La dignidad del trabajo o un envidioso menos

La dignidad del trabajo o un envidioso menos

El Centurión

Joel Guevara Trejo
Agosto 24, 2025

“Si la oportunidad no llama, construye una puerta”

Leo una reciente publicación en el sitio de la BBC sobre jóvenes chinos desempleados que pagan para ir a una oficina y fingir que trabajan. El lugar no solo les provee un sitio físico con tecnología, salas de reuniones, almuerzo y bebidas, sino la pertenencia a un grupo, el respaldo y el acompañamiento de personas en igualdad de circunstancias, en una economía desacelerada y un desempleo con cifras elevadas, aún entre jóvenes universitarios.

La llegada al campo laboral suele ser, desde siempre, una experiencia individual y no de grupo. Cada uno tiene necesidades diferentes que le hacen llegar antes o después, con estudios o sin estudios, desde abajo o en medio.

Tras la pandemia se agregó un obstáculo más a las nuevas generaciones para la entrada al campo laboral: la falta en el desarrollo de habilidades sociales; no contar con un grupo que les brinde apoyo emocional y ayude a lidiar con el estrés, la adversidad y lo extenuante que puede ser recibir más respuestas negativas de “nosotros le llamamos”.

También, el trabajo desde casa o en línea brinda poco abrigo emocional, aun cuando seas parte de un grupo; reduce tu capacidad de negociación, comprensión y aliento en momentos bajos.

Cuentos aparte, China, como muchos países, cuenta con programas de apoyo económico al desempleo involuntario, de reinserción laboral y formación profesional financiados por empleadores y empleados, administrados por centros locales. En México contamos con el SNE (Servicio Nacional de Empleo) cuyo detalle de funcionamiento, por lo menos en los procedimientos, no parece ser amigable. Pero estos centros de simulación parecen, en el fondo, más un centro de apoyo mutuo que otra cosa.

Con cierto temor a que se me note la edad, ha venido a mi mente la película Full Monty, en la que seis desempleados acuden al centro de búsqueda de empleo de manera regular y forman un grupo de baile con striptease final, solo uno encuentra empleo, pero en el inter se han divertido y dado apoyo.

Si hay algo que enaltece, decía mi padre, es el trabajo: el sentirte útil te aleja de los malos pensamientos. Él sabía de lo que hablaba: trabajó hasta los últimos días de su vida, pasados los ochenta años. No recuerdo haberlo visto quejarse de trabajar aún en esos días, cansado por los males que le aquejaban.

Como dice un dueño de estos nuevos centros chinos de simulación de trabajo: “Lo que vendo no es un puesto de trabajo, sino la dignidad de no ser una persona inútil”… Mi padre estaría de acuerdo; cuando veía progresar a alguien, decía por todo lo alto: “Qué bueno, ¡un envidioso menos!”.

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TAR

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