Un día eres joven.
Un día eres joven, tienes ilusiones.
Un día eres joven, tienes ilusiones y sonríes.
Un día eres joven, tienes ilusiones y sonríes, pero la estupidez humana es histórica y es mucho más grande y eterna que tu juventud y arrasa con todo.
Y parte del todo con el que arrasa, es la posibilidad de la paz, aún la de la paz ficticia, esa en la que vivimos la mayoría de los seres humanos. Sin embargo, eres joven, tienes ilusiones y a pesar de la guerra, esa que llega desde la bota abusiva de la animalidad sigues sonriendo, porque como alguien muy sabio me dijo un día, “el ser humano, la programación del ser humano desconoce de hambrunas, guerras y huelgas, el ser humano se desarrolla integralmente, sí o sí, como las enredaderas, ha de buscar el humor, el amor, los sueños y las sonrisas.”
Y así tú, Fatima Hassouna, con tu juventud y tus sueños de 25 años y tus locuras, tus risas y tus esperanzas, porque a pesar de lo insensato del conflicto, tú tienes razones para sonreír y aún para declarar: “si muero, quiero una muerte clamorosa”.
Y lo lograste. “¡Al cliente lo que pida!” Parece contestar siempre la vida.
Durante los últimos 18 meses, la fotoperiodista Fatima Hassouna, cámara en mano se dedicó a contar las historias de aquellos que de manera cotidiana soportan el asedio de la guerra en Gaza. Reconocida por llamar la atención del mundo a través de compartir sus escenas e imágenes de dolor, luto, desplazamiento, sobrevivencia y resiliencia entre algunos de los horrores de la guerra y destrucción de su mundo, el mundo que conocía cayéndose en escombros y ella deteniendo los minutos en imágenes que compartía allende las fronteras.
De cualquier manera, hizo una petición que he decidido honrar en mi metro cuadrado de influencia. Fatima pidió: “No quiero ser noticia de última hora, ni un número en un grupo, quiero una muerte que el mundo escuche, un impacto que permanecerá a través del tiempo, y una imagen sin tiempo que no pueda ser enterrada por el tiempo, ni en un lugar,” así escribió en agosto de 2024, tal vez sea el hecho de que si me hija hubiera nacido hoy se llamaría Fatima Sabelle, o el de que tal vez tendría 24 años, o que el sinsentido de la guerra debería hacernos abdicar de nuestra “condición humana”, mientras el mundo calla.
No lo sé.
Simplemente he decidido recordar que hoy hace un mes y un día que Fátima no está más con nosotros y de que a pesar del terror dejó un legado para quienes permitieron su muerte y para quienes la asesinaron, el documental Put your soul in your hand and walk, (Pon tu alma en tu mano y camina), en el que la cineasta iraní Sepideh Farsi quien la conoció a través de refugiados palestinos en El Cairo, y al saber de su labor, decidió filmar un documental sobre su vida.
Es en esta obra que podemos observar conversaciones por video entre Farsi y Hassouna, mostrando la cotidianidad y los sueños de Fatima, atrapada en la guerra.
La muerte la alcanzó, pero ella sabía de alguna manera que su partida no sería ignorada. Su deseo se cumplió de una forma agridulce. A los seres humanos les gustan los finales de película, pero ¿es acaso justo que los jóvenes sean asesinados de este modo?
Lo que es cierto es que FATIMA y su historia seguirán inspirando a periodistas y activistas en todo el mundo.
¿Qué será lo que se necesita para entender? ¿Cuánta sangre más? ¿Cuántas muertes más? Unas horas antes se había enterado de que su obra iba a ser presentada en el Festival de Cannes, para beneplácito de esa alma que vivía en sus manos y su mirada.
Segundos, minutos, horas después de ese momento de felicidad, Fatima y cinco miembros de su familia, incluyendo a su hermana embarazada, fueron asesinados en un bombardeo aéreo más, uno más, solo que esta vez ella no pudo documentarlo.
PAT
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