En el centro de Toluca, entre avenidas urbanas y montañas que resguardan la historia agrícola de la región, Ireri Origel Rodríguez ha dedicado más de una década a promover un cambio de conciencia: volver la mirada hacia la tierra.
Ireri Origel y la cosecha de conciencia agroecológica
Su trabajo, desde proyectos como “Sabe Tierra Huerto” y “Mercado de la Tierra Toluca”, ha germinado entre vecinos, productores y familias que comienzan a entender que la autosuficiencia alimentaria no es una utopía, sino una posibilidad real que puede florecer incluso en una azotea.
Desde joven, supo que su camino estaría ligado a la naturaleza. La semilla de esa convicción fue plantada desde su infancia.
“Soy, de formación, antropóloga social, pero desde niña siempre me interesaron temas como el cuidado del medioambiente, la naturaleza, los animales, el respeto. Recuerdo que en la escuela me decían ‘ecologista’ por una revista de ese tiempo que sacaba una marca de panadería. Siempre he tenido esa inquietud, a pesar de que mi vida siempre ha sido muy urbana”, relató.
Aún creciendo en un entorno citadino, sus padres pusieron la semilla del respeto a la vida en todas sus formas y la importancia de alimentarse de manera consciente. Esa influencia marcaría su futuro.
Casa Espora promueve la reconexión de las personas con la tierra, en búsqueda de un futuro de autosustentabilidad
El descubrimiento de la siembra fue también un reencuentro consigo misma. En paralelo a construir su casa, comenzó a cultivar sus primeras plantas, sin imaginar que ese pequeño huerto se transformaría en una escuela de vida y conciencia.
“Coincidió con que empecé a construir, con mi pareja, nuestra casa y aproveché para dejar un pequeño espacio para un huerto, y desde ahí comencé a empaparme. Todavía me considero ingenua ante esos temas; el asombro sigue hasta la fecha, pero justo este mes el proyecto de ‘Sabe Tierra Huerto’ cumple 15 años y justo es el tiempo en que se detonó esa semillita que ha germinado en los proyectos en los que estoy hasta la fecha”, comentó.
Del huerto personal a la comunidad
El espacio reducido no fue obstáculo para cultivar una visión más amplia. La falta de tierra se convirtió en inspiración para crear un modelo de agricultura urbana que buscara autonomía y sostenibilidad.
“Al no tener acceso a grandes extensiones de terreno, la respuesta para mí fue la agricultura urbana, lo que inició como un proyecto individual para hierbas aromáticas y medicinales. Así fueron los primeros dos años, pero al no conocer realmente del tema, constantemente comencé a capacitarme y, al cabo de unos cuatro años, la mamá de una amiga me pide un taller para una cafetería, y aunque no me sentía muy preparada, lo hice”, relató.
Aquel primer taller fue el punto de partida de algo mayor. En 2014 decidió dar un paso más: abrir un espacio que mostrara lo que la agricultura urbana podía lograr, incluso en entornos citadinos.
“Me gustó mucho la experiencia y, después de meses de meditarlo, se presentó la oportunidad de rentar un espacio al que llamé ‘Casa Huerto Demostrativo Sabe Tierra Huerto’, para ilustrar a gente que, como yo, no sabía cómo sembrar. Poco a poco empecé a dar talleres muy básicos y después decidí que el proyecto no solo fuera productivo, sino educativo, que generara conciencia y comunidad con una filosofía agroecológica”, comentó.
El primer espacio se ubicó a contraesquina de la Casa de las Diligencias, en el corazón de Toluca. Desde una azotea antigua, Ireri compartía con los demás lo que para ella se había convertido en un nuevo modo de vida.
“En ese espacio también se crea ‘El Mercado de la Tierra’, y surge porque después de tener los primeros talleres algunos comenzaron a tener excedentes y sugirieron reunirnos una vez al mes a hacer intercambios. Comenzamos siete familias y poco a poco comenzó a llegar más gente; ya algunos pidieron que les vendieran y así comenzó”, relató.
Con el tiempo, la idea de cultivar alimentos se transformó en una red de apoyo mutuo, donde productores urbanos y consumidores conscientes comenzaron a construir una comunidad unida por la tierra.
El nacimiento de Casa Espora
En 2016, un encuentro fortuito le dio un nuevo rumbo a su proyecto. En un evento conoció a doña Lula Montes, quien le ofreció un espacio para ampliar el alcance de su iniciativa. Ese gesto coincidió con su deseo de crear un espacio colectivo, donde diversas personas pudieran compartir una visión común.
“Movernos a otro espacio llegó de manera sorpresiva. En un evento conocí a doña Lula Montes, congeniamos muy bien y me dijo que le había encantado el proyecto, que tenía un espacio para mostrarnos y mudarnos. Pero yo también siempre tuve la intención de tener un espacio colectivo, donde estuvieran otros proyectos, y convoqué a algunos conocidos que se dedicaban a ámbitos ambientales para que pudieran unirse y así creamos ‘Casa Espora’ y bien, nos mudamos a este espacio”, relató.
Con la creación de Casa Espora, Ireri comprendió que cultivar no solo era un acto agrícola, sino también social. Aprender a convivir, a decidir juntos y a resolver diferencias era otra forma de siembra.
