El invierno es un susurro en el jardín,
donde las flores duermen en su letargo,
y entre la blancura de la nieve,
se oculta un mundo mágico y amargo.Emily Dickinson
Las estaciones evocan metáforas o bien, tienen en sí mismas un sinfín de mensajes y enseñanzas, si partimos del esfuerzo de vivirlas en conciencia. Son en el sentido de Hannah Arendt “cosas del mundo” a las que corresponde la misión de “estabilizar la vida humana”.
Como lo sitúa Byung-Chul Han, desde su visión crítica de las sociedades actuales, las cosas entendidas como “reposo de la vida” y como “polos de la firmeza del ser” están siendo desestabilizadas por la fugacidad de la información y con ello vivimos intoxicados, en una constante necesidad de acceder a los datos y de que los datos nos configuren accediendo a su vez a nosotros.
A pesar de la contundencia del orden digital, considero que hoy en día, persisten aún refugios para la experiencia humana; la naturaleza y el despliegue de sus metáforas es uno de ellos. Basta entonces con buscar un poco de silencio entre el constante ruido externo y detenernos a escuchar como la vida misma tiene mucho que susurrarnos.
La vida se vive en ciclos, esto a pesar del modo artificial en el que existimos más no habitamos. El día a día nos lleva a mantener el ritmo de la productividad, pese a que el propio cuerpo nos pida otra cosa. En el invierno el cuerpo cambia, parece que se repliega a guarecer su propia energía a dosificar el esfuerzo, esperando la llegada de las condiciones aptas para de nuevo florecer.
Observemos a los animales teniendo el refugio preparado para pasar los días más fríos dormitando en un estadio de reposo necesario, de justicia para un cuerpo que necesita reabastecer la energía gastada durante el año.
Observemos a los árboles, desnudos de sus hojas, manteniendo mínimos indispensables para que a la luz de los primeros días de primavera esa reconfiguración de sus energías se despliegue a modo de flores.
A lo largo de nuestra vida, transitamos por inviernos, son tiempos en los que las semillas están ahí latentes, debajo de capas de hielo en las que sentimos dolor, a veces envueltas en niebla de incertidumbres o con la soledad o la pérdida a modo de cielos grises. En palabras de Katherine May “Tenemos estaciones en las que florecemos y estaciones en las que las hojas se nos caen, revelando nuestros huesos. Si les damos tiempo, esas hojas vuelven a crecer”.
Tal vez se trate de aceptar el invierno tal y como es, de no resistirlo, de no negarlo, de encontrar en ese estadío de reserva y de lentitud la oportunidad de conocer paisajes tal vez menos alegres pero probablemente más sabios… También por qué no, el momento de recuperar las lecciones que la vida inmediata nos hace olvidar, como el que para el invierno es necesario preparar reservas, acondicionar la casa, recoger las plantas robustecer las defensas y sobre todo saber aceptar.
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PAT
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