De mujeres odiando a otras mujeres

De mujeres odiando a otras mujeres

Las Ítacas

Paloma Cuevas
Agosto 24, 2025

Dicen por ahí que “no hay peor enemiga de una mujer, que otra mujer.” No me malentiendan sé que desde antes de nacer yo traía mi número de folio feminista y mi credencial de militante contra el patriarcado, sin embargo, es un dicho que he escuchado hasta el cansancio. De hecho, un novio Jesuita que tuve, – sí, señoras, señores y señoros, un novio jesuita, sacerdote, ¡amo cuestionar lo establecido! Se sabe – me decía que me alejara de “ciertas mujeres”, porque “una mujer intoxica a otra mujer”, está de más decir que la relación no prosperó por dos razones: una, no me late alguien que pretenda ponerle “el cuerno” a Yosito, no traigo ganas de pasar la eternidad con LUCY-FER y dos, porque con ese pensamiento no íbamos a llegar ni a las nieves de la Elite, ni aunque fuera por mi favorita (de mezcal con higo).

Siempre había tenido serios cuestionamientos al respecto de esta propensión a buscar la enemistad entre mujeres, ¿Por qué nos quieren aisladas? ¿Cuál es la ganancia secundaria en la generación de suspicacias y la eterna competencia entre mujeres? ¿Alguna vez ganará la doceava copa el Toluca? No lo sé, puras cosas que honestamente me había dado flojera contestar, hoy el tiempo me ha dado la oportunidad de hacer un análisis profundo y aquí están los resultados.

¿Por qué ciertas sociedades –la mayoría de ellas– buscan que las mujeres nos odiemos entre nosotras? Es muy simple. Porque entonces no podremos confiar en las otras mujeres y eso nos deja con solo una fuente de validación, la que los hombres puedan o no darnos, enfrascándonos en una situación sistemática que premia a la obediencia. Inevitablemente y de inmediato pienso en los perros de Pablov, y el tema de la salivación: Educación conductista, haz lo que quiero y te premio. Haz lo que quieras y te castigo.

Nuestro valor ha sido dado a lo largo de la historia por medio de la ley de la oferta y la demanda, al más puro estilo del objeto vendido al mejor postor, si no, revisemos el marketing mundial. ¿Cuál es el cuerpo que se expone en todos los anuncios? Uno que cumpla con la heteronorma patriarcal en donde la mujer pierde humanidad y se convierte en producto consumible, en caso de no ser así, la opción es ser proyecto a tasajear hasta que se producen mujeres en masa con características similares que pierden toda identidad en pos de ser aceptadas. Y, ¿quién iba a validar esta salvajada? Pues un sistema enfermo, que castiga los cuerpos que se atreven a envejecer, que silencia las voces que se atreven a disentir y que por supuesto no toma en serio las necesidades de más del 50% de la población mundial. En ese mundo donde se enseña a las mujeres a ser deseadas, pero jamás reconocidas, esos hombres que son parte del mismo sistema validan a las mujeres congeladas en el tiempo, esas que terminan por perder toda expresión facial en la búsqueda de una juventud eterna e imposible, mientras sus compañeros se dan el lujo de encanecer, envejecer e impotenciar

Recuerden mujeres maravillosas, valiosas, importantes, entre más nos hacen dudar de nosotras, odiarnos, envidiarnos, y mucho más, competiremos por una atención que nunca será realmente significativa, porque disfrazarnos para existir en un mundo que nos recorta, nos achica y nos silencia no valdrá jamás la pena.

Las mujeres sabemos desde el principio de los tiempos que nuestra unión asusta a los que se benefician de nuestra explotación. Tenemos a los hijos, cumplimos con los trabajos, las obligaciones, pero no contamos con los mismos privilegios, aún ahora. La lucha sigue hasta que todos los derechos en la práctica sean nuestros y si no que la nación nos lo demande. Hasta la ternura, siempre…

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