De brujas, niñas, señoras y otras aventuras en Melchor Ocampo
Árbol del mezquite, testigo del paso del tiempo… y de las personas
El municipio de Melchor Ocampo, Estado de México, conformado por los poblados de San Miguel Tlaxomulco, en el rincón de la tierra, Santa María de la Visitación y San Francisco Tenopalco, en la nopalera silvestre, conserva como parte de su patrimonio intangible un conjunto de leyendas, que sus pobladores escucharon durante siglos.
Así por los años treinta y cuarenta del siglo pasado se contaban leyendas sobre espantos y aparecidos, así como de brujas.
De acuerdo con su composición geográfica del lugar existieron cuevas y canteras de tezontli y de piedra de recinto, ambas de color negra y roja, de piedra verde literalmente conocida como pisiete y tepetate. Se cuenta que la cueva del diablo se localizaba al noreste de la cabecera, a unos 90 metros abajo y frente a la capilla de San Isidro, que se levanta sobre una meseta que antes estuvo rodeada por unas rocas a las que se llamaban peñas de aproximadamente diez metros de altura. Estas peñas, vistas desde la cueva de los murciélagos, ahora convertida en cantera agotada y a cuyo borde se asienta el nuevo Palacio Municipal, daban la apariencia de una dentadura gigante, desafortunadamente fueron voladas con dinamita junto con la cortina de piedra basáltica donde se ubicaba la gotera Ixayotl.
De esta se dice que está intercomunicada con los Templos de San Miguel, San Buenaventura de Cuautitlán, San Pedro Tepotzotlán y San Francisco Coacalco e inclusive con Temacpalco, sobre las palmas de piedra, que se ubica entre el lomerío de los poblados de Visitación y Tenopalco y el Cincoque, monte ubicado al norte de Huehuetoca.
Se contaba que en el interior de la cueva hay enormes salones, donde el diablo guarda grandes tesoros y que a eso de las 12 de la noche, salía de la cueva un hombre vestido con traje de charro negro, algunas veces montado en un caballo negro y que este personaje se le aparecía a la gente, ofreciéndole todo tipo de riquezas a cambio de su alma, les decía: todo o nada.
Algunas personas mayores del siglo pasado aseguraban haber entrado a esa cueva, con el fin de esconderse por algún tiempo y que efectivamente había salones muy grandes con mesas y sillas de piedra y con una luz clara que no sabían de dónde venía. Actualmente la entrada de la cueva se encuentra tapada.
Y si de brujas se trata
Al poniente de la cabecera municipal, en el paraje denominado Teloloyacac, la punta o nariz de la piedra redonda, que se refiere al lugar donde termina el pueblo rodeado por la avenida 5 de Mayo, que conduce a la hacienda San Mateo. En la parte alta existe una cantera de tepetate agotada en cuyo borde poniente había un mezquite muy alto y copudo, al que se recomendaba no acercarse, sobre todo por las noches, muchos evitaban pasar por ahí. Se decía que los viernes y sábados las brujas bailaban sobre el mezquite y que, quien osaba pasar por ese lugar lo perdían; es decir, lo extraviaban de su camino y que cuando se daban cuenta ya andaban por Tepotzotlán, Coyotepec u otros lugares.
Esto decían era utilizado como pretexto por algunos que llegaban tarde a su casa, quienes decían, “es que me perdió la bruja”. Por eso ahora cuando alguno llega tarde, esposo o hijo, a señora le dice: ¿Qué, te perdió la bruja?
También se decía, que cuando bailaban las brujas sobre el mezquite, salían de él como lenguas de fuego, que se elevaban hacia el cielo y que había que tomar precauciones, porque terminado su baile, las brujas irían a las casas donde había niños de pecho para chuparles la mollera. Para evitar esto, se colocaban en los quicios de puertas y ventanas agujas en cruz o tijeras abiertas, para que las brujas no pudieran entrar y que, si alguna lo intentara quedaría clavada en las agujas o las tijeras. En el siglo pasado en San Francisco Tenopalco, se decía que existieron brujas y se veían desde lejos como bailaban sobre el lomerío.
Otra de las leyendas muy contadas aún en la actualidad es la de la aparición del Arcángel San Miguel, aquí les presentamos una de las muchas versiones que se conocen y que nos parece la más lógica.
