En la elección del próximo domingo primero de junio, ya ganamos. Ganamos como sociedad, porque logramos abrir espacios activos de debate, fomentar el diálogo público, el cuestionamiento, y la participación ciudadana en la configuración de un elemento clave del Estado: las instituciones de justicia. Este proceso implicó más que la elección de jueces, fue una invitación a la ciudadanía a repensar modelos de justicia elitistas, que no respondían a las necesidades de las personas.
Ganamos, porque el Poder Judicial ya no solo estará legitimado por su capacidad técnica, sino también por su conexión democrática con el pueblo. De nada sirve un sistema de justicia que beneficia a unos cuantos, mientras se ignoran las necesidades de la mayoría. Este proceso nos mostró que la ciudadanía puede incidir y consolidar una cultura democrática activa y vigilante.
Ganamos, también, porque logramos superar la desconfianza institucional del pueblo de México, al acercar el Poder Judicial a las personas, quienes ahora tendrán un papel activo en su nueva integración y el combate a la corrupción. Demostramos que la justicia no es un concepto abstracto reservado a élites e intereses económicos, sino que es algo que se construye conjuntamente, respondiendo a las necesidades de la gente.
También ganamos, porque las posibilidades que nos brinda este nuevo sistema son inmensas. Por primera vez, tendremos una Corte paritaria, con una mayoría de mujeres. Algo que parecía ser una utopía, pasará a ser realidad. Con ello, se combatirá una deuda histórica, y se sumarán perspectivas que antes no estaban plenamente representadas en las decisiones judiciales.
Esta elección marca un momento histórico. A partir de hoy, demostramos que la democracia es más que votar: es apropiarse del poder de decidir, participar y transformar. Comprobamos que las personas pueden—y deben—ser protagonistas en la construcción del sistema judicial que desean.
En lo personal tuve el honor de conocer mi país de una manera en la que nunca había experimentado: hablando con la gente. Me conmovió ser testigo de la vibrante vida pública que existe en cada comunidad; la capacidad de organización y el compromiso que hay en todo el territorio con las causas sociales. Tuve la oportunidad de escuchar las necesidades de las personas y constatar que quieren tener un papel activo en este cambio. Pude ser testigo de lo que es, realmente, una democracia: es diálogo, es deliberación y es participación en la vida política.
Tuve también el privilegio de ganarme, en tan solo dos meses, la confianza de una ciudadanía que está lista para hacer justicia con su voto. Una ciudadanía que vio en mí a una juzgadora con experiencia y sensibilidad, que no le va a fallar al pueblo de México. De la mano de ellas y ellos llegaremos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
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