Hay noches en las que el rock deja de ser música para volverse espejo. No es solo un conjunto de canciones ni la repetición de viejos acordes: es el instante en que dos corrientes distintas se reconocen en un mismo escenario. El 10 de octubre, el Foro Felipe Villanueva en el Parque Naucalli será el cruce de dos maneras de entender México: la locura creativa de La Castañeda y la crudeza urbana de Lira n’ Roll.
En el fondo, hablar de estas dos bandas es hablar de las dos caras de una misma moneda. La Castañeda, con su teatralidad que mezcla luces, símbolos y un discurso conceptual, nos invita a explorar la mente como si fuera un laberinto. Cada canción es una obra que se abre a lo insondable: la obsesión, la memoria, la soledad. Verlos es sumergirse en un ritual donde la música encarna a la psiquis y la escenografía se vuelve mapa del inconsciente colectivo.
Lira n’ Roll, en contraste, mantiene los pies en la banqueta. Su rock viene de la calle, con olor a asfalto y rebeldía de esquina. Habla de la mujer que se fue, del barrio que nunca se rinde, de las cicatrices que deja la vida en la urbe. Sus letras no buscan metáforas complicadas: son puñetazos de realidad, himnos de una generación que aprendió a sobrevivir entre avenidas y microbuses, con el ruido de fondo como batería permanente. Aunque cada día refine su estilo.
El Naucalli, con su aura de parque y refugio, será testigo de ese encuentro: la mente y la calle, la locura y el barrio, la metáfora y el grito. Y quizá en esa combinación está la clave del rock mexicano: no elegir entre lo alto y lo bajo, sino aceptar que somos una suma de ambos. Somos laberinto y banqueta, somos locura conceptual e himno urbano.
Al final, lo que importa no son los estilos ni las etiquetas. Lo que queda en la memoria es el eco de una guitarra que une a miles de gargantas. En tiempos donde las divisiones parecen multiplicarse, que Naucalpan reciba a La Castañeda y a Lira n’ Roll no es solo un concierto: es un recordatorio de que el rock sigue siendo un espacio común, una plaza donde la mente y la calle cantan al unísono.
El público podrá recorrer un viaje sonoro que inicia en la exploración conceptual de La Castañeda y desemboca en los himnos de Lira n’ Roll, uniendo lo introspectivo con lo combativo, lo onírico con lo cotidiano. Esta convergencia convierte al concierto en un acto cultural que sobrepasa lo musical para transformarse en testimonio de identidad.
La fecha del 10 de octubre será un recordatorio de que la cultura rock sigue viva en los escenarios mexiquenses, no como nostalgia, sino como expresión de resistencia y comunidad. El público será testigo de una velada que promete emociones intensas, donde la teatralidad conceptual y la crudeza urbana se abrazan en un mismo acto sonoro.
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