En el Valle de Toluca, Ernesto García trabaja todos los días en un pequeño taller de madera donde, desde hace más de 25 años, fabrica juguetes tradicionales como trompos, baleros, yoyos y carritos. La madera, el barniz y la pintura son sus herramientas, pero también la paciencia y el cuidado para que cada pieza conserve la esencia de lo hecho a mano.
Juguetes tradicionales como trompos, baleros, yoyos y carritos no quedan en el olvido
Ernesto recuerda que comenzó este oficio gracias a su padre, quien también se dedicaba a la carpintería.
“Yo crecí siempre con las virutas y herramientas y pues aprendí a darle forma a la madera por mi papá, con el tiempo me fui clavando más en los juguetes porque me gustaba la idea de que mis hijos jugaran con algo hecho por mi, no de una máquina ni de puro plástico”, comentó.
El proceso, explica, empieza desde la selección de la madera.
“Trabajo con pino y encino que consigo con gente de por aquí. Cada juguete lleva su chamba: cortar, lijar, armar y luego pintar. No es rápido, un balero me puede llevar dos días y un carrito hasta cuatro, según el detalle que me pidan. Aquí todo es a mano, sin moldes ni máquinas grandes”, explicó.
El artesano reconoce que uno de los mayores retos es competir con los productos importados de bajo costo.
Productos importados principal rival
“En las ferias la gente ve un trompo chino a veinte pesos y el mío en sesenta. No saben que el mío aguanta años y el otro se rompe en días. La competencia con lo de fábrica está dura, porque la mayoría se va por lo más barato sin pensar que lo artesanal dura mucho más”, mencionó.
A pesar de las dificultades económicas, sigue apostando por su oficio como una forma de preservar la tradición.
“Un juguete hecho a mano no es solo un juguete, ahora sí que es parte de nuestra historia y pues todo trae una técnica que viene de antes y que, si dejamos de hacerla, se pierde. Hacer un trompo o un balero es como darle vida a un pedacito de nuestra cultura”, apuntó.
Ernesto considera que las nuevas generaciones deben acercarse más a este tipo de trabajos para que no desaparezcan.
“Los chavos ahora quieren todo rápido y fácil, pero trabajar la madera enseña paciencia y respeto por lo que tienes. Ojalá se animen más, porque si no, en unos años estos juguetes solo los vamos a ver en vitrinas y no en manos de los niños”, concluyó.
PAT
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