El cómic inteligente: 70 años de Alan Moore

Sus obras esenciales son 'Marvelman/Miracleman', 'V for Vendetta', 'Swamp Thing', 'Watchmen' y 'Lost Girls', entre otros títulos

Por: Mauricio Matamoros Durán 

En la era de las redes sociales, las fake news, el cambio climático y los contenidos tejidos por Inteligencia Artificial, la autenticidad es un valor que pierde terreno y se convierte casi en una ilusión, una imposibilidad. La fórmula y la repetición parecen ser los objetivos de las escaletas de los contenidos de hoy día, convirtiendo a éstas en las características que al público –lectores y espectadores– se le ha acostumbrado a ovacionar y a consumir con entusiasmo. Los contenidos con propuestas, las ideas, se han vuelto cuestión de nichos y de lo marginal.

Alan Moore es una figura de notabilísimo valor en este contexto, pues a pesar de laborar dentro de un medio conocido por su explotación de fórmulas –el cómic anglosajón comercial, arremete con ideas radicales que dinamitan preceptos e intereses. Es cierto que sus logros como escritor, como uno de los narradores centrales actuales, son posibles gracias a la ayuda de cientos de colegas y docenas de colaboradores e investigadores en el medio del cómic, pero el genio, talento y energía de Moore hacen del británico una de esas bestias fenomenales que parecen presentarse una o muy pocas veces cada cien años, y ahora que esta energía cumple setenta años de vida –su cumpleaños es el 18 de noviembre–, es pertinente recordar algunas de las razones de su trascendencia y, de igual manera, rendirle un tributo en agradecimiento por tantas posibilidades brindadas a través de su obra.

Imaginando la realidad

Aunque al momento, curiosamente, sabemos que Alan Moore (Northampton, 18 de noviembre de 1953) decidió alejarse aparentemente de manera definitiva de la historieta para concentrarse en la realización de novela y cuento, y posiblemente algunos guiones de cine, su labor dentro del medio durante un período que abarca cuatro décadas demuestra un conocimiento, interés y compromiso con el formato, sus códigos, sus personajes y las posibilidades conocidas y desconocidas, que él mismo ayudó a enriquecer o develar de maneras asombrosas, refrescantes y detonantes para el mismo medio y muchas otras variantes.

Escritor, teórico, artista y filósofo desde la trinchera del cómic, Moore no sólo ha entregado una obra narrativa ocurrente y refrescante, sino que partiendo del principio lúdico y evasivo de la lectura de cómics ha construido discursos narrativos estética y artísticamente sin precedentes, que de igual manera están cargados de retóricas disonantes con los sistemas políticos y sociales, convirtiéndolos en discursos filosóficos y políticos atractivos, trascendentes y eficaces en su diálogo con el lector del siglo XX y lo que va del XXI.

El autor clarividente

Hacia mediados de la primera década del siglo XXI –entre 2012 y 2017–, Alan Moore comentó en diversas entrevistas que durante la siguiente década el mundo llegaría a alguna clase de conclusión, de Apocalipsis, de final… como sabemos, en ningún momento ocurrió un final explosivo ni absoluto del mundo y la vida que sobre él se ejerce.

Pero en su excepcional obra PromeMoore había hablado y augurado ya un Apocalipsis, en el que la variedad de opiniones, información, hallazgos, logros y pérdidas se acumulaban a una velocidad inaudita e inoperable para nuestro cerebro, lo que arrojaba el contraste y final absoluto de las ideologías, dando así paso a nuevas perspectivas, nuevos paradigmas.

En una entrevista que le realicé en 2004, comentó al respecto:

Creo que en diez años, los habitantes del planeta, incluyéndome, seremos algo que ahora aborrecemos; y no digo que eso sea algo malo, sino simplemente inevitable. La información crecerá exponencialmente, llegando así a un momento crítico […] Creo que ese “Fin del Mundo” será el fin de nuestras ideologías; nuestras ideologías son el Mundo. Y nuestras ideologías ahora no son nada buenas, algo está mal. Aunque, bueno, saber que nuestras ideologías están mal es mejor que escuchar más mentiras.

