Imagínate que eres una niña de 12 años. Vives con tu papá, mamá y hermanos en una comunidad en la montaña de Guerrero. Todavía en el periodo de la pubertad, es posible que algunas niñas todavía no tengan su menarca (primera menstruación). Tu papá y tu mamá tienen una idea limitada de las posibilidades de desarrollo para ti.
Quizás sea por educación, por falta de ella, por no tener dinero o por costumbre. Tus papás decidieron entregarte a un hombre mayor que tú para ser su esposa. Por tu audacia y valentía, siendo una niña, escapas, te alejas de esa situación, trabajas, creces y tu historia es otra.
También puedes imaginarte ser otra niña, de 13 años. Por acuerdos entre tus padres y los de otro joven de 16, te obligan a casarte con ese chico adolescente, a cambio de 160 mil pesos que se entregan a tus papás.
Tu esposo y tu suegra te llevan a vivir con ellos, en donde asumes los trabajos domésticos de tu “nueva” familia: cocinar, lavar trastes y ropa, limpiar la casa, y contribuir en las tareas agrícolas que desempeñan en el campo. Tu salario es cobrado por tu esposo.
Con ocho meses de embarazo escapas y vuelves con tus papás. Tienes un parto de alto riesgo, días después tu suegra, enojada y en compañía de policías de la comunidad te detienen y exigen la devolución del dinero con el que te compraron. Luego de un litigio tortuoso logras estar libre y huyes del lugar en donde naciste, te vendieron, te embarazaste, te encarcelaron y te repudian por no respetar los acuerdos de tu venta.
Si la imaginación no nos alcanza, podemos pensar que tenemos 14 años y que nuestra familia nos obligará a casarnos con un hombre de 62 años. Escapamos de la comunidad oaxaqueña en donde se pretende vendernos para ser concubina de alguien 50 años mayor que yo.
Y las posibilidades aumentan. Quizás somos un bebé, niña o niño, de algunos meses de edad, de algunos años o adolescente. Fui separado de mis padres por algún caso de violencia, porque me abandonaron o no me cuidaban adecuadamente. Entonces, por intervenciones gubernamentales y de organizaciones civiles, vivo en un albergue junto con otras personas en similar situación.
Allí se supone que hay especialistas, profesionales, espacios dignos, recursos y mejores condiciones para que mi vida sea segura, tenga posibilidades de crecer y desarrollarme con salud, educación y en algún momento de mi vida adulta, vivir con autonomía.
Sin embargo, las personas encargadas de la casa hogar en que me encuentro tienen otros planes: ayudarles a limpiar su casa, asistirles en tareas personales, y estar expuesta o expuesto a violencia o abuso sexual de personas adultas.
¿Qué nos hace pensar que podemos adueñarnos de los cuerpos y vidas de las otras personas? ¿Por qué existen esos casos de sometimiento de niñas y niños al servilismo, destrozándoles su dignidad? ¿Qué costo pagamos como sociedad?
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