¡Detengan el mundo, me voy a bajar!

El control en la vida es por definición: una situación de equilibrio en la que las decisiones van de la mano con las realizaciones, se supone que todos debiéramos en circunstancias ideales ser capaces de tener el control en nuestras vidas… ¡Se supone! 

Siempre se me ha facilitado poner las piezas de mi vida en su lugar, organizar y acomodar las cosas de tal manera que lo que me incomoda se resuelva, toda la vida hasta hace diez años en que el descontrol hizo su aparición.

Y es que eso de decidir la maternidad siempre estuvo postergado. (Por lo menos en mi mente) y sin embargo, a los veintidós años me decidí a comprar un ticket sin retorno al parque de diversiones que me cambió la vida por completo, subidas, bajadas, sorpresas al estilo de la montaña rusa, y uno que otro ride de terror, pero para ser honesta también ha habido momentos de carrusel, todos tiernos al más puro estilo: “y suben los caballitos, los grandotes y los chiquitos”.

A veces las madres tenemos ese sueño guajiro de que tan pronto como nazcan “ellos”, nuestros hijos, tendremos la posibilidad de educarlos, guiarlos y llevarlos por el camino del bien; y hasta nos atrevemos a criticar a algunas otras madres que no “saben educar” a sus hijos, porque nuestros hijos SÍ serán: obedientes, educados, cultos, respetuosos, etc. Entonces nacen y nos dan la lección de nuestras vidas, porque cada uno de ellos viene con un chip integrado que posee determinadas características que si bien podemos intentar moldear no podremos, a menos que seamos de esa gente autoritaria empecinada en resquebrajarle el alma al prójimo, cambiar jamás, y es entonces cuando el sueño se termina, cuando nos damos cuenta de que por más que lo intentemos a Galileo nunca le gustará el fútbol y que como muy sabiamente me lo dijo un verano cuando después de mucho rogar e insistir aceptó ingresar a un club de soccer en donde utilizan la playera de mi equipo favorito, que dicho sea de pasadita, son los ¡¡¡PUMAS!!! ¡¡GOYA, GOYA CACHÚN CACHÚN RA RA!!  Asistimos emocionados, padre, madre y demás familia consanguínea para verlo dejar pasar los balones con cara de insufrible indiferencia y es que: “Mamá, ¿cuál es el chiste de 20 monitos corriendo detrás de una pelotita?” Y durante este año en su presentación de tae-kwon-do, cuando le tocó romper la tabla y yo rezaba y bajaba a toda la corte celestial le bastó un kihap para partirla en dos ante mi cara y la suya de asombro y orgullo irreprimible.

Ver a Tadeo y pedirle veinticinco veces al día que se baje del respaldo del sofá, y sin embargo cuando hay necesidad de alguna maniobra atlética, verlo ejecutarla con la mayor naturalidad, a pesar de que probablemente nunca ame leer los clásicos porque le dan flojera, a menos que su padre haga como él se lo pide todas las noches a la hora del cuento “voces chistosas” y sugerirle o exigirle que pida las cosas por favor y ver cómo el mundo se rinde ante su sonrisa o sus ojitos de gato de Shrek …

E Iker con sus ojazos de color miel, su carita piel canela y su carácter del demonio, que no repitió las palabras que yo quiero enseñarle, sino que dice las que le causan fascinación o emoción… me tardé semanas intentando que dijera abuela, o al menos abu… y cuando se le dio la gana dijo: “Ya-ia”, intentar que me dijera mami, mamá, o madre por lo menos y un día de estos dijo, “Nai” que tras mucho investigar para darle un sentido descubrí que significa madre en gallego, no puedo evitar pensar que tal vez tiene algo que ver con el inconsciente colectivo.

Comencé estando enojada al darme cuenta de mi imposibilidad de “educar” como yo quisiera a mis hijos, sin embargo ahora recordándolos, no puedo evitar esbozar una sonrisa y comprender que son seres geniales, maravillosos con características muy suyas, yo solo puedo darles los tres valores universales: amor, vida y libertad, acompañados de grandes dosis de responsabilidad, respeto y honestidad, de lo demás estoy más que segura de que ellos se encargarán.

Ustedes, ¿qué opinan?

PAT

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