Entrevista con el “caníbal leproso”
Su última novela, “La Gran Logia Negra” es una alegoría contra el poder, disfrazada de historia de vampiros
Su última novela “La Gran Logia Negra”, donde explora el mundo gótico, con tintes de función social ha tenido buenas críticas tanto en México, como en algunos países del extranjero. Guillermo Mendoza Saes, es un mexiquense que radica en Valle de Bravo. En esta entrevista nos platica de su más reciente obra.
¿Qué asunto aborda «La Gran Logia Negra»?
R= Quiero expresar mi profundo agradecimiento al periódico La Jornada del Estado de México, además de expresar mi enorme júbilo por compartir esta charla con una amistad que data de hace más de un cuarto de siglo. Verás, tu amigo Guillermo está plenamente convencido, al igual que los escritores Realistas del siglo XIX, que la literatura debe tener una eficaz función social. Y el asunto que trata <<La Gran Logia Negra>>, aborda precisamente un gran problema de la sociedad: la mala interpretación de la naturaleza del poder y sus ciclos.
La Jornada: ¿Cuál es objetivo de disfrazar tu obra de novela gótica?
R = El objetivo es llegar a más público, y por una cuestión técnica de adecuación, decidí disfrazar la alegoría del poder, como novela de terror; y al final del día y la noche, los lectores pueden interpretar dos lecturas, una de las cuales es una historia de vampiros.
La Jornada: ¿Quiénes son los protagonistas de tu novela y que objetivo quieren lograr?
R = Efectivamente, en una novela siempre tiene que haber alguien que quiere lograr algo, pero algún personaje o bloque antagónico, intentan estorbarle en su empresa.
La deliciosa Emma y el galante Constantino, son una pareja romántica de vampiros italianos, que, por cuestiones de la trama, van a dar a <<La Gran Logia Negra>> como miembros activos.
Ellos creen que cumplen la misión de mantener en el planeta un equilibrado control natal, y lo hacen al provocar las pandemias que ha sufrido la humanidad a lo largo de la historia. Sus antagonistas serán ellos mismos y… bueno, no quiero vender la trama…
La Jornada: ¿Cuándo comenzaste a escribir?
R = Sé que inevitablemente, mi respuesta sonará a estereotipo y hasta algo chocante, pero empecé a escribir mis primeros relatos a los diez u once años; mi primera novela, <<Los hijos del fango>>, la terminé a los catorce…
La Jornada: ¿En qué editorial está publicada? ¿Y qué podrías escribir a los diez años?
R = Inicié mi carrera como escritor, siendo ya un lector empedernido. Obviamente, soy un devorador de libros y carne humana, ya sabes, soy <<El caníbal leproso>>.
Te voy a contar mis dos primeros cuentos, me acuerdo perfectamente, por lo menos de los argumentos.
El primero de mi vida fue provocado por una gran mancha de humedad en la sala de mis abuelos, llegué a imaginar que detrás de esa pared se encontraba otra dimensión, otro mundo, y claro, sentí miedo al hacer conjeturas. En cuanto a lo de la novela publicada, tengo que confesarte que nunca se publicó en ninguna editorial, porque la destruí durante una depresión…
La Jornada: ¿Cómo encuentras las ideas, la inspiración?
R = Uno de mis grandes Maestros fue el finado dramaturgo Hugo Argüelles, quien afirmaba que las ideas están en la agnósfera y sólo tenemos que tomarlas de ahí. Creo que lo más importante al escribir es la pasión y disciplina con la que te entregues. Los antiguos Maestros dicen, y dicen bien, “que a la literatura hay que entregarse como a una religión”.
La Jornada: ¿Cada cuándo escribes?
R = A diario, a todas horas, aún sin cuaderno ni pluma, aún sin ordenador. Verás, mi querido amigo, cuando un autor se mete de lleno en la producción de novela, su diario acontecer está íntimamente relacionado con la obra en proceso. Es como si tuviera la oportunidad de vivir dos vidas al mismo tiempo, y que digo dos vidas, mil vidas y universos.
La Jornada: ¿Entonces, estás de acuerdo con el Creacionismo de Vicente Huidobro, el chileno?
R = Siento una gran simpatía por los movimientos de vanguardia que surgieron durante el período de “entreguerras”, también por mi amigo, el alemán Tristán Tzara, y su revista <<Dadá>>; su propuesta maravillosa de abolir la memoria y volver a ser bebés, por eso el nombre de su revista, que imita los balbuceos de un bebé.
Se trata de volver a empezar. Nada más por un momento, pruébate los zapatos de los artistas que vivieron durante esa etapa, intermedia entre las dos grandes confrontaciones mundiales.