“Crear una comunidad con más proyectos concretó mucho más esto, aunque fue mucho más complejo, porque el hablar de comunidad es algo que siempre se romantiza, pero el organizarse y llegar a acuerdos genera fricciones y disputas. Han pasado muchos proyectos y por muchos motivos algunos ya no están, y mantener un noticiero de este tipo es mucha constancia, perseverancia y mucha comunicación. Aunado a que somos autogestivos”, señaló.
Toluca comenzaba a escuchar sobre agroecología, un tema que entonces parecía ajeno a la realidad urbana. Ireri recuerda que no había mucha gente interesada, pero esa falta de conocimiento fue también una oportunidad para abrir camino.
La pandemia como punto de inflexión
Con los años, la semilla de la agroecología encontró nuevos suelos. Uno de los momentos que marcó un antes y un después fue la pandemia, cuando las personas comenzaron a valorar la autosuficiencia y el contacto con la tierra, el panorama cambio drásticamente
El impulso permitió que más personas se acercaran a los proyectos de Ireri, aunque ella reconoce que aún falta articulación entre los distintos esfuerzos ambientales. Para ella, el reto ahora es unir las raíces dispersas y fortalecerlas en comunidad.
“Creo que ese paso de trabajar en lo individual a pasar a lo colectivo es sumamente complejo, pero sumamente necesario, y en ámbitos ambientales y agroecológicos no se puede mirar de otra manera, porque sabemos que todo está interconectado y no solamente es sumar esfuerzos para hacer más ruido, para generar conciencia, aprender los unos de los otros y fortalecernos a partir de ese conocimiento”, señaló.
La diversidad, asegura Ireri, es una de las mayores fortalezas de los colectivos ambientales. Cada proyecto, cada persona, aporta una perspectiva distinta que permite enfrentar las crisis ecológicas desde la colaboración.
La agroecología que promueve no se limita a técnicas de cultivo, sino que propone una filosofía de vida. Su visión parte de reconocer que los humanos no son los únicos habitantes del planeta, sino parte de un entramado de vida que necesita equilibrio y respeto.
“En la actualidad existen muchas visiones de agroecología, y la que nosotros hemos decidido adoptar es una agroecología emancipatoria, que tiene que ver con defender toda forma de vida, que no tiene que ver con este posicionamiento etnocentrista del ser humano, sino con entender que no somos los únicos habitantes de este planeta, ya que más allá de ciudadanos somos cohabitantes, lo que implica aceptar que estamos viviendo con otros seres vivos y que todo eso es importante”, relató.
En medio de la creciente atención que recibe la agroecología, advierte que los cambios profundos requieren tiempo, paciencia y formación. Las transiciones no son inmediatas y la pureza total es una ilusión; lo importante es mantener la intención de transformar los hábitos y las relaciones con la tierra.
Desde su experiencia, la fuerza de los proyectos agroecológicos radica en la organización ciudadana. Aunque ha habido esfuerzos institucionales, la continuidad y los resultados han dependido, principalmente, del trabajo autogestivo.
“Creo que ha habido muchas intenciones de las autoridades; sin embargo, creo que falta que no se queden en intenciones y que las personas que encabezan estos proyectos estén preparadas para ello. Me atrevería a decir que muchos de los proyectos que hemos logrado cosas ha sido por mérito propio, autogestivos, no por un apoyo externo, sino porque la ciudadanía y las comunidades se han organizado”, comentó.
Esa autonomía ha permitido que sus iniciativas crezcan con raíces firmes, sustentadas en la colaboración, la confianza y el aprendizaje mutuo. Su visión no busca imponer una forma de vida, sino inspirar a que cada persona plante su propia semilla de conciencia.
“Buscamos consolidarnos como un proyecto sostenible a largo plazo y que trascienda más allá de lo individual, que siga floreciendo, que se abran más espacios, generar acceso a la tierra, incluso una escuela agroecológica donde más personas podamos seguir vinculándonos.
Que estos temas puedan ser tema de conversación y una realidad, ya sea en lo urbano o lo rural, construir ambientes más sanos es una labor titánica y que conlleva a muchos de los sectores de nuestra sociedad, cada quien desde su trinchera, construir sistemas alimentarios de responsabilidad compartida y agroecológicos”, señaló.
Una semilla que sigue creciendo
Después de 15 años de trabajo, Ireri Origel ha visto florecer un movimiento que antes apenas germinaba. Lo que comenzó como un pequeño huerto urbano se convirtió en un símbolo de resistencia y conciencia ambiental en Toluca. Hoy, decenas de personas siembran sus propios alimentos, crean redes de consumo responsable y aprenden a mirar la tierra no como un recurso, sino como un ser vivo con el que convivimos.
Su historia es también una metáfora de la siembra interior: la paciencia, el cuidado y la esperanza que requieren los procesos de cambio. Cada taller, cada planta, cada encuentro comunitario es una manera de sembrar conciencia, una semilla que, con el tiempo, puede transformar la relación de la ciudad con su entorno.
TE SUGERIMOS: Paro Nacional de la CNTE provocan cierre viales en CDMX: Aquí te decimos que puntos han sido afectados
¡La Jornada Estado de México ya está en WhatsApp! Sigue nuestro CANAL y entérate de la información más importante del día.
Pat

/https://wp.lajornada.prod.andes.news/wp-content/uploads/2025/11/image-100.png)
