Queridos Itacenses que hoy me regalan su mirada y su tiempo, bienvenidos sean a nuestro espacio común. Les invito a poner nuestra atención en tres lugares distintos, espero podamos hacerlo en conjunto.
- De la extranjería: como ya lo saben yo no nací en el Estado de México, soy originalmente y muy orgullosamente chiapaneca; sin embargo, desde hace 25 años agradezco la hospitalidad de esta tierra, que me vio renacer, sumarme a sus actividades y en donde hago todo lo mejor de lo que puedo sé hacer poniéndolo al servicio de su gente, para corresponder el espacio que me han dado, aquí he desarrollado mi carrera profesional y mi vida, a la par. Aquí nacieron mis hijos y aquí he publicado mis libros.
Debo confesar que me sentí extranjera el primer año y luego recordé que quien había llegado había sido yo, que me tocaría aprender los usos, las costumbres y volverme parte. Así ha sido, ya hasta le voy al Toluca, me gusta el chorizo, la garañona y disfruto de celebrar la Feria del Alfeñique.
Creí que nunca volvería a experimentar la sensación de indefensión que la extranjería provoca.
Sin embargo, hace tres meses por una situación personal me tocó migrar de Metepec a Toluca, cualquiera diría “Ay, las escritoras y sus dramas, solamente son entre 10 y 15 minutos de distancia,” pero no es así, fueron 25 años de habitar en una zona, de ubicar a ciertas personas, de conocer desde la recaudería, hasta saludar a la señora que corta el cabello y conoce bien.
Hoy, después de tres meses y tener achaques en una pierna, producto de un accidente, le pedí a mis hijos que me acompañarán, por segunda vez desde que vivimos por acá, a comprar mi recaudo a un mercadito sobre ruedas que se pone a dos o tres cuadras de casa, saludar a las señoras mayores que reciben con una sonrisa, escoger la fruta y la verdura, sus colores y olores. Saber que ya se cuenta con un marchante de confianza y hasta comprarle las galletas y el rompope a las monjas del convento, ha comenzado a darme certezas. Seremos felices aquí.
- De los crímenes de lesa humanidad, hablar de comida y sentir de inmediato la punzada en el estómago al saber que hay una franja al otro lado del mundo donde hay personas muriendo de hambre por la negativa de otros que se hacen llamar personas, de enviar o permitir el envío o paso de la ayuda humanitaria, es por supuesto un crimen de lesa humanidad.
Recordar el tremendo texto del pastor luterano Martin Niemöller:
Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío.
Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre.
—Martin Niemöller
Lo que nos humaniza, lo que nos hace personas y no solo cachorros de seres humanos es usar nuestra voz, nuestros recursos y nuestra memoria a favor de los valores que no permitan nuevos holocaustos…
Ustedes, ellos, un gran nosotros, piénsenlo…
- De hipocresías, tras 20 años de mantener a Israel Vallarta privado de la libertad y todas las irregularidades que eso implica, tras la publicación del libro “El teatro del engaño” de la periodista belga Emmanuelle Steels que dejaba en claro lo “extraño” del asunto, y de todo el montaje alrededor, ¿quién tendrá la cara para contestar al y los agraviados que aún permanecen en prisión? Y los que permanecieron callados sabiendo que era una injusticia, recordarles que eso se llama complicidad por omisión.
¿Qué tal andan de insomnio?
Que la vida nos regale momentos de certeza, amor y paz. Que sepamos sembrar para cosechar y si no, que la nación nos lo demande. Hasta la ternura siempre.