Se dice que cuando ya se estaba terminando la construcción del Templo, pasaba por ahí con frecuencia un señor con un santo a cuestas, quien decía que lo llevaba a oír misa hasta Santiago Tlaltelolco; a su paso por el pueblo, tenía la costumbre de descansar a la sombra de un mezquite que se encontraba casi con la esquina de la actual avenida 20 de Noviembre Antigua Calle Real y la Plaza Juárez, al norte del Templo y se dice que como por esos días aún no se había decidido a que santo se consagraría el Templo, los principales del pueblo intentaron comprárselo, a lo que él contestaba que no podía venderlo por no ser el dueño, que el solo lo llevaba a oír misa por encargo.
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Justo a tiempo
Se cuenta, que una tarde se encontraba descansando este personaje junto al santo; al pie del mezquite, cuando pasó por ahí don Pancho Márquez, al que conocía muy bien; al verlo, lo llamó y le preguntó si sabía de algún lugar seguro donde encargar el santo, porque él se sentía mal, que estaba muy cansado y no podía continuar su camino con él a cuestas. Don Pancho contestó, que en cualquier casa que el escogiera quedaría seguro, ya que todos los habitantes del pueblo eran gente de fiar, entonces el viajero le dijo:
—Vamos pues a tu casa para que allí te lo deje, pero yo soy muy pobre. Mi casa es muy chica, solo tengo un cuarto y mi familia es numerosa, contestó don Pancho.
—No importa, es solo por esta noche, mañana vengo temprano por él, respondió el caminante.
Se dirigieron a la casa de don Pancho y en un rincón junto a un montón de leña colocaron al santo. Es importante aclarar, que por ese tiempo era costumbre por seguridad, meter por las noches todos los animales de corral (gallinas, guajolotes y patos), los cuales se acomodaban sobre la leña y demás cosas altas a las que se pudieran subir. Al día siguiente muy temprano, don Pancho se dedicó a sus labores cotidianas, olvidándose por completo del encargo y así pasó un día, una semana, un mes y el señor del santo no volvió, ni don Pancho se acordó de él.
Tiempo después en un 8 de mayo, don Pancho se puso a escombrar su cuarto; de pronto, se encontró con el santo, todo lleno de polvo, telarañas, arañas y alacranes, hasta entonces se acordó del encargo que le habían hecho, no sabiendo que hacer de momento, se le ocurrió dar aviso a los señores principales del pueblo, contándoles lo sucedido y llevándolos a su casa para entregárselos, suplicándoles que lo guardaran mientras venía su dueño a reclamarlo. Los señores principales limpiaron con cuidado la escultura, lavaron sus vestidos de telas muy finas y lo guardaron. Se dice, que después de esperar un tiempo prudente, al ver que nadie lo reclamó, decidieron ponerlo como Santo Patrón del pueblo.
Finalmente, según relato del señor Benito Ortiz de Visitación, en cierta ocasión, una niña ciega andaba cerca de unas rocas de las que brotaba agua, no especifica fecha ni lugar, pero el lugar puede ser la barranca que bajaba del sur, ahora callejón, y que desembocaba en el costado sur del santuario; donde se encontró con una señora que al ver que la niña tropezaba le preguntó que tenía, contestándole que no veía y que entonces, la señora le limpió los ojos con el agua que brotaba de las rocas y le recomendó que regresara a su casa porque ya iba a empezar a llover. Al llegar la niña a su casa encontró a sus padres viendo unas estampas de santos entre los que se encontraba una de Santa Isabel y que al verla les dijo:
—Esta señora me lavó los ojos con el agua que sale de las piedras.
Lo que sorprendió mucho a sus padres y le preguntaron de qué señora hablaba y cómo era que ya podía ver. La niña les narró y fue entonces cuando decidieron construir un Templo dedicado a Santa Isabel, conocida también como La Visitación. Terminado el Templo fue trasladado a este, el Cristo conocido ya como Señor de Tlapallan, lugar del rojo, que se encontraba en un Xacalli, jacal, al que fue trasladado cuando se derrumbó su Capilla, a finales del siglo XVI, que se levantaba en el conocido Paraje del gallo, en este lugar existió una cueva y desde entonces el pueblo es conocido como Visitación y muy famoso por su santuario del Señor de Tlapallan.
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Información de Antonio Sánchez Flores, cronista de Melchor Ocampo
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