Florencio Contreras: Maestro de máscaras y guardián de la tradición

Florencio Contreras: Maestro de máscaras y guardián de la tradición

La danza de los Viejos de Corpus, es el punto de convergencia de las culturas mazahua y otomí.

Brian Prado
Agosto 16, 2025

En su taller de Temascalcingo, rodeado de fibras vegetales, herramientas de madera y el aroma del maguey recién trabajado, Florencio Contreras sostiene que su oficio no solo preserva la tradición, sino que también abre caminos para las nuevas generaciones.

Florencio Contreras crea rostros con fibra de maguey

Su visión trasciende el ámbito artesanal. No ve el taller como un espacio cerrado para hombres, sino como una puerta abierta para que las mujeres puedan aprender y transformar la tradición desde dentro.

Origen de una pasión

Los inicios de Florencio se remontan a su infancia, cuando la curiosidad y la cercanía con la danza lo llevaron a fabricar sus primeras piezas. Recuerda con precisión el momento en que la máscara dejó de ser un simple accesorio y se convirtió en una extensión de su identidad cultural.

“Tengo más de 40 años de artesano y me he dedicado a elaborar máscaras para el viejo de corpus, atuendos, charros, zapatos cascabeleados, todo lo que usa el viejo, a eso es a lo que me dedico. Tenía unos 17 años cuando comencé a elaborar máscaras para la venta, pero desde los 9 años yo ya hacía mis máscaras para participar en la danza del Viejo de Corpus”, relató.

Ese vínculo con la tradición no nació de una imposición familiar, sino de su propia iniciativa. Con orgullo, recuerda que fue el primero en su familia en dedicarse a esta labor, y que su ejemplo abrió camino a otros.

“Yo he sido Viejo de Corpus desde niño y después comencé a hacer estas máscaras, soy el primero de mi familia y después surgieron más. Los viejos principales son el papá, la mamá y los hijos, pero claro que en la realidad ya son muchos, siempre se conforma de entre 50 y 100 viejos”, explicó.

Propósito de la danza

La danza del Viejo de Corpus, conocida entre otomíes y mazahuas, no es solo una celebración festiva, sino un acto cargado de significado espiritual. Florencio describe cómo la tradición tiene un origen ligado a las peticiones de lluvia, la fertilidad de la tierra y la abundancia de las cosechas.

“El Viejo de Corpus es una tradición otomí y mazahua, una fiesta religiosa que llegó a Temascalcingo, y lo digo así pero nadie sabe cuándo llegó o cómo surgió todo esto que ahora conocemos. Lo que hacemos es que imploramos para que llueva, es algo que tiene que ver mucho con la lluvia, con la cosecha, salimos a bailar e imploramos que llueva. Xita es dialecto mazahua, pero también otomí. Yo hablo otomí, en esta zona somos otomíes y mazahuas, y entonces aquí chocan las dos culturas y se quedó la cultura de los Viejos de Corpus, es para que la gente se sienta alegre”, comentó.

La cosmogonía de esta danza está ligada a una visión cíclica del tiempo. Los participantes encarnan personajes que representan fuerzas de la naturaleza y espíritus ancestrales que interceden por la comunidad ante las divinidades de la lluvia. En la tradición oral, se dice que los viejos viajan simbólicamente entre el mundo de los vivos y el de los ancestros para negociar el bienestar de la temporada agrícola.

Florencio insiste en que el simbolismo no se queda en el pasado; cada año, al ponerse la máscara y salir a danzar, revive un pacto ancestral con la tierra.
Oficio y técnica artesanal.

En el corazón de su trabajo se encuentra la máscara, pieza central de la indumentaria del viejo. Florencio detalla cómo su elaboración es un proceso largo, que combina conocimientos heredados con una precisión artesanal aprendida a lo largo de décadas.

“El Viejo de Corpus debe de ser una máscara con las barbas muy largas, con sombrero charro y usamos mucha fibra vegetal, todo lo que es fibra vegetal semidura para hacer la estructura y forramos con engrudo, le damos el acabado con pintura, lo decoramos y así se prepara”, explicó.

