El Embalsamador de Cuautitlán, misterioso vigía de caballeros 

El Embalsamador de Cuautitlán, misterioso vigía de caballeros 

El Embalsamador de Cuautitlán, misterioso vigía de caballeros 

Algunos vecinos desconocían de la desaparición de hombres, muchos de ellos citados a un encuentro amoroso que se convertía en desenlace de vida.

Redacción
Agosto 3, 2025

Cuenta la leyenda que por ahí de los 1800 en el centro de Cuautitlán vivió un doctor llamado Miguel de Jesús, un hombre de gesto amable, finas ropas, pulcro lenguaje, gran devoto y que siempre andaba con su espada.

El Embalsamador de Cuautitlán, misterioso vigía de caballeros 

El destacado profesional de la salud siempre era custodiado por su inseparable ayudante, que servía de asistente médico y guardaespaldas. Miguel estaba casado con una dama llamada Isabel, de belleza única y espectacular, vestía de manera sobria y sin ninguna exageración, pues su belleza era suficiente deslumbre de cualquier mirada. La dama era hábil en las artes.

La pareja era reconocida en el municipio no solo por sus conocimientos intelectuales; sino por las reuniones que solían realizar a menudo en la casa de la pareja y en la que Isabel solía  tocar algunos instrumentos musicales y deleitar con cantos a los asistentes que acudían a la morada reconocida en la localidad; sin embargo, con el paso del tiempo, el sitio, la mujer y el destacado médico, comenzaron a ser centro de atención no solo por las alegorías… sino por los secretos que los rodeaban. 

La bella Isabel, quien destilaba atracción, llamaba sin querer a muchos hombres en busca de favores amorosos. Estos llegaban a la puerta del hogar donde vivía el matrimonio, pero de ahí no pasaban, pues Miguel a sabiendas de la situación aguardaba a la oscuridad de la noche a la llegada de estos y junto con su asistente emboscaban con espada en mano para ultimarlos y de ahí llevarlos al sótano de la casa donde el distinguido médico los embalsamaba. 

Los comisarios, por más que preguntaban al carismático doctor sobre el paradero de los cuerpos o si conocía noticia alguna de los desaparecidos, las autoridades nunca daban con la verdad; además que estas no dudaban de la palabra del carismático hombre, pues su prestigio no se ponía en duda y lograba convencer con seriedad a  cualquiera que se le acercara, además de considerarse hombre inocente. 

El enamoradizo descubridor 

No obstante, una noche oscura, un curioso vecino y enamorado de la esposa del médico, saltó por la barda de la casa, con la firme intención de encontrarse con Isabel, quien sin saberlo evitó así la mala fortuna de encontrarse con el celoso doctor, Isabel que en ausencia de su esposo caminaba pausadamente por el bello jardín de la propiedad, vio perturbada su paz por aquel visitante, quien aseguraba estar perdidamente enamorado de la dama. 

El hombre, al percatarse de la cercana presencia de la dama, intentó huir, abrió con rapidez la puerta del sótano que daba al jardín y vio a uno de esos amores clandestinos moribundo, tratando de salir a rastras de ese cuarto de muerte. 

Isabel solo gritó, mientras que el vecino, despavorido, reconoció al hombre, quien era vecino del barrio y a quien días antes, la policía había dado por desaparecido y muerto; el fugitivo hombre logró escabullirse y correr con la misma suerte que que el hombre con quien había coincidido.

El Embalsamador de Cuautitlán, misterioso vigía de caballeros 

Los gritos de la dama alertaron a Miguel y su ayudante quienes prefirieron desvivir al hombre y no ayudarlo a sostenerse en pie para continuar en lucha por la vida. Al culminar el asesinato, los hombres decidieron introducir al sujeto de nuevo al sótano, verificando alrededor que nadie hubiera reconocido o sospechado de esa muerte. 

Miguel ordenó que su esposa, quien estaba aterrada por la escena del momento, callara y se comportara sumisa, obediente; la mujer, presa del miedo no tuvo mas que ser testigo de la aterradora escena. 

El terrible trío de asesinos desconocía las acciones del vecino que había visto al moribundo; no obstante, este acudió con la policía, quien hizo llegar el aviso a los comisarios del santo oficio, quienes en pocos días acudieron a la casa de la educa pareja. Los guardias abrieron el zaguán de par en par para que el desfile de montados entrase a la propiedad. Miguel y su ayudante con espada en guardia intentaron enfrentar a los oficiales, pero estos apresaron a ambos. 

Para el infortunio de los vecinos que circulaban frente a la casa vieron salir de aquella morada que era lugar de grandes fiestas y de un matrimonio devoto, un desfile de figuras de otro mundo. 

El Embalsamador de Cuautitlán, misterioso vigía de caballeros 

El doctor y su ayudante fueron condenados a la hoguera

El doctor y su ayudante fueron condenados a la hoguera, mientras que de Isabel ya no se supo más. 

La casa fue desmantelada por los sirvientes del matrimonio y alguno que otro aprovechado, pero estos sentían la muerte, pues un olor a azufre impregnó la casa, así como los objetos que estos se llevaban. 

En las noches consecuentes a algunos hombres mal afortunados aseguraban que por las calles se veía la figura de un caballero sin rostro, con capa y espada, quien acechaba en la oscuridad.

Cuando la persona detenida buscaba huir, otra figura los atacaba por la espalda.

Los testigos aseguraban que se trataba del médico y su ayudante, quienes esperaban la muerte de las víctimas para sentir, con miradas firmes de los asesinados, el desenlace fatal, no sin antes de disfrutar de la agonía de quienes despavoridos caían sobre las calles. Cuando las víctimas llegaban al último suspiro, las figuras de los atacantes solían desaparecen entre las oscuras calles que no eran vigiladas mas que por el silencio y el viento. 

Se dice que los atacantes dejaban marcas en las ropas de los asesinados, además de desgarrar las telas de los trajes que portaban.  

El miedo empezó a invadir a los habitantes de Cuautitlán quienes preferían encerrarse por la noche, antes de ser presa de alguna figura que pudieran sortear en la oscuridad.

Aún algunas noches de la época moderna, en los callejones más oscuros, se dice que se escucha el blandir de las espadas y los amantes pidiendo ayuda, estos sin saber que hace mucho sus vidas dejaron esta tierra en manos de El embalsamador de Cuautitlán.

Información de Jorge Rodríguez Fragoso, cronista de Cuautitlán

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