Jaramar: un puente entre épocas

Roberto Cortez Zárate

Jaramar: un puente entre épocas

Rockanrolario de Roberto Cortez

Redacción
Octubre 17, 2025

La cantante tapatía Jaramar camina por los bordes del tiempo como quien recorre una casa llena de ecos que despiertan el tiempo. En su canto cada nota parece venir desde un pasado remoto que se despliega en el presente como si el aire guardara memoria. Su voz no busca rescatar reliquias, sino revivir emociones antiguas, tender puentes entre lo que fuimos y lo que aún somos.

Su nuevo proyecto, Memoria, encarna esa alquimia entre la historia y la intuición. Se trata de un disco doble —dos cuerpos de un mismo espíritu— donde se cruzan las mujeres que la antecedieron y las preguntas que hoy la habitan. En El tiempo circular, Jaramar vuelve a las cantigas medievales: poemas donde la voz femenina imagina, espera y se nombra. En La invención de mí, se abre a los territorios contemporáneos, donde los sonidos digitales acompañan una exploración de identidad.

Esa transición —de la memoria heredada a la memoria vivida— condensa la trayectoria entera de Jaramar. Su historia, como ella misma dice, no se puede separar de su voz que dialoga con lo antiguo, pero pertenece a la era de los sintetizadores, del jazz, de la experimentación. Lo suyo es una búsqueda sostenida: encontrar una expresión que no se repita, una música que conserve su raíz sin dejar de transformarse.

Desde su infancia, el arte fue su entorno natural. Hija de una bailarina y de un museógrafo, creció entre escenarios y museos. Primero quiso ser pintora y bailarina; luego descubrió en la guitarra y el canto una libertad distinta. Con el tiempo, la música se volvió su manera de pensar el mundo. “Mi voz me permitió existir de una forma nueva”, recuerda. Y esa forma —una voz que observa, que indaga, que se abre— es el hilo que conecta toda su obra.

En los años ochenta, cuando Guadalajara se convertía en un hervidero de propuestas artísticas, Jaramar encontró su propio cauce. Su acercamiento a la música antigua fue intuitivo, casi accidental: un director de teatro le pidió cantar piezas españolas del siglo XV, y al hacerlo descubrió un lenguaje que parecía esperarla. Desde entonces, la fusión entre lo ancestral y lo contemporáneo ha guiado su trabajo, esa voluntad de buscar una sonoridad que respire libertad.

Ser independiente —lo ha dicho muchas veces— es caminar en la cuerda floja. Y, sin embargo, es en ese riesgo donde florece lo más auténtico de su arte. Jaramar no obedece modas ni estrategias de mercado. Su lugar natural está entre fronteras: entre la música antigua y el rock, entre la poesía y la experimentación sonora, entre la tradición y la tecnología. Desde Entre la pena y el gozo hasta El hilo invisible, que le valió un Latin Grammy, su obra ha demostrado que la independencia también es coherencia. “Es un privilegio inventar el camino”, dice Jaramar, con la serenidad de quien ha aprendido que el riesgo también puede ser un refugio.

Escuchar a Jaramar es entrar en un tiempo suspendido donde las mujeres del pasado cantan con voz de ahora, donde conversa con las poetas que la inspiran —Sor Juana, Pizarnik, Castellanos— como si formaran parte de su propia memoria. Canta en plural. En su música, la mujer no es un tema, sino una presencia que respira en cada palabra. La voz colectiva se convierte en identidad: en una expresión de la hospitalidad.

El próximo 21 de noviembre, Memoria llegará al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. En el escenario convivirán las dos dimensiones del disco: la acústica, íntima, y la eléctrica, expansiva. Será también un encuentro de generaciones: músicos jóvenes, experimentados y un público que ha seguido el hilo de su obra desde hace más de tres décadas. 

En su voz —clara, contenida, antigua y nueva— habita una verdad simple: cantar es recordar quiénes somos. Y en Memoria, Jaramar nos lo recuerda con belleza, con riesgo, con verdad. Una artista puede cantar una melodía del siglo XV con la misma naturalidad con que se adentra en un beat electrónico. Lo que une todo no es el estilo, sino la mirada. Esa forma suya de contemplar el sonido como si fuera pintura: luz, sombra, textura, gesto. Un gesto que nos invita a recordar.

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