El proceso comienza en el campo, donde el artesano recolecta materiales naturales que luego transformará en una obra única. Cada etapa requiere paciencia y fuerza física, desde la extracción de la materia prima hasta el acabado final.

“Es todo un proceso muy trabajoso porque nosotros salimos al campo a buscar la jícara del maguey, el tronco del maguey, que es lo que está enterrado junto con las raíces, esa es la base de la máscara. Ya que lo encontramos, empezamos a sacarlo con pico o con hacha, sí nos tardamos un buen rato en sacarlo. Es también dependiendo la tierra, a veces se presta, a veces está muy incómodo para sacar el tronco porque al lado hay magueyes y no se puede trabajar bien”, mencionó.

A partir de la jícara seca del maguey es que se empieza a tallar la máscara, el artesano tiene la completa decisión sobre la forma que tomará.

Reconocimiento y orgullo

Para Florencio, el valor de su trabajo no se mide solo en la dedicación diaria, sino en el alcance que ha tenido más allá de Temascalcingo. Su oficio lo ha llevado a distintos puntos del país y del extranjero, donde comparte su conocimiento y recibe a quienes desean aprender de su experiencia.

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“Siento mucho orgullo por mi trabajo, me ha dado a conocer diferentes partes de la República porque me han invitado a ferias nacionales, internacionales, gente de la Escuela de Bellas Artes que viene a visitarme para una especie de capacitación. Eso me llena de mucho orgullo”, relató.

Además, Florencio busca que el reconocimiento se extienda a todos los artesanos de la comunidad, pues considera que su labor es colectiva y que cada máscara es producto de un esfuerzo compartido.

“Yo le diría a la gente que, en todo tipo de artesanía, aprecien el trabajo, de cualquier tipo de artesanía porque se lleva demasiado trabajo. En el caso de nosotros con la máscara de Viejo de Corpus, se lleva muchísimo tiempo, le ponemos mucho empeño, mucho trabajo, es una máscara única y ojalá la gente comience a consumir nuestro trabajo, el de todos los artesanos”, comentó.

Tradición generacional

Cuando la fecha del Corpus Christi se acerca, la energía en Temascalcingo cambia. Las calles se llenan de niños, jóvenes y adultos que participan activamente en la danza. Para Florencio, mantener viva esta tradición depende de la transmisión constante del conocimiento entre generaciones.
El aprendizaje no se limita a la técnica artesanal, sino que incluye la comprensión del significado cultural y espiritual de cada movimiento, cada paso y cada gesto. Los niños y jóvenes que participan se convierten en guardianes de un legado que trasciende la festividad misma.

Cada máscara y cada danza representan una conexión profunda con la naturaleza y con los ancestros. Según Florencio, los viejos de corpus no solo imploran por lluvia, sino que encarnan fuerzas que equilibran la vida agrícola y la espiritualidad de la comunidad.

La cosmogonía de la danza establece un vínculo entre los humanos y los elementos de la naturaleza: los viejos, con sus barbas largas y atuendos elaborados, simbolizan la sabiduría, la fertilidad de la tierra y la continuidad del ciclo agrícola. El sonido de los cascabeles y los pasos rítmicos recrean un lenguaje ancestral que invoca a la lluvia y protege la cosecha.

Florencio Contreras, maestro artesano, mantiene vivo un oficio que trasciende lo material. Sus máscaras son más que objetos; son testimonios de la memoria colectiva, de la espiritualidad mazahua y otomí, y del compromiso con la comunidad.

A través de sus manos, la tradición del viejo de corpus se adapta, se transmite y se empodera, incluyendo a mujeres y nuevas generaciones que, con entusiasmo, se suman a la preservación de un legado que combina historia, arte y cosmogonía. En cada danza, en cada máscara, se refleja un pacto ancestral con la tierra y un llamado a que la cultura viva y evolucione, sin perder sus raíces.

Artesano, hablante de otomí y defensor de la tradición, el maestro Florencio Contreras habla de la importancia de mantener viva la Danza de los Viejos de Corpus en Temascalcingo.

PAT

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