El mundo vuelve a la normalidad después de la sacudida emocional que representó el fallecimiento del Papa Francisco y antes de que este suceso sea eclipsado por el cónclave para elegir a su sucesor, es importante analizar el legado de Jorge Mario Bergoglio en un tema que tiene que ver con el terreno de la comunicación y las nuevas tecnologías de la información.
Desde 1967 la Iglesia Católica tiene una celebración anual muy peculiar, denominada Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en donde el Papa en turno reflexiona y expresa su pensamiento en el terreno comunicativo.
Y a propósito del Papa Francisco (1936-2025), sus reflexiones en las ediciones 58 y 59 de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales tiene un significado profundo que llama a la reflexión.
En la edición 59, en su mensaje sin cortapisas, afirmó que hoy en día con mucha frecuencia la comunicación no genera esperanza, sino miedo y desesperación, prejuicio y rencor, fanatismo e incluso odio.
Expresó que muchas veces se simplifica la realidad para suscitar reacciones instintivas; se usa la palabra como un puñal; se utilizan incluso informaciones falsas o deformadas hábilmente para lanzar mensajes destinados a incitar los ánimos, a provocar y herir.
Por ello habla de una necesidad de “desarmar” la comunicación, de purificarla de la agresividad.
Advirtió en ese entonces de otro fenómeno que le provocaba preocupación, el de la “dispersión programada de la atención”, a través de sistemas digitales, que al perfilar a la audiencia según las lógicas del mercado, modifican la percepción de la realidad, atomiza los intereses y perjudica la comunidad, al menguar la capacidad de trabajar juntos por un bien común, de escuchar y comprender la razón del otro.
Y si esos conceptos fueron interesantes, los que emitió en su mensaje este año no se quedan atrás, ya que abordó el tema de la Inteligencia Artificial, tan de boga en nuestros días.
Sostuvo que las máquinas poseen una capacidad inconmensurablemente mayor que los humanos para almacenar datos y correlacionarlos entre sí, pero corresponde al hombre y solo a él, descifrar su significado.
Refiere que no se trata de exigir que las máquinas parezcan humanas y hace un llamado a que el hombre despierte de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo separado de todo vínculo social.
Ubica al problema de la desinformación que se presenta desde hace años en forma de fake news (noticias falsas) y que hoy se sirve de Deep fakes (creación y difusión de imágenes verosímiles, pero que son falsas), de las cuales afirma que fue también objeto o de mensajes de audio que utilizan la voz de una persona para decir cosas que nunca ha dicho. Situación que considera se vuelve perversa cuando distorsiona la relación con los demás y la realidad.
Expresó que la revolución digital puede hacernos más libres, pero no ciertamente si el hombre se deja atrapar por los fenómenos mediáticos que en lugar de aumentar el pluralismo de la información, se corre el riesgo de perderse en un pantano desconocido, al servicio de los intereses del mercado o del poder.
Sentenció que es inaceptable que el uso de la inteligencia artificial conduzca a un pensamiento anónimo, a un ensamblaje de datos no certificados, a una negligencia colectiva de responsabilidad editorial.
Advierte que el uso de la IA podrá contribuir positivamente en el campo de la comunicación si no anula el papel del periodismo sobre el terreno y lo respalda; si aumenta el profesionalismo de la comunicación, responsabilizando a cada comunicador y devolviendo a cada ser humano el papel de sujeto, con capacidad crítica, respecto de la misma comunicación.
Interesantes conceptos y reflexiones.
@periodistamex
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MPH