El razonamiento inicial de los dadaístas y otros <<ismos>>, podría explicarse de la siguiente manera, según mi registro lingüístico más íntimo: Imagínate, mi querido Fili, que en otra vida fuiste un artista europeo de vanguardia.
Según los dadaístas, de nada te sirvieron las lecciones de la escuela ni de tus padres, ya que dicha educación, te llevó a vivir <<La Gran Guerra>> de 1914, situándote en los umbrales de la Segunda Guerra Mundial, en la que, por tu edad, y codicia de los poderosos, tendrás forzosamente que pelear por algo que no entenderás jamás.
Completamente, cuando un autor escribe, lo hace con el absoluto control del universo que él mismo creo y que obedece a sus propias leyes, las que el mismo autor inventó.
La Jornada: Tienes razón, Guillermo, hubiera sido horrible vivir en esa época, las perspectivas eran peores que negras y comprenderás la requerida hipérbole… ¿Y existió alguna de estas corrientes que aún hoy en día te influyan?
R = Para mí, el surrealismo “es parte de mi vida”, como reza el slogan de cierta tienda en la que nosotros vestimos. Además, vivimos en México, bueno, tú en Toluca, y yo en Valle. Y lo sabes muy bien, Fili, México es el país más surrealista del mundo. Vaya, mi misma vida es surrealista, viene volcada en todas mis novelas, soy y no soy el protagonista. Trabajo con mi subconsciente y el de los lectores.
La Jornada: ¿Entonces, te consideras un autor surrealista?
R = Las etiquetas son buenas sólo para el supermercado, y en todo caso, en nada me importan, pues son las letras las que hablan por ti y por mí.
La Jornada: ¿Dónde y cuándo se desarrolla la historia de Emma y Constantino?
R = Estos vampiros tienen la capacidad de trasladarse a cualquier época de la historia y lugar del mundo, pero la acción presente se da alrededor de la caída de Constantinopla por la guerra contra los turcos-otomanos; es al final del Medievo, también corresponde al siniestro ser contemporáneo del sultán vencedor y del último emperador del Imperio Romano, ya derrotado entonces. Vlad, “El Empalador”, mejor conocido como “Drácula”, “El hijo del diablo”, que por supuesto, forma parte del reparto; de hecho, es un personaje catalizador, a pesar de ya estar muerto y enterrado. Bueno…
La Jornada: ¡Qué bien! Esto quiere decir que le ofreces al público, junto con la posibilidad de acceder a dos lecturas de diferente profundidad, el que gocé de más de una historia. ¿Eso es una novela o no?…
R = Sí, esa es una novela, una gran historia que contiene a su vez, muchas otras narraciones. La novela es el gran pastel, los capítulos harán las veces de rebanadas individuales de ese pastel, y cada acción, psicológica o dramática, será una mordida; aunque personalmente, prefiero el término” mordisco”, quizás, a causa de ser el Caníbal Leproso.
La Jornada: ¿Cuál fue tu principal motivación para escribir este libro? Según entiendo tu penúltima obra, pues hace rato me compartiste dicha información.
R = Mira, mi principal motivación siempre ha sido vivir en lugar de únicamente respirar. Escribo porque no me queda otra, escribo o asesinó a alguien. ¿Qué prefieres, Fili?…
La Jornada: ¿Quieres decir qué en todo artista existe un trastorno mental, un desequilibrio emocional, o algo por el estilo?
R = Sí, definitivamente, es básico y casi obligatorio. He sido un paciente psiquiátrico de ida y vuelta; es decir, existe un considerable fragmento de una supuesta visita al especialista, por parte de “Renato Flejo”, el protagonista de otra de mis novelas, <<El síndrome de los espejos>>.
“Renato” está frente al doctor, aquello de los divanes fue sólo una moda, un esnobismo más, hoy no es así. Recuerdo con júbilo el momento real, el galeno me observaba en silencio, a la caza de posibles tics nerviosos o movimientos de tipo compulsivo; también anotaba el hecho de que “el niño”, no desviara la vista todo el tiempo de la entrevista; y la verdad, siempre he tenido la mirada muy dura. Nadie me gana en un duelo de miradas.
Mientras se daba este incómodo examen visual, me dediqué con énfasis a estudiar la fisonomía y discurso del psiquiatra. Gracias a lo que dijo, pude construir la escena en la que el “niño Renato” visita al psiquiatra.
Mi descripción del personaje tipo de aquel hombre de la bata blanca y su correspondiente mirada analítica, fue inspirada en la vida real; mi consulta perseguía dos objetivos: más drogas y, sobre todo, inspiración para mover a la marioneta y ponerle el mejor atavío…
La Jornada: Bueno, mi querido Guillermo…
R = ¡Vamos, mis amigos me dicen <<Caníbal leproso>> y lo peor es que me gusta!