El motociclismo de viaje siempre fue considerado como un pasatiempo para hombres rudos con cara de malos, pantalón y chamarra de cuero, a lo mejor con tatuajes y grandes barbas, pero este estereotipo se viene abajo cuando ven a Karen Unzueta no solo tripulando una Harley de alto cilindraje, sino que además se le puede ver en el taller armando y desarmando motores.
Desde muy pequeña, Karen Unzueta Peña conoció el mundo biker, su abuelo Armando Peña la subió por primera vez a una motocicleta, una clásica Carabela 200, mejor conocida como la moto de “Abonero”. Años después, su tío Javier -mejor conocido como “El Kolas”-, volvió de trabajar un tiempo en Estados Unidos buscando el sueño americano, le trajo un regalo que le cambió la vida.
“Un día llegó con una moto de pista y yo, con cara de admiración, escuché que me dijo ‘Ven, vamos a dar una vuelta’, desde entonces no me he vuelto a bajar de una motocicleta”.
Entrevistada en el taller de motocicletas “Moto servicio Zarco”, de la avenida Pantitlán en el municipio de Nezahualcóyotl, Karen de 27 años, originaria de esta localidad, platica cómo es vivir en una familia donde todos tienen motos y las pláticas siempre caen en ese tema, sólo que ella, es la única a quien le dio por volverse mecánica.
Algo que también causa admiración es que una persona con apenas un metro 50 centímetros de estatura pueda controlar máquinas de más de 350 kilos de peso, tan solo para levantarlas para retirar la pata de descanso exige tener piernas muy fuertes. Sin embargo, eso no ha sido impedimento para que ella las pueda manejar, “ya rodando se comportan como plumas”.
Modus vivendi, pasión que rueda
Karen recordó que un día su tío la invitó a ir a una rodada a la Basílica de Guadalupe, Javier y ella iban en una modesta motoneta, pero aun así se animaron a llegar hasta La Villa.
“Eran cientos de motos de todos los tamaños y marcas, pero me maravillé cuando vi por primeras ves motos viajeras, las cuales, para mi edad, a penas 13 años, las veía enormes y lo que más me impactó fue su sonido”.
Después de eso en una de las muchas rodadas donde fue, ya un poco más grande, alguien le ofreció trabajar vendiendo refacciones y comenzó en ese negocio, mientras, se subió a muchas motos, como buena motociclistas ha tenidos sus buenas caídas con sus respectivos raspones, pero eso nunca “se rajó”, los motociclistas de corazón se caen y se vuelven a levantar, siempre con toda la precaución y equipo de protección posible.
Su primer trabajo en un taller
Su tío juntó algo de dinero se animó a poner un negocio, consiguió una franquicia de las motos Italika y puso un taller, al que invitó a trabajar a Karen quien, con la experiencia de vender refacciones para motos, no tuvo problema en ambientarse en el taller y después de un tiempo atendiendo clientes, comenzó a meterle mano a las motos y a repararlas.
Al principio los hombres desconfiaban de que una mujer supiera de mecánica, incluso alguna vez algún cliente dijo que mejor luego regresaba cuando estuviera el “mecánico oficial”, creyendo que ella no podía reparar su unidad.
“Solo fue un par de ocasiones, la mayoría de los clientes me veían con admiración e incredulidad, pero cuando se llevaban sus motos funcionando al 100 y hasta lavaditas, algo que luego los hombres no hacen, hasta preguntaban cuando era del extra por la limpieza o alguna tuerca floja que no estaba incluida en el servicio”.
Dice la joven mecánica que poco a poco comenzó a ganarse la confianza de más y más clientes y después llegaban directamente a pedir que ella hiciera las reparaciones porque sabían que quedaban bien.
La evolución
Karen tuvo que alejarse un tiempo de las reparaciones y venta de refacciones porque en su familia -como en muchas- “el estudio es primero”, así que le llamaba la atención la investigación y se mete a una escuela para estudiar como Perito Criminalista hasta titularse sin dejar de ganar algo de dinero extra, ya que continuó vendiendo refacciones de Harley, porque necesitaba dedicarle tiempo a la escuela.
El sueño de la familia se cumplió, concluyó la licenciatura. Desde entonces, dedica su tiempo a sus dos pasiones: la investigación en temas de criminalística y las motos, solo que ahora, vende refacciones de motos importadas y motos importadas de uso.
No trabaja en alguna Fiscalía, pero se ha relacionado con algunos abogados y realiza trabajos particulares como perito certificado, lo cual le deja también para invertir en refacciones de moto.
Karen Unzueta Peña reconoció que, gracias su oficio y la profesión que ama y no cambiaría por nada, tiene muchas satisfacciones ya que le han permitido conocer a mucha gente, a muchos los ha ayudado en ambos trabajos y eso la llena de vida, hacer algo por los demás no tiene precio.
“Pero si además te deja para vivir que más le puedes pedir a la vida”.
Ahora hace lo que quiere y cuando quiere, organiza su tiempo entre el peritaje y las reparaciones con cita, pues su clientela es tan amplia que tiene que organizarse para poder atender a todos los que requieren de su servicio.
Tras la entrevista, continuó con la reparación de una motocicleta de pista que dejó un rato mientras platicaba de sus vivencias, pero ya no tardaba en llegar el dueño y todavía tenía que lavarla. Por cierto, su secreto que pocos hombres conocen para que queden limpias y brillosas, es usar algo que normalmente se utiliza en casa y es el “Pino”.
SPM