme en @palomacuevasr
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TAR