Eva María Zuk

Con singular alegría

Este día me recordó alguien a Eva María Zuk. Hermosa ella que fue gran amiga mía. Al igual que con Margarita García Luna, recorrimos muchos espacios y yo las gocé de lo lindo. Presentamos libros, revistas, conciertos, mucha y buena vida, juntas.

Ya partieron las dos. También Raúl Anguiano, a quien alguna vez acerqué a Eva María, a través de Brigita Anguiano. Se cayeron bien los tres, y cómo vivían cerca, casi todos los domingos, los Anguiano, se acercaban a la casa de Eva en Barranca del Muerto, y ella tocaba, mientras él pintaba y Brigita los disfrutaba. Fue inteligente hacerlo.

En el libro: Aquí escogimos vivir, que hice para el Instituto Nacional de Migración de la Secretaría de Gobernación, pude entrevistarla. Estos son unos fragmentos del enorme relato que ella me contó. En su casa, tenía miles de recortes, con los cuales se podrían hacer muchos libros de su trayectoria como una de las mejores intérpretes. Rubinstein decía que era la segunda mejor pianista del mundo. Creo yo, que él el primero.

Logra el dominio de su propio cuerpo y de su alma. Y el de las almas de los que, absortos, la escuchan poseer también al universo.

Es la imagen de una pasión, de un Dios que al crear el cosmos decidió que cada una de las brillantes notas del infinito fueran absorbidas por un ser talentoso, para poder interpretar las creaciones de los grandes genios.

De padre ucraniano y madre polaca, Eva nació en Lodz, Polonia, de donde salieron ellos a descubrir el mundo. Así, vivieron en Alemania, Francia y al fin, en Venezuela.

Tenía Eva María apenas diez años cuando ya tocaba como solista con la Orquesta Sinfónica de su país adoptado. El mago de la suerte llevó a Arthur Rubinstein a Caracas, donde la oyó tocar. Tal fue la sorpresa del maestro, que sugirió a los padres que la inscribieran en la escuela “Juilliard”, donde podían solicitar una beca, que obtuvo.

Eva María se fue a los 14 años, sola, a Nueva York, para estudiar piano. Eva recorría todo Manhattan para llegar a su escuela. Vivió con diferentes familias hasta que decidió, con los 180 dólares que le daban de la beca, conseguir un departamento. Y lo encontró en Central Park West, justamente frente al parque, en una de las principales avenidas de Nueva York. 

En ese espacio, pequeñito suyo al fin, lleno de magia y encanto como ella, empezó su carrera artística, que acompañaba con cursos y presentaciones que la propia escuela le conseguía.

Ella fue al “Juilliard” a cursar los grados de licenciatura en música y maestría en ciencias; y los consiguió.

También consiguió quien la acompañara por el resto de su vida. Otro joven talentoso que en principio quería ser pianista, se cruzó en su camino. Ella con 17 años, él con 20, inauguraron una vida juntos. Eva María Zuk y Enrique Bátiz.

Fue la única hija. Por eso yo soy de lo más consentidora con mis hijos.

Eva sonríe y transmite mucho amor. El amor es la fuerza motora que impulsa al ser humano. Ella lo siente y lo transmite a raudales a todo el mundo y más a sus hijos. Bellos hijos que tuve la suerte de acompañar”, dice. (Continuará).

gildamh@hotmail.com