Por Jorge Chávez Mijares | Demoscopia Digital
En un país donde la política suele medirse en estridencia, Julio Menchaca Salazar ha optado por el volumen bajo. Gobernador de Hidalgo, morenista de 65 años con voz mesurada y temple de jurista, Menchaca no busca titulares ruidosos ni confrontaciones espectaculares. Y, sin embargo, su estilo de bajo perfil está dejando huella.
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El más reciente estudio de Demoscopía Digital, correspondiente al mes de mayo, lo coloca con un 69.8% de aprobación, apenas por debajo del podio nacional. En abril, ya se ubicaba en el 4º lugar con un 66.9%, lo que muestra una tendencia ascendente en la percepción ciudadana. No es fruto del azar, sino resultado de una administración discreta pero efectiva, que ha sabido traducir el discurso de la 4T en obras y resultados tangibles para los hidalguenses.
Lejos del populismo o la grandilocuencia, Menchaca ha hecho del trabajo de escritorio y de campo su fortaleza. Seguridad, inversión, infraestructura y un enfoque claro en la legalidad han sido pilares de su gestión. Hay quienes lo acusan de ser poco mediático, pero sus números dicen otra cosa: en tiempos de ruido, la gente empieza a valorar el silencio que construye.
La historia reciente de Hidalgo conoce bien a los gobernantes de escaparate. Hoy, bajo el liderazgo de Menchaca, el estado transita por una etapa de gobernabilidad firme y sin escándalos. En ese contraste se explica buena parte de su aprobación: la ciudadanía reconoce cuando el poder no se ostenta, sino que se ejerce con sobriedad.
Tal vez no aparezca a diario en las noticias nacionales, pero Hidalgo —con Julio Menchaca al frente— va consolidando una narrativa distinta: la de un gobierno que no grita, pero cumple.
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