La ilusión de la ligereza: Cuando la oscuridad revela lo que todos creemos ser

La ilusión de la ligereza: Cuando la oscuridad revela lo que todos creemos ser. Foto: Especial

La ilusión de la ligereza: Cuando la oscuridad revela lo que todos creemos ser

La ilusión de la ligereza, doce cuentos que dejan una serie  de preguntas, una sensación persistente de  tranquilidad.

Alejandro Baillet
Diciembre 28, 2025

En La ilusión de la ligereza (Typotaller), Sidartha Ochoa propone un recorrido incómodo y necesario por las zonas más frágiles de la experiencia humana. 

El libro, integrado por doce cuentos, no busca tranquilizar al lector ni ofrecer respuestas cerradas. Al contrario: cada historia deja una estela de preguntas, una sensación persistente de inquietud que obliga a detenerse, volver atrás y repensar aquello que solemos dar por sentado.

No se trata de terror en el sentido clásico, tampoco de horror explícito. Es algo más cercano a lo ominoso, a esa extrañeza que surge cuando lo familiar se vuelve perturbador.

Desde el inicio, la autora advierte que no le interesa encasillar su obra en un género específico.

“No me gusta calificarlos, estoy consciente de que mis cuentos se mueven en una frontera difusa donde confluyen el duelo, los secretos familiares, la ideología, la violencia y la cercanía con la muerte.

“Esa ambigüedad es, en realidad, uno de los grandes aciertos del libro: cada relato funciona como un espejo opaco en el que el lector reconoce fragmentos de la realidad contemporánea, tanto individual como colectiva”, explica.

La ilusión de la ligereza fue escrita en pandemia

Parte importante de La ilusión de la ligereza fue escrita durante la pandemia, un periodo marcado por el encierro, el silencio y el exceso de tiempo para pensar. Ese contexto se filtra en los cuentos como una atmósfera densa, donde los personajes se enfrentan a verdades que habían permanecido ocultas, incluso para ellos mismos.

 “No es una obra de horror psicológico”, aclara Ochoa, “pero sí hay situaciones que apuntan a lo ominoso, a aquello que inquieta porque no se puede nombrar del todo”.

En ese sentido, los personajes avanzan como si estuvieran en un proceso terapéutico involuntario.

“La verdad se les revela a través de la trama, de una serie de sucesos que pueden parecer sobrenaturales, pero que en el fondo están anclados en experiencias profundamente humanas. La muerte, la culpa, la fe, la ideología y la identidad aparecen como fuerzas que moldean —y a veces deforman— la percepción de la realidad”, comenta la autora y editora.

Diálogo con la violencia cotidiana del país

Uno de los ejes más potentes del libro es su diálogo con la violencia cotidiana del país. Ochoa no recurre a grandes escenas espectaculares; prefiere mostrar cómo esa violencia se infiltra en la vida diaria, en las historias familiares, en los silencios heredados. 

“Algunos cuentos remiten de manera directa a contextos rurales del norte de México, inspirados en experiencias reales de comunidades desconectadas de los servicios públicos y de profesores que, en décadas pasadas, llegaron a fundar escuelas donde no había absolutamente nada”.

En uno de estos relatos, ambientado en los años ochenta, la autora retrata a un profesor rural que encarna el idealismo de una izquierda profundamente convencida de su misión civilizadora.

“Había casi un sentido religioso en esa lucha”, señala Ochoa, aludiendo a la forma en que ciertos ideales políticos se viven como dogmas incuestionables. El personaje llega a la comunidad con la convicción de alfabetizar, de llevar progreso, pero se encuentra con una realidad que descoloca sus certezas y revela las grietas de su propia fe ideológica.

“Esa crítica a las creencias —políticas, religiosas o espirituales— atraviesa buena parte del libro. En cuentos como Jardín de arena, los personajes están carcomidos por sistemas de pensamiento que adoptan sin cuestionar: desde el pastiche new age que mezcla tradiciones prehispánicas y orientales, hasta discursos progresistas que se vuelven rígidos y excluyentes.

“Vivimos nuestra ideología casi en un sentido religioso”, afirma la autora, subrayando cómo esas creencias terminan convirtiéndose en cárceles conceptuales.

Otro de los relatos más incisivos, All Right o Las delicias de la certeza, fue escrito durante el primer periodo presidencial de Donald Trump.

“Está narrado desde la voz de un hijo, el cuento explora la muerte de una profesora universitaria aparentemente ejemplar, comprometida con las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos. Tras su fallecimiento, una serie de fotografías revela un secreto que contradice la imagen pública de la mujer y obliga al narrador a confrontar la distancia entre el discurso político y la intimidad. La dualidad entre lo que se predica y lo que se vive es, aquí, el verdadero núcleo del horror”.

“El título del libro condensa esta reflexión. La ilusión de la ligereza remite a una idea filosófica que dialoga con Nietzsche y con una frase atribuida —de manera casi fantasmal— a Diderot: la ligereza como ilusión, como espejismo”.

Para Ochoa, muchas de las creencias que consideramos sólidas y fundamentales terminan revelándose como construcciones frágiles. Los personajes persiguen esas certezas con devoción, solo para descubrir que se desmoronan. Sin embargo, la autora introduce un elemento clave: el humor y la ironía como posibles salidas.

“La ligereza es lo que puede salvar al ser humano de ser devorado por ese fardo”, explica.

No todos los cuentos están atravesados por la crítica ideológica. Hay uno, narrado desde la mirada de una niña, que aborda la violencia intrafamiliar y los abusos silenciados. Aquí, Ochoa se limita a dejar pistas, a tejer un hilo narrativo que conduce al lector hacia una verdad incómoda, sin nombrarla de manera explícita. 

“Es, quizá, uno de los relatos más duros del libro por su cercanía con historias que se repiten una y otra vez en el contexto mexicano”.

La publicación de La ilusión de la ligereza marca también un momento importante en la trayectoria de su autora. El libro tardó casi diez años en concretarse, un proceso atravesado por su intensa labor como editora.

Ochoa es fundadora y editora de un sello independiente, una actividad que, reconoce, le ha robado tiempo a la escritura, pero que también la apasiona profundamente. “La edición absorbe mucho tiempo”, confiesa, “por eso tardé tanto en publicar este libro”.

Esa doble condición de escritora y editora le ha permitido reflexionar sobre el lugar de la edición en México, un oficio que considera incomprendido y subvalorado.

Prepara un libro sobre la historia de los editores

Actualmente prepara un libro sobre la historia de los editores, a los que define como los protagonistas invisibles del mundo literario.

“Es la historia secreta de los libros”, dice, convencida de que detrás de cada obra hay un esfuerzo colectivo que rara vez se reconoce.

Ochoa observa con atención el crecimiento de las editoriales independientes en el país y celebra su papel en la renovación del panorama literario. Señala que muchas autoras latinoamericanas que hoy figuran en premios internacionales comenzaron publicando en sellos pequeños, impulsadas por editoras que apostaron por la calidad literaria más que por la rentabilidad inmediata.

Frente a un mercado dominado por grandes consorcios y figuras mediáticas, las independientes siguen siendo, para ella, un espacio de resistencia cultural.

La ilusión de la ligereza se inscribe precisamente en esa tradición: un libro que no busca complacer ni acomodarse a las modas, sino incomodar, cuestionar y abrir grietas”, responde. 

Sidartha Ochoa ofrece doce cuentos que dialogan con la realidad política, social y emocional de nuestro tiempo, recordándonos que aquello que creemos firme puede ser apenas un espejismo, y que, a veces, solo la ironía y la lucidez nos permiten seguir avanzando.

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