Durante años, en México se pensó que combatir la corrupción era castigar después del daño: auditorías tardías, expedientes voluminosos y sanciones que llegan cuando la confianza está rota, por eso resulta relevante que el Senado de la República aprobó la reforma que cambia el enfoque, prevenir antes que lamentar. La modificación al artículo 25 de la Ley de Responsabilidades Administrativas introduce la figura del Oficial de Cumplimiento como una opción dentro de los programas de integridad empresarial.
¿Quién es y qué hace? En palabras sencillas, el Oficial de Cumplimiento es quien se encarga de que las reglas se cumplan antes de los problemas, no es un policía interno ni un sancionador, es un preventivo. Revisa procesos, detecta riesgos, impulsa códigos de conducta, promueve capacitaciones y supervisa que las decisiones se apeguen a la ley y a principios éticos claros, su función es hacer las preguntas incómodas a tiempo: “¿esto es correcto?”, “¿esto cumple la norma?”, “¿esto nos puede meter en problemas mañana?”.
Esta figura no es nueva ni improvisada, surgió en otros países tras grandes escándalos corporativos que demostraron que confiar solo en la buena fe no basta, así nacieron los programas de compliance y, con ellos, el Oficial de Cumplimiento como una especie de sistema inmunológico de las organizaciones, capaz de detectar irregularidades antes de que se vuelvan crisis.
El acierto de la reforma mexicana es su equilibrio, no impone esta figura como una obligación general, reconoce que no todas las empresas son iguales. Cada organización decide si la adopta, cómo lo hace y con qué alcance, según su tamaño y capacidades, para algunas será una persona específica, para otras, un área interna, la integridad no se decreta, se organiza.
El mensaje al sector privado es claro: cumplir la ley y actuar con ética no frena el crecimiento, lo protege, un Oficial de Cumplimiento ayuda a evitar multas, escándalos y daños reputacionales, pero sobre todo ayuda a construir confianza con clientes, inversionistas y con el propio Estado.
La lucha contra la corrupción no se gana solo en tribunales, se gana en decisiones cotidianas, en procesos claros y en prevención inteligente. El Oficial de Cumplimiento representa justamente eso, un guardián silencioso que trabaja desde dentro para que las cosas se hagan bien antes de que algo salga mal.
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MPH

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