La extinta Sala Regional Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación convocó a varias personas a participar en la charla “Creando una Genuina Agenda Despatriarcal”, el pasado 7 de agosto. Una decisión loable y un tema central para la conversación amplia de propuestas que contribuya a desmenuzar algunos factores que hacen posible la violencia machista.
Para mi participación asumí el compromiso de hablar desde mi experiencia y, a partir de ella, observarme a la luz de mi propia conducta y de las estadísticas sobre la violencia de género. En tanto que mis conocimientos respecto a las teorías sobre la violencia de género son limitados, compartí algunas de mis respuestas a las preguntas que facilitaron esa conversación.
Primero se nos cuestionó ¿consideras que el patriarcado también afecta a los hombres? Mi respuesta fue sí y agregué, entre otros argumentos, que en su Carta al Padre (1919), Franz Kafka reseña varias conductas de su padre y otros hombres de ese entonces que le resultaron dañinas para su propio desarrollo, como el ser un hombre exigente, duro, frío, lejano y desvinculado de su hijo y familia.
Hoy podemos ver estadísticas sobre la violencia hacia las mujeres que refieren que 70.1% de mujeres de 15 años y más han padecido un incidente de violencia, lo que representa alrededor de 35 millones de mexicanas.
Datos de la Red de Derechos de la infancia y la adolescencia en México, y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, indican que de enero a febrero de 2024 hubo nueve feminicidios contra niñas y adolescentes a nivel nacional, y aumentaron a 11 en el periodo similar de este 2025.
Por ello, considero que el patriarcado sigue creciendo y que como sistema que pondera la supremacía masculina como factor primordial para la toma de decisiones y sometimiento sobre las personas, se ha moldeado a lo largo del tiempo.
Investigadoras como Gerda Lerner han documentado que el patriarcado es resultado de un proceso histórico, acompañado de acontecimientos específicos de la vida misma; es geográfico porque se manifiesta en un espacio concreto. Entre otros aspectos que lo hacen un sistema arraigado y con consecuencias profundas como darlo por “natural” la idea de la superioridad de los hombres sobre las mujeres.
En lo personal, he recurrido al psicoanálisis, a algunas lecturas sobre violencia de género, y a participar en algunos grupos de reflexión en donde hombres compartimos experiencias sobre nuestro machismo.
Estas actividades me permiten advertir que existe una relación entre la masculinidad y el poder: la violencia. Así como en la teoría política nos enseña que el uso legítimo de la fuerza es del Estado y sus agentes para ejercerla (la policía o las fuerzas armadas), considero que hemos asociado la violencia con el ser hombre y lo masculino. Por ello, una agenda despatriarcal requiere comenzar por transformar la idea de que un hombre es valiente, fuerte, violento, temerario, superior.
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