La corrupción toca a todos
Con singular alegría
Es verdaderamente terrible el cómo se han estado poniendo las cosas con las propagandas de muchos de los candidatos en este país. Hace mucho, mucho tiempo, yo no había vivido una situación similar. Repletas de mala información, de personajes muertos o secuestrados, estamos apenas en un tris de las elecciones. Y yo no quisiera ni pensar que, si no los controlan, cómo se van a poner.
Y en el centro del país, las cosas no están mejor. Pero por lo menos en este lugar, los candidatos tienen más cuidado en lo que ofrecen, cómo lo hacen, y también en no agredir a sus contrincantes.
Creo que la capital del Estado de México tiene a personas más civilizadas y congruentes con sus actos. Y sus acompañantes, también. Qué capaces de mandar a que los secuestren y se los lleven a otro lugar, a que terminen con sus campañas, por temor a que los maten. Eso nunca ha sido la administración pública ni lo será.
La ética, la inteligencia, la gana de apoyar y de sacar adelante a sus ciudadanos es lo que deberían de traer ellos dentro de su espíritu. Esto ya está tan complicado que lo único que logran es que la gente no salga de sus casas a votar, por miedo. Triste situación.
La corrupción toca a todos. Corroe el sentir democrático. Si no se la combate, se extiende con toda su suciedad, amenazando en última instancia a la democracia misma.
Es impresionante leer que llega un momento en que los estados democráticos se tornan tan vulnerables que no se requiere de mucho esfuerzo para echarlos de lado. Títeres y titánicos invasores.
Y no estamos lejos en México, el hecho de que exista un régimen democrático corrupto, puede producir un tipo de revuelta en contra de éste. Cuando se estimula a las personas a participar en asuntos públicos y a elegir a sus propios representantes gubernamentales, en donde se cree en instituciones como los encargados de la defensa de los derechos humanos, donde se defienden los derechos fundamentales del hombre, ya no se confía en quien gobierne, aunque se tenga luego la capacidad de sustituir a quien se ha elegido, una y otra vez.
La explicación es que pierden confianza porque ya no se cree en sus líderes e instituciones debido a que consideran que no obtienen un buen valor, ya que sospechan que otros reciben un tratamiento más favorable o privilegiado a sus expensas.
Es triste ver que el ser humano es antes que político y administrador público, o sólo político o sólo administrador público: un sujeto corrompible y susceptible a los engaños que esta trae intrínseca: medidas que sacrifica el bien común o el interés público por algo mucho menos valioso que muchas veces el dinero.
Entran en juego los valores y los hechos. ¿Qué se hará con la equidad hacia la población en términos de salud o de género; de población y desarrollo; de bienestar y vivienda?
La libertad, la democracia, la vida: valores del deber ser.
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