Gloria Zarza, un ejemplo de resistencia y perseverancia

Gloria Zarza es una atleta de lanzamiento de bala originaria de Zinacantepec, Estado de México, quien en los Juegos Olímpicos de Tokio se convirtió en el primer atleta en colgarse una presea en nombre de la entidad, para concluir como la única medallista del Valle de Toluca, en un proceso donde demostró su fortaleza mental, superando pruebas, cumpliendo sueños y promesas.

Gloria Zarza, un ejemplo de resistencia y perseverancia

De nacimiento, Gloria fue diagnosticada con secuelas de polio con luxación de cadera.

Su incursión en el deporte llegó a los 28 años, pues, aunque ya habían existido invitaciones a practicar alguna actividad, la situación económica en casa no se lo permitía.

“Me invitaban, pero no había el recurso para poder entrenar, entonces yo decía que no era lo mío el deporte, a los 16 años me volvieron a invitar, pero la respuesta fue que no. Después de casarme me llega otra vez la oportunidad de hacer deporte en básquetbol, con otras personas y mi esposo me animó a intentarlo, entré y me enteré de que estoy embarazada y lo dejo para dedicarme a mi embarazo, ya que era de alto riesgo.

“A los dos años de haber sido mamá me vuelvo a encontrar con el deporte, yo creo que Dios me quería aquí”, apuntó.

Cuando inició su aventura deportiva la principal razón fue la salud, pero al descubrir que existía la oportunidad de llegar al olimpismo y la élite nacional, encontró una nueva motivación.

“Empecé lanzando disco, yo entrenaba disco, bala y jabalina, pero realmente el disco no se me daba porque era de mucho giro, un giro que mi discapacidad no me lo permitía.

“Me enfoqué mucho en bala porque es de fuerza y lo que yo necesitaba era fuerza para salir adelante, para seguir con mi vida y demostrarme realmente hasta dónde podía llegar”, compartió.

La joven originaria de Zinacantepec asegura que su familia jugó un papel importante en el logro de su medalla en lanzamiento de bala

Su talento era innegable y sólo pasó un año para que ganara su primer campeonato nacional, lo que le dio la posibilidad de asistir a un Grand Prix en Alemania, donde dio la marca y consiguió su pase para ir a juegos olímpicos para cumplir el primero de sus sueños.

“Siempre he creído que los tiempos de Dios son perfectos, desde pequeña me invitaron a hacer deporte, pero nunca acepté, no estaba en ese momento interesada, me casé y tuve a mi hijo.

“Entre sin saber que yo tenía una muy buena marca en bala, mi primer evento fue en Guadalajara y ahí yo dije que quería ser como los atletas que veía en la tele, que estaban en los juegos olímpicos, que quería ser una medallista olímpica, fue ahí donde nació esa pasión y fue que me lo propuse”, detalló.

La cita olímpica, en aquel entonces, fue en Río de Janeiro 2016, una experiencia que, en principio, fue difícil de digerir.

“Fue algo que no me creía, al salir la lista de seleccionados y ver mi nombre fue una emoción que ni yo misma me imaginaba, era también esa sensación de que me debía dedicar todavía más al deporte. Fue una experiencia muy padre porque ya me enfrentaba a las mejores del mundo en mi categoría.

“La inauguración fue algo muy padre, pisar un estadio fue muy bonito y recuerdo bien cuando estaba en mi llamado, las manos me sudaban, el corazón casi se me salía, veía a mis rivales y yo decía – ¡Híjole! Nada que ver en la masa muscular, pero vamos, yo también me gané mi lugar–”, recordó Gloria.

Quedó en cuarto sitio, a un centímetro de subirse al podio, lo que para su mentalidad sólo fue un catalizador de motivación que la enfocó en regresar al “Olimpo”, esta vez por su medalla, por lo que puso “manos a la obra”.

“Me propuse trabajar el doble y el triple, con la dieta, los suplementos, el gimnasio, en el campo, yo pensé que no iba a trabajar para un centímetro, yo pensaba en trabajar para un metro, que eso en lanzamiento de bala es muchísimo.

“Esto fue de sacrificar a la familia, fiestas y reuniones por estar en el entrenamiento, pero siempre estuvo presente el sueño y ahora era por la medalla olímpica y con el apoyo de toda la familia que, créeme es algo bien importante, porque te llega ese sentimiento en concentración, pero el saber que ellos están apoyándote y cuando se ve reflejado, créeme que vale la pena”, mencionó.

En la recta final, una operación a causa de una hernia fue inevitable y la mantuvo fuera de la actividad deportiva, cuando estaba lista para regresar, fue el confinamiento por la pandemia el que se interpuso en su camino, así que tuvo que ingeniárselas para regresar a su mejor versión, pues, aunque el mundo se había detenido, su sueño prevalecía.

