De estirpes y herencias

De estirpes y herencias

Las Ítacas

De estirpes y herencias

Paloma Cuevas

Paloma Cuevas
Junio 7, 2025

“…Aquélla fue la primera ocasión, de muchas, 

en que sería testigo de violencia y muerte, 

en que la sangre mancharía mis vestidos 

y el horror lastimaría mi corazón…”

Isabel de Moctezuma, 

Ixcaxóchitl Tecuichpotzin

De estirpe guerrera

Bertha Balestra

Itacenses de mi corazón, en esta ocasión vengo con gran gusto a recomendarles una obra maravillosa; De estirpe guerrera, de la pluma privilegiada de la maestra Bertha Balestra*, una enamorada de México, su cultura y su historia. Debo confesar que mientras escribo me doy cuenta de que conforme he ido envejeciendo me he vuelto más parca con las palabras y es que estar frente a una obra de este nivel, no puedo menos que reconocer la maestría en que Balestra entrelaza las historias y nos lleva de la Nueva España a Flandes, Zacatecas, Sevilla, Madrid, Sicilia, Génova, un hermoso paisaje de etcéteras y de regreso sin sentir apenas el cansancio, ni el peso treinta y un años que transcurren a través de los relatos que de manera cotidiana van dando forma a la historia de nuestra mexicanidad.

Mientras doña Isabel Moctezuma, uno de mis personajes favoritos de la historia, conocida también como Ixcaxóchitl Tecuichpotzin – la única hija del huey Tlatoani Moctezuma que sobrevive a la caída de la Gran Tenochtitlán– llega al final de su vida, hace un recuento de memorias junto con su querida cuñada Remedios (Atotoztli), madre de Ángel Ahuizotl, por cuyas venas corre sangre de la estirpe nada menos que de guerreros aztecas y de Andrea Doria, el único católico genovés a quien los moros temían en los campos de batalla.

Armado de un linaje de tremendo tamaño y con la escisión que supone ser mestizo, amar y odiar al mismo tiempo la sangre que corre por las venas, recorremos los horrores que la guerra deja en los seres humanos, desde la concepción de las mujeres como simples monedas de cambio, utilizadas como alforjas para saciar los más viles deseos de los invasores si eran mujeres originarias de estas tierras o como patrocinadoras de viajes de expedición gracias a sus dotes para hombres a quienes poco les interesaban y las utilizaban para expandir, poder, dominios y riquezas a costa de las vidas de otras personas.

La autora a manera de los navegantes genoveses – está en su ADN– recorrió la mayoría de los lugares mencionados en esta historia cuyo personaje principal es para mí la naciente mexicanidad, a través del caldo de cultivo vivo y en movimiento que es la humanidad misma.

Ser mexicanos hoy no puede decirse sin remontarnos a una historia en donde la religión, la guerra, la ambición, la crueldad, los temores, las supersticiones, la sangre, el fuego y la esperanza misma tienen lugar sin poder desentenderse unas de las otras. Este archivo de nuestro linaje mismo apela al reconocimiento de nuestra identidad, que a manera de péndulo va del amor al odio y de regreso, al reconocer las bajezas de las que en muchas ocasiones nuestras madres y abuelas han sido objeto, así como sus madres y abuelas desde el principio de los tiempos.

La eterna búsqueda de una paternidad identificada como agresora en muchas ocasiones y la formación de “el mexicano” como fuera concebido por Samuel Ramos y Octavio Paz, es por momentos desmentida por el inmenso orgullo de quienes reconocen en Ángel al sucesor de los que tenían el derecho de la palabra y la acción.  

Personajes tales como los reyes de España, Fray Juan de Zumárraga, Don Antonio de Mendoza y hasta Miguel de Cervantes Saavedra conviven de manera incidental en esta historia y nos muestran que la guerra es siempre un error donde quiera que ocurra y retomar este momento en que Cuauhtémoc cuestiona a Atotoztli diciendo: “¿Qué saben de honor y guerra las mujeres?”, para recibir esta respuesta airada: “Parimos y alimentamos a los que la hacen, y tomamos el mando en caso necesario, como tu abuela Atotoztli, que reinó mientras su hijo Axayácatl se hacía hombre.” Y de aquí recordar a todos aquellos que alguna vez lo olviden: Antes que patria conocimos Matria, y al final de nuestros días regresaremos a ella, que sea el amor el que guíe los pasos. 

Me despido con el grito de combate de los guerreros mexicas, que a partir de hoy será mi grito de vida: ¡Axcan quema, tehuatl, nehuatl! ¡Hasta tu muerte o la mía!

*Bertha Balestra; escritora, promotora cultural y cronista de la Ciudad de Metepec durante 15 años. Es egresada de la Universidad Iberoamericana (1978), diplomada en Historia socio-política de México (2009) y en Raíces de la Mexicanidad (2014) por el Colegio Mexiquense, A.C.

PAT

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