La política mexicana es desde hace décadas terreno fértil para el ingenio, la picardía y la estrategia, pero en los últimos años se sembró también la semilla del odio y la cobardía, disfrazada de libertad de expresión, me refiero a ese fenómeno cada vez más común que se pasea por las redes sociales como si nada, el ataque anónimo, detrás de nombres falsos, avatares inexistentes y perfiles inflados por seguidores comprados, se esconde una maquinaria que calumnia y muchas veces destruye.
Quienes ocupan cargos públicos saben de lo que hablo, no importa el color del partido, ni si uno está del lado de la transformación o de la resistencia, todos son blanco de una andanada digital disfrazada de crítica, lo que antes era grilla en la sobremesa o rumor en el café del Congreso, hoy se viraliza como “noticia” en cuentas que no tienen ni rostro ni honor, el chisme evolucionó en estrategia política y el anonimato se volvió la mejor máscara para atacar sin rendir cuentas.
Estos perfiles falsos son parte de la guerra sucia electoral: propaganda, venganza, intimidación y hasta extorsión, se usan para frenar al adversario, sembrar confusión, difundir versiones amañadas, a veces ridículas, otras peligrosamente creíbles, es una nueva forma de violencia que mancha reputaciones, puede hundir carreras y hasta cobrar vidas; hay víctimas del ciberacoso que terminan en el suicidio, todo por el cobarde amparo del anonimato.
Pero ese cobijo se acabó, mientras las autoridades avanzan poco a poco en su regulación, la verdadera revolución llegó con la inteligencia artificial, la IA que nos recomienda pasteles de chocolate justo cuando se nos antojan, ahora también identifica a los responsables de los perfiles falsos, no es ciencia ficción, cada persona tiene ya una huella digital inmensa, basta un nombre y aparece una historia de vida, una ficha biográfica, pero cuando se busca un perfil falso, lo que aparece es una existencia hueca, reciente, fabricada, ahí empieza el rastreo, conexiones, dispositivos, patrones, ubicaciones, en pocas palabras, te saca a balcón.
La IA ve lo que publicas y sabe desde dónde, a qué hora y con qué intención, ya no basta con esconderse detrás de un nombre inventado, la tecnología superó al truco, el que insulta, calumnia o difama, es identificado y sancionado como lo que es: un delincuente digital.
Que nadie se equivoque, no es contra periodistas, activistas o ciudadanos valientes que levantan la voz, esta señal de alto va para quienes usan el anonimato para atacar con saña, difundir rumores, violentar, intimidar o hacer daño por venganza o diversión, los que creen que jamás serán descubiertos están por darse una gran sorpresa.
Ya hay estados en México con “Leyes de Ciberseguridad” que castigan con cárcel a quienes ofenden o difaman en redes, algunos dicen que eso es exagerado, pero hoy más que nunca se confunde la libertad de expresión con el libertinaje de difamar, una cosa es la crítica, otra muy distinta es el acoso y la mentira programada.
La política es terreno de debate, pero no todo se vale, lo que antes era anónimo en volantes o llamadas, hoy es un meme, un hashtag o un video manipulado; hoy la tecnología juega del lado de la verdad, quien usó el anonimato para dañar, ahora tendrá que enfrentarse a la luz de la inteligencia artificial.
Y como decía la abuela; el que se lleva, se aguanta, no se puede andar por la vida lanzando piedras y luego esconder la mano, mucho menos si esas piedras son digitales y programadas para herir, si alguien inicia una guerra desde el anonimato, que sepa que ya no hay escondite, hay consecuencias legales y morales; y más temprano que tarde, la verdad siempre sale a flote, el mensaje es claro: fin al ataque anónimo.
La IA ve lo que publicas y sabe desde dónde, a qué hora y con qué intención, ya no basta con esconderse detrás de un nombre inventado, la tecnología superó al truco.
PAT
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