De los artefactos inteligentes y la imbecilidad humana…
Hace unas cuantas horas mientras caminaba las calles de Toluca de Lerdo con uno de mis hijos llegó a mi bandeja de WhatsApp este encabezado de uno de los periódicos de mayor circulación nacional en México:
“Irán lanzó una ola de drones contra Israel, los cuales tardarán varias horas en llegar, de acuerdo con el Ejército israelí.” Al leer el texto, no pude menos que pensar: “hasta donde ha llegado la inteligencia, – programación, intuición, llámenle como prefieran, – de los dispositivos no tripulados, y hasta dónde ha llegado la estupidez del ser humano, que tras una pandemia que ha dejado grandes pérdidas humanas, no parece que cierta parte de la humanidad – a la que benefician las guerras y que actúan desde el privilegio que oprime y para la que al parecer las vidas humanas no tienen valor alguno.
Escuchar esas notas y saber que ocurren a miles de kilómetros de distancia, podría hacernos sentir seguros y en paz, tal vez, si tan solo no escucháramos el resto de las noticias que ocurren todos los días.
Un menor de edad fue alcanzado por una bala en un enfrentamiento, en Michoacán, en un estado a unos cuantos kilómetros de donde caminamos hoy. De un lado la “nueva” Plaza de los Mártires de Toluca que ha visto pasar tantas cosas desde tomas de protesta, hasta la creación de una catedral, a aquellos otomites que hace cientos de años iban a la misa a la tercera puerta del Convento Franciscano, mientras del otro lado de la calle los peninsulares y los criollos asistían a los servicios religiosos en la Iglesia del Carmen, en aquel entonces hasta ahí llegaban los límites de la ciudad, flanqueados por un lado por el Cerro del Toloche y por el otro por el Cerro de Coatepec, quien se atreviera a entrar a la ciudad debía hacerlo con zapatos, so pena de ser escoltado afuera en caso de no cumplir con esa consigna que demostraba el nivel de elitismo y discriminación.
Del otro lado de la calle se erige el Palacio de Gobierno, veo la manifestación a favor de personas privadas de la libertad que presumen inocencia.
¿Es que acaso en estos días en este mundo queda alguien inocente? ¿Qué es la inocencia? ¿Qué nos la arranca? ¿Qué será de aquellos que son engullidos por la crueldad y la maldad de los sistemas que los miran como productos utilitarios, utilizables mientras sirven y después completamente desechables?
Miro la calle, por ahí circulan los autobuses, con familias enteras arriba, veo los carros último modelo, – ¿cómo le hará ‘esa gente’ para pagarlos? – Veo también los uber, los taxis, las bicicletas y una que otra motocicleta con facha de “moto-ratones”, aprieto mi monedero y espero a que el verde me permita cruzar la calle, del otro lado veo el hermoso Museo de Bellas Artes, le escribo a Patricia Fierro y le pregunto por el nombre de la exposición que se encuentra ahora abierta al público, me dice que se llama: “Convergencias artística”, pienso, ojalá los seres humanos fuéramos mayormente convergentes y un poco menos dados a lanzar misiles, a matar a los hijos de los otros, a ser más nosotros.
El semáforo está en verde, cruzo la calle.
Decido visitar mañana la exposición, miro los ojos color miel y oro de Tadeo, mi hijo me mira.
Sonrío, tal vez aún hay esperanza en el mundo. Sigo caminando, mientras haya pasos bajo mis pies, seguiremos haciendo como dijo aquel: “camino al andar…”