Arte y cultura gastronómica: Ferrán Adriá y el Bulli 1846

Su objetivo es priorizar la innovación, con equipos específicos para desarrollar nuevos conceptos, técnicas y elaboraciones

En el año 2007 estalló una acalorada polémica en el mundo del arte cuando el curador Roger Buergel de Documenta XII –uno de los más grandes acontecimientos artísticos del mundo que se celebra cada cinco años en Kassel, Alemania– invitó al chef catalán Ferrán Adriá (Barcelona, 1962) a formar parte del selecto grupo de distinguidos y restringidos participantes. 

No era un artista contemporáneo, pero tampoco se trataba de un cocinero cualquiera: para entonces, Adriá ya era considerado prácticamente por aclamación general el mejor chef del orbe.

Ferrán Adriá y el Bulli 1846

Aun así, había quienes seguían cuestionando: ¿la gastronomía es un arte? La mayoría de los afortunados comensales que tuvieron el privilegio de comer en este mítico local que recibía sólo cincuenta personas para la cena a lo largo de seis meses del año aseguraban que sí. 

Es un hecho incontestable que su creador tuvo la visión de traspasar las fronteras de la cocina tradicional capitaneada por los chefs franceses, desde los tiempos del legendario Auguste Escoffier (1846-1935), considerado el creador y transformador de la cocina moderna, y abrevar en las fuentes de la nouvelle cuisine que marcó la primera ruptura en la década de los sesenta del siglo pasado estilizando el viejo legado francés. 

Adriá fue “el hombre que acabó con cuatro siglos de rigidez en la cocina”, el rompedor de las tradiciones y la punta de lanza de la revolución culinaria: el “Picasso” de la gastronomía. 

El gremio culinario quedó impactado cuando en 2000 dio a conocer elBullitaller, primer proyecto en la historia dedicado a la investigación e impulso de la creatividad en un restaurante. Su objetivo: dar prioridad a la innovación, con equipos específicos para desarrollar nuevos conceptos, técnicas y elaboraciones.

Cuando el restaurante gozaba de un éxito sin parangón (setenta colaboradores en la cocina para preparar mil 500 platos cada noche para cincuenta comensales, millares de solicitudes de reserva que sólo alcanzaban a cubrir 8 mil servicios cada seis meses), Ferrán Adriá anunció en 2011 que cerraba definitivamente las puertas del Bulli como restaurante para dedicarse a su nuevo proyecto de vida: el Bulli foundation.

Cerraba definitivamente las puertas del Bulli

El pasado 15 de junio asistí a la apertura del espacio que alberga el colosal proyecto: elBulli1846, el primer gran museo y centro de investigación y difusión de la cultura gastronómica que debe su nombre al año del nacimiento de Auguste Escoffier y al número de platillos que el chef creó a partir de su diálogo interdisciplinario con la ciencia, el diseño y el arte. 

Se conserva intacta la legendaria casita playera que fue sede del restaurante durante más de cincuenta años, en el parque natural de Cap de Creus a orillas de la Cala Montjoi (Rosas, Girona).

La intervención arquitectónica de las nuevas salas de exhibición se debe al arquitecto Enrique Ruíz Geli y el espacio que alberga elBulliDNA (taller de innovación gastronómica) estuvo a cargo del prestigioso estudio RCR (Premio Pritzker 2017). 

En 2017 cerraba definitivamente las puertas del Bulli

Un sorprendente diseño museográfico lleva al visitante a recorrer las sesenta instalaciones artísticas, conceptuales y audiovisuales que guían al visitante por los laberintos creativos del cocinero más famoso del mundo y descubrir cómo la incertidumbre, el asombro, la subversión, la provocación y hasta el humor fueron algunos de los ingredientes básicos de esa cocina que nació del desarrollo de ideas y conceptos del autor, quien además privilegió la belleza estética de cada plato concebido como una escultura efímera en la que destacaban la composición, las texturas y la paleta cromática. Un placer para los cinco sentidos.

Fiel a sí mismo, a sus ideas y a su estilo, Ferrán Adriá tuvo el don de saber transmitir a sus colaboradores y discípulos que cocinar es crear y que copiar no es crear, lema que hoy brilla con luces de neón a la entrada del mítico restaurante, hoy convertido en un gran museo.

SPM