Delfina Gómez: la maestra que gobierna el corazón político del país

Jorge Chávez Mijares | Demoscopia Digital

Cuando Delfina Gómez Álvarez asumió el poder en el Estado de México, algo más que una gubernatura cambió de manos: cayó un bastión histórico del priismo y comenzó una era inédita. La primera mujer en gobernar la entidad más poblada del país, lo hizo desde la docencia, no desde el cálculo político. Y lo hizo con la sencillez de quien cree más en el deber que en la retórica.

En mayo, el estudio de Demoscopía Digital coloca a la gobernadora morenista de 62 años con una aprobación del 62.6%, ligeramente superior a la de abril (61.8%). Los números revelan una aceptación estable y positiva, aún en una plaza compleja, heterogénea, marcada por años de rezago, desigualdad y estructuras de poder enquistadas.

Delfina gobierna sin alardes. No necesita alzar la voz para hacerse notar, ni confrontar para dejar huella. Su estilo es calmo, incluso austero, más cercano a una reunión de padres de familia que a los mítines encendidos. Y quizá por eso ha conectado con una parte del electorado que se hartó de las élites doradas y las promesas huecas.

En poco tiempo, ha comenzado a poner orden. Su administración ha priorizado la atención a los sectores más rezagados, la transparencia en el gasto y la coordinación con el gobierno federal. El reto es monumental: transformar estructuras históricamente dominadas por intereses ajenos al bien común. Pero ella no se amilana; lo enfrenta con la disciplina de quien ha educado generaciones y conoce la paciencia del cambio duradero.

El Estado de México, por su tamaño, complejidad y relevancia electoral, siempre ha sido una maquinaria política más que una entidad gobernada con cercanía. Delfina rompe ese molde. Llega desde abajo, sin apellidos ilustres, con la autoridad que da una carrera hecha en el aula y en la comunidad.

Que su aceptación crezca, aunque sea lentamente, es señal de que la gente reconoce en ella a alguien distinto. Una figura que no encaja en los cánones del poder tradicional, pero que puede escribir un capítulo distinto para millones de mexiquenses.

En la tierra de los caciques, una maestra gobierna. Y lo hace con voz suave, pero con rumbo firme.