Queridos Itacenses, existen pocas cosas que me parezcan tan inmensas y sorprendentes, como la capacidad que tenemos las mujeres para amar, crear, reproducirnos, “cocinar” a un ser humano, y a veces a más, en nuestros úteros y además, alimentarlos, educarlos, criarlos y todo eso mientras trabajamos, en condiciones desiguales y con la brecha salarial que todos, todas y todes conocemos, somos precarizadas, además de encontrar cientos de impedimentos para avanzar profesionalmente y estudiar, soportamos al patriarcado sobre nuestros hombros, sobreviviendo a violencias machistas y cobardes, en muchas ocasiones.
Este texto está dedicado el día de hoy a todas las mujeres que a pesar de conocer todo lo anterior desde un inmenso amor, desconocimiento, ignorancia, valentía o inconsciencia decidimos dar vida, maternar y por supuesto también amamantar. El viaje comienza desde el momento en que el o la ginecobstetra grita en el quirófano: ¡es una niña! A partir de ahí muchas cosas están dictadas y se generan expectativas específicas en la familia que recibirá en su núcleo a una nueva persona con sexo asignado mujer.
A partir de ahí el color rosa, la conducta dulce, suave y “femenina”, será la que dicte lo que “debería ser”. La construcción de esa nueva niña que ha venido al mundo y que escuchará opiniones todo el tiempo, sobre su forma de hablar, reír, sentarse, sus gustos, sus acciones, su conducta y por supuesto, su cuerpo,ese terreno que pareciera pertenecer a todo el mundo, menos a ella, del que aprenderá a sentirse insegura y si la sociedad triunfa sobre el amor propio, hasta a odiarlo y modificarlo para el placer de los demás.
¡Sí malditos implantes, hablo de ustedes!
En el tema del cuerpo las glándulas mamarias, (tetas, bubis, chichis) juegan un papel fundamental para el estereotipo femenino, y las niñas lo sabemos, tan pronto pasamos a quinto grado de primaria, comenzamos a esperar y desesperar por su aparición.
Y luego ¡la hecatombe!
Llegan y no estamos conformes, si son muy grandes, muy pequeñas, muy incómodas para dormir, una vil mentira, no son una ganga, con ellas y la menstruación comienza un nuevo periodo. Un verdadero rito de paso.
Comenzar a intuir que esta llegada nos cambiará la vida, pueden estar ahí y podemos seguir jugando con las Barbies, pero ya nada es igual.
Aprender a poner todo en su lugar y después de que no eran más que un instrumento aspiracional para ser las más vistas, convertirlas en un adminículo erótico por y para el placer. Luego la fertilidad y su función en la reproducción. Nos convertimos en un banco inagotable de alimento y nutrición que se utiliza a discreción.
Desconocer nuestro cuerpo tras el “hermoso evento” de la maternidad, olvidarnos un poco de nosotras, redescubrirnos, reerotizarnos o cancelarnos. Y más tarde morir de miedo al cáncer de mama. No estamos acostumbradas a tocarnos, y aquí la invitación es a amarnos más allá de toda medida y a palpar y disfrutar nuestros cuerpos para llegar a tiempo y evitar diagnósticos fatídicos.
Que las mujeres nos sepamos y adoremos como Diosas. Y si no, que la nación nos lo demande, para todo lo demás existe la CreditCard…
PAT
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