El presente artículo es continuación y contiene actualizaciones a la primera parte de este tema
A partir de este año y aprovechando el año de construcción de diferentes instrumentos de planeación, como es el Plan Nacional Hídrico, y el próximo Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030, es una buena oportunidad para definir lo relativo a una posible renegociación de diversos tratados internacionales, dentro del cuál está el de 1944.
La gestión del agua en México contempla acuerdos con los países con los que comparte frontera, sin embargo, es con los Estados Unidos de Norteamérica donde se presentan los mayores retos, toda vez que es esta zona geográfica donde se han presentado mayores grados de sequía y escasez.
Las condiciones de negociación siempre implicarán un riesgo cuando se realizan con un país dominante en lo económico y militar, pero en este caso el Tratado de Límites y Aguas Internacionales de 1944, que rige cómo se distribuirá el agua entre ambos países, se negoció en una coyuntura marcada por el final de la Segunda Guerra Mundial, por lo que en este caso, ha resultado ventajoso para México, que recibe cuatro veces más de lo que aporta (mil 850 vs 432 millones de metros cúbicos) y tenemos flexibilidad en la entrega en un plazo de hasta 10 años (Jiménez Cisneros, 2020), dividido en dos periodos de cinco años cada uno, lo que ha ocurrido es que las entregas no se han realizado de forma proporcional, han dependido de los periodos de escasez y sequía que se presenten, mismos que también están contemplados en las actas de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), organismo binacional encargado de la aplicación del acuerdo mencionado.
También hay que decirlo, algunas entregas han obedecido a una inadecuada planeación de cumplimiento de nuestra parte que ha puesto en riesgo la permanencia de este tratado, en la entrega de algunas semanas percibíamos ya como empezaban a surgir algunos reclamos de autoridades y productores estadounidenses y que se han agravado en las últimas semanas, escalando ya a pronunciamientos de los presidentes de ambas naciones, ellos alegando imcumplimiento, o que nos aprovechamos de ellos y por nuestra parte argumentando que a pesar de todo, estamos en órden con lo que marca el acuerdo y las actas de la CILA vigentes.
Lo que tendríamos que evitar a toda costa es una renegociación del acuerdo, ya que seguramente no sería tan beneficioso como el actual. Pero si hiciera falta se podría hacer uso de la hidrodiplomacia, la UNESCO la define como la acción a través de métodos y técnicas de negociación, mediación y diplomacia que permitan a las partes involucradas encontrar soluciones mutuamente beneficiosas, identificar intereses comunes y evitar conflictos que podrían tener repercusiones negativas a escala económica, ambiental o social.
Por todo lo mencionado, lo que nos conviene es trabajar en un modelo de gestión de agua con la visión de seguridad hídrica, que al menos, en el caso del norte de la república, es buscar la menor dependencia de las aguas transfronterizas, no puede tomarnos por sorpresa una decisión injusta y unilateral que afecte a la población, agricultores y empresas mexicanas. Lo que hagamos hoy en garantizar nuestra soberanía en estos temas, es la mejor inversión para el futuro.
PAT
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