Familias con escasos recursos celebran con sencillez

Familias con escasos recursos celebran con sencillez

La infancia de Joaquín transcurre entre las calles de Toluca y la escuela.

Brian Prado
Mayo 3, 2025

El Día del Niño fue distinto para Joaquín. Mientras algunos niños recibían regalos o disfrutaban de salidas recreativas, él caminó al lado de su papá–quien cargaba en la mano una caja de mazapanes y en la otra sostenía a su hijo con cautela mientras se abría paso entre los transeúnte con una sonrisa–por las calles de Toluca.

La infancia de Joaquín transcurre entre las calles de Toluca y la escuela

A sus nueve años, Joaquín es un niño tímido a simple vista, platicando con él se puede notar que es “tremendo”, carismático y curioso. Llevaba una gorra azul para protegerlo del sol, unos tenis con suelas gastadas por las caminatas que suele compartir con su padre. Ese jueves, fue una jornada más para él en la que tuvo que acompañar a su tutor ante la falta de recursos económicos y de alguien que pudiera cuidarlo en casa.

Su padre nos dio la confianza de platicar con Joaquín. Mientras él vigilaba, amablemente, que nuestra charla no se viera interrumpida. Fue allí cuando el pequeño compartió parte de su experiencia en un contexto que percibe con inocencia.

“Cuando salgo de la escuela o no voy a la escuela, casi siempre vengo con mi papá o mi mamá a vender mazapanes. A veces mi mamá se queda en la casa porque también se cansa, pero hay días que los dos salen a vender y yo también vengo.

Me gusta andar con ellos, aunque caminamos mucho, pero me gusta ver muchas cosas en la calle y me gusta platicar con mi papá”, comentó.

Este 30 de abril, Joaquín se levantó antes de las siete, pues; junto con su familia, tiene un largo recorrido rumbo a la escuela desde Almoloya, allí realizó actividades recreativas y posteriormente emprendió la “aventura” con su padre.

“Pues sí, lo veo como una aventura y mi papá me dice que soy fuerte, aunque a veces también me aburro porque mi papá no me deja vender, yo nada más lo acompaño, ya le dije que yo también quiero vender pero ni me deja”, dijo en tono de reclamo.

Sin embargo, el día no pasó desapercibido, pues en el camino, las golosinas en forma de obsequio se hicieron presentes para el pequeño que disfrutaba de un helado durante la charla.

“¡Sí! Me dieron unas papas y dulces, una señora me dio un chocolate que estaba bien bueno. Mi papá me regaló mi helado por el día del niño y dice que ahorita que se acaben los mazapanes ya nos vamos a ir a la casa”.

¿Y qué vas a hacer cuando llegues?, le pregunté.

“Pues siempre que llegamos me pongo a jugar, aunque también luego me dicen que tengo que hacer la tarea, pero la verdad no me gusta mucho. Ahora mi papá ya me dijo que vamos a jugar un rato con mi hermano pero después nos tenemos que bañar”, mencionó.

Día del Niño, sin regalos para todos

Los padres de Joaquín son vendedores ambulantes desde hace algunos años, el papá, sufrió una lesión que lo obligó a dejar su trabajo en la albañilería, por lo que adoptaron esta alternativa para obtener lo del día en el hogar y tratar de juntar lo que puedan requerir sus hijos en la escuela. A pesar de su edad, el pequeño entiende la necesidad que las personas tienen de trabajar.

“Pues cuando era chiquito sí le preguntaba a mi papá que porque no me podía quedar en casa y pues ya él platicaba conmigo. De todos modos me gustaba porque me cargaba en los hombros, pero ahora como ya estoy muy grande ya ni me aguanta (dijo entre risas). Yo ya le dije que yo también puedo vender para que nos vayamos más temprano a la casa, pero véalo, ni me deja, pero pues yo sé que tenemos que terminar porque sino luego ya no nos alcanza para mi pan de dulce”, explicó.

En la mirada de Joaquín hay algo más que inocencia: hay una lucidez que no debería caber en un niño de su edad, pero que ha sido moldeada por las circunstancias. Aun así, conserva el brillo de quien aún cree en las posibilidades. Entiende lo difícil que es salir todos los días, pero no se queja. Al contrario, dice que estar con sus papás es lo que más le gusta.

Entre bocado y bocado del helado, a punto de dar la última mordida, surgió la duda; ¿qué le gustaría ser de grande?, a lo que Joaquín sin dudarlo un segundo mencionó que quiere tener una tienda, le gusta el comercio y los negocios, quizá producto de la influencia que ha tenido su familia en él ante las adversidades económicas.

“Yo quiero tener una tienda… pero una tienda de esas grandotas, que esté bonita y tenga dulces, papitas, refrescos, esas cosas. Para que los niños vayan y se pongan contentos y me compren mucho. También tendría juguetes, no tan caros, para que todos puedan comprar”, compartió.

De alguna forma, recorrer calles, hablar con desconocidos, observar los precios, ver a sus papás contar monedas y regresar el cambio le ha dado una comprensión básica, casi intuitiva, de cómo funcionan las ventas y aunque no hay prisa, sí claridad en el pequeño, quien también, se ilusiona con mantenerse unido a su familia.

“Me imagino que mi tienda estaría cerca de la casa, así mis papás me pueden visitar. Yo les daría lo que quieran, aunque no me paguen. Mi papá podría ayudarme también, él sabe muchas cosas. Y mi mamá estaría contenta porque no tendría que salir a vender tan lejos”, agregó.

Joaquín ya ha tenido una especie de entrenamiento sin saberlo. Lo que para muchos niños puede parecer un sacrificio, para él también es una experiencia formativa. Aprendió a cuidar los productos, a tratar bien a las personas, a ubicar los mejores horarios y lugares para vender. Ha visto lo difícil que es regresar a casa con los dulces completos, pero también ha conocido el alivio de poder comprarse un panecito con las ganancias.

Su familia no tiene ingresos que le permitan dejarlo en casa mientras sus padres trabajan, su regalo de Día del Niño fue un helado.

Su voz es tranquila y suave. No habla de sufrimiento ni de carencias con pesar. Habla con la naturalidad de quien ha crecido viendo el trabajo como parte de la vida.  Aunque Joaquín no tiene los días libres que otros niños disfrutan, no le falta cariño. 

“Mi mamá me dice que me porte bien y que no ande de travieso. Siempre me da un beso antes de salir y me da una bendición. Yo sé que mis papás trabajan mucho y ellos siempre nos dicen a mi hermano y a mi que es porque nos quieren, a mi me gusta estar con ellos y los quiero mucho… aunque a veces me regañen”, señaló.

Este 30 de abril no hubo piñata, ni bolsita sorpresa, ni paseo en un parque de diversiones. Pero sí tuvo compañía, afecto, dulces y un helado de sus padres que con el tiempo entenderá que vale mucho más de lo que costó. Su día se llenó de pequeños regalos improvisados, y sobre todo, la presencia constante de su padre.

En su mundo, donde la responsabilidad y la inocencia se mezclan, Joaquín ha aprendido a encontrar dulzura en lo sencillo. Mientras otros niños piden juguetes, él solo desea que “las cajas se vacíen rápido” para regresar a casa y jugar con su familia. Su historia, escrita entre calles polvosas y manos llenas de mazapanes, es un recordatorio de que la infancia también se construye con resiliencia y amor.

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