“Fue una preparación difícil, pasé por procesos de salud, tenía una hernia hiatal, lo que obligaba a dormir sentada prácticamente. Tuve un campeonato mundial en Dubai, previo a los juegos de Tokio, ahí me puse muy mal; sin embargo, participé y obtuve el segundo lugar. Eso me dio para no dejarme caer, pero ya no pude más, cuando regresé, al mes entré a cirugía porque mi vida corría riesgo.

“Estuve tres meses sin entrenar, ya emocionada de que iba a regresar al centro paralímpico, me dicen que se cerraba todo por la pandemia. Yo dije – ¡cómo! ¿Cómo voy a llevar mis entrenamientos? – me regresé a Toluca y como pude, en mi pequeña sala, adapté un gimnasio, no era suficiente y conseguí que me dejaran a entrar a un gimnasio sola”, compartió.

Trabajos en la mañana y en la tarde para recuperar el tiempo perdido, así fue como Gloria Zarza se mantuvo por varios meses hasta que llegó la nueva cita con el destino. Tuvo que alejarse de su familia por 12 semanas antes de viajar a Tokio, para evitar cualquier riesgo de contagio, pisó tierras niponas, parecía que lo más difícil había pasado; no obstante, se le presentó un nuevo obstáculo en el que su mentalidad, de nueva cuenta, se convirtió en una “aliada”.

“Cuando faltaba poco tiempo para viajar, mi entrenador me dijo que hay que cuidarnos y por tres meses no vi a mi familia para arriesgarme. Llegó a Tokio, estoy 6 días y me dan la noticia de que en el vuelo había un contagiado. Fue duro porque pensé – ¿por qué ahora que ya estoy en Tokio sale esto de que no voy a participar? – yo iba por una medalla, no a pasear y le había prometido a mi padre que le llevaría una medalla.

“Me ponen en aislamiento, con pruebas todos los días, yo salía bien, pero por reglas tenía que seguir en resguardo. Como podía trataba de hacer ligas, mover los músculos, porque sabía que iba a participar, por algo Dios me permitió estar ahí. Me llevaban la comida y le pedí a la nutrióloga un lapicero y con las mismas bolsas de la comida dibujé una medalla y la pegué en la pared”, comentó.

Mientras todos los días buscaba mantener la forma, viendo esa medalla pegada en su cuarto, pensaba en los compañeros de la delegación que habían obtenido medalla y se visualizaba portando esa indumentaria para recibir la suya.

A los dos días de su competencia le dan la noticia de que iba a poder participar, desde ahí, Gloria se motivó más para ir por lo que tanto había trabajado.

“En los Juegos Olímpicos volteaba alrededor del estadio y había ¡mucha, mucha, gente!, estaba lleno, y en Tokio no había gente; por lo mismo de la pandemia, pero lo que medio fortaleza fue que al voltear a mis espaldas vi a mi entrenador con una bandita de México y dije – ¿pues que más gente quiero? – y tener en mi mente y mi corazón a mi hijo y mi familia que siempre me estuvo apoyando.

“Era muy fuerte el calor y cuando tiré mi primer lanzamiento yo vi hacia arriba y sentí todo el calor, como que me llené de esa energía, sabía que dependía de mí. Recuerdo que tiré un 7.60 m, eso no bastaba y fue hasta mi quinto lanzamiento donde tiré el 8.6, en mi carrera jamás había llegado al 8. Ahí supe que ya la había hecho, que me iba a colgar medalla”, relató.

Ese día estaba escrito para ella, pues es curioso cómo todo se acomodó. Curiosamente, ella siempre dedica sus lanzamientos a Dios y la familia, pero antes de la competencia, su entrenador le pidió que le dedicara el quinto lanzamiento, el cual le dio la medalla.

La mexiquense quedó en shock después de la hazaña, mencionó que no se la creyó hasta que sintió el peso de la medalla sobre su cuello, los sentimientos fueron indescriptibles, hasta el punto de querer gritar. Después de eso ya no hubo obstáculos, sino sorpresas, como un enlace en videollamada con su familia luego de recibir la presea, para cuando regresó a casa, después del aeropuerto, autos con lonas de paisanos la acompañaron. En su natal Zinacantepec en el centro la esperaban decenas de personas orgullosas de su logro.

El momento más importante llegó a solas con su familia, en casa, donde su madre le tenía listos los chilaquiles rojos por los que imploró en Tokio y donde pudo cumplir la promesa a su padre.

Gloria sabe que esa medalla es de todos los que la acompañaron en el proceso y se siente agradecida de tenerlos. Hoy el sueño se ha renovado, pues aspira a conseguir un metal dorado en París, a pesar de que le fue retirado el apoyo en su municipio no tiene miedo, pues recuerda que en sus inicios solventaba sus gastos vendiendo botanas, sabe lo que tiene que hacer sino llegan los patrocinios, a los cuales no está cerrada.

Está vez, la ilusión es hacer sentir orgullosos a todos sus vecinos y a todo un país.