Aquel Apocalipsis del que hablaba Moore parece que ha llegado, y entre tanta confusión un discurso que permanece de pie y con fuerza es su propia obra. Una que permanece entre las más leídas del medio y aumenta en importancia y en pertinencia de sus códigos e ideas, tanto por su calidad como por sus revolucionarias formas.

Con Moore hablamos del working class hero que deviene en autor genial (de alumno expulsado por vender estupefacientes a joven padre que encuentra en la realización de tiras cómicas una forma de vida, tomando la crítica decisión de dejar el dibujo y concentrarse únicamente en la escritura de cómics, por su notable ejecución comparativamente veloz); hablamos de alguien que, ya instalado, realiza un análisis voraz y absoluto del funcionamiento del medio para mejorar los beneficios y terminar con los vicios que lo volvían reiterativo. El resultado es un constante bombardeo entre 1981 y 2019, con historias y personajes de originalidad e inspiración inaudita, cuyo escenario de la metáfora trasciende hacia un reflejo y clarividencia del suceso histórico, dialogando con el mismo, analizándolo y criticándolo a la vez.

En 1982 conjuró el futuro al delinear el ocaso del superhéroe idílico (en Marvelman/Miracleman) y entrevió los terrores y necesidades que llegarían con la extinción de la privacidad en el mundo corporativo y absolutista (V for Vendetta); en 1984, con sus relatos de terror en Swamp Thing, además de innovar el género para toda la narrativa, presentó una radiografía de padecimientos sociales a mitad de los años ochenta; en 1987, en Watchmen, realizó una de las grandes obras de y sobre la Guerra Fría, donde externó su percepción del ser humano y su papel en medio del Universo. Durante la última década del siglo XX, utilizó el terrible caso y tiempo de Jack, el Destripador, para analizar y hablar acerca del siglo que se extinguía (en From Hell); y con Lost Girls, de nueva cuenta permitió entrever el futuro con la popularización del tabú, cuando nos permitió atestiguar de manera explícita la vida erótica en la madurez de tres iconos de la infancia de diversas generaciones.

Canonizado, refutado y tergiversado

Con el siglo XXI, Moore ya no responde a las necesidades de las editoriales, sucede lo contrario (aunque algunas, como DC Comics, aún encuentran la manera de fastidiar los proyectos del autor) y, además de convertirse en una figura vocal de
la independencia autoral dentro del medio, continúa innovando y revolucionando dicho escenario, ayudando a forjar así la explosión que durante las dos últimas décadas ha tenido la historieta hacia otros escenarios.

Hoy, tras experimentos narrativos y culturales inigualables (Promethea), reconfiguración de mitos en formas abigarradas y de hallazgos insospechados (The League of Extraordinary Gentlemen), así como la búsqueda por entender de manera definitiva y reconfigurar un canon que ha sido deformado en el Apocalipsis del desenfreno (Lovecraft y sus códigos en la trilogía The CourtyardNeonomicon y Providence), Moore ha sido canonizado y refutado más de tres veces por el medio del cómic, por la industria del cine (que ha adaptado directa y reconfigurado indirectamente sus preceptos dramáticos, tanto erigiéndolos como enlodándolos) y por la opinión pública y el escenario de la cultura en general.

Hoy, aunque la popularidad de su obra ha hecho que su voz sea omnipresente a través de los medios, su férrea e intacta posición contra las regulaciones del sistema es tergiversada por jóvenes generaciones que tienen todo y nada a la mano, confundiendo los principios morales y éticos de un autor de hierro con los devaneos seniles de un loco.

Hoy, del loop deformado por el paso del tiempo que conforma la percepción del omnisciente Dr. Manhattan en Watchmen, retomado en memes y comentarios para explicar el comportamiento humano en las redes sociales, al rostro y actitudes del colectivo Anonymous delineados a partir de V for Vendetta, Alan Moore y su obra se constituyen en piezas centrales de su época.

Hoy, tras setenta años de vida y más de cuatro décadas de brillante, influyente y deslumbrante obra, Moore continúa creciendo como figura central de la narrativa y el pensamiento de dos siglos; su figura estridente y sus principios férreos e incorruptibles lo convierten en una entidad necesaria para recordar el significado de la libertad, la justicia y la inteligencia en tiempos desmemoriados.

SPM