Las Ítacas

Queridas, queridos, querides todes:

Este es un momento muy especial para mí, ya que a partir de hoy este espacio cambiará de nombre, – manteniendo su vocación en cuanto a la difusión de los ejes de investigación y difusión a los que he dedicado mi vida: Gestión y difusión cultural, Derechos Humanos, Feminismos, Fomento a la lectura y Derecho al Placer, – así como de fecha de publicación… ¡Saldremos los sábados y domingos, señoras, señores y señoros!

De más está decir que me hace muy feliz saberlo y más aún, saber que contaremos con dos fechas para compartir, las ideas, las palabras, las críticas, recomendaciones y sueños.

Siempre he creído que infancia es destino. Soy una fiel promotora del amor, la ternura y el respeto en infancia, como si fuera una religión, pero aún más allá, como forma de vida, repartir amor, vivir amor, ser el amor y a partir de ello, hacer 

un poco más amigables los mini mundos donde convivimos.

Hablando de infancias, desde niña desarrollé – tal vez por ser la única hija en mi familia, – un gusto desbordante por la lectura.

Siempre encontraba razones para clavarme en un libro. 

Para soñar en sus palabras. 

Para encontrar momentos luminosos en sus letras.

Y, ¿por qué no? Cuando la pre adolescencia inició, para generar desencuentros y discusiones brutales la hora de la comida, a manera de sobremesa, como la vez que se me ocurrió decir que ojalá que los terratenientes, esclavistas y demás fauna que lucra con el hambre ajena se muriera toda, todita. No les quiero contar la cara de mi papá, y menos la de mi mamá con su hija de once años haciendo su declaración de principios, en una comida de negocios que además sucedió en mi casa y que supongo fue todo menos una buena idea para generar adeptos entre los amigos de mi papá que me veían fascinados con un gesto de franco terror. Recuerdo una frase: “Esta Palomita, tiene opiniones muy contundentes.”

Recuerdo la otra, “calladita te ves muy bonita” y también recuerdo pensar, “Lo siento mucho, pero que se vayan a volar, yo seré, rotundamente YO.”

Después descubrí “La Odisea” de Homero, y ¡ay, cómo desee ser Ulises, dejarlo todo subir a un barco e irme al mundo – cual Snoopy con paliacate y palito cargador incluido, – y luego al leer todas sus aventuras y poblar mi micro mundo con hechiceras, cíclopes, sirenas, monstruos marinos, dioses enfadados, pretendientes traicioneros y poder ser ese astuto héroe que se sobrepone a todos los peligros con los que se encuentra, – algo que les agradezco a mis padres fue no haberme limitado por mi sexo asignado al nacer y menos aún por los estereotipos de género, al menos en la primera infancia, – lo cual me permitió imaginar irme de casa a vivir aventuras, dignas de una epopeya.

Desde ahí supe que Ítaca sería siempre mi destino, ir y venir, nunca encontrar paz en un solo sitio, hasta que llegué a mi Metepec adorado y conocí el lugar donde hasta hoy me siento bien. Mi propia Ítaca, por lo menos por los próximos diez años, no lo deseo, lo decreto. Después la vida dirá, luego conocí la obra de Konstantínos Kaváfis, Regreso a Itaca y supe que jamás dejamos de ser migrantes, caminantes eternos, insatisfechos saltimbanquis buscando algo…

Es de esa búsqueda de la que les hago partícipes y les invito a leer conmigo, viajar conmigo y compartir unas probaditas de la maravillosa condición de estar vivos.

He decidido por respeto a su libre albedrío no involucrarles en la lectura de La Odisea, sin embargo, considero fundamental que lean a Kaváfis y que en su reflexión y goce encuentren las razones para seguir haciendo siempre camino al andar, para vivir en un eterno estado de atención plena y en la maravillosa estupefacción que la vida provee.

Aquí les comparto con mucho cariño el poema que espero les haga apreciar estar aquí, y ahora.

Regreso a Ítaca

Constantino Cavafis

Cuando te encuentres de camino a Ítaca, 

desea que sea largo el camino, 

lleno de aventuras, lleno de conocimientos. 

A los Lestrigones y a los Cíclopes, 

al enojado Poseidón no temas,

tales en tu camino nunca encontrarás, 

si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta 

emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta. 

A los Lestrigones y a los Cíclopes,

al fiero Poseidón no encontrarás, 

si no los llevas dentro de tu alma, 

si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino. 

Que sean muchas las mañanas estivales 

en que con qué alegría, con qué gozo 

arribes a puertos nunca antes vistos, 

deténte en los emporios fenicios, 

y adquiere mercancías preciosas, 

nácares y corales, ámbar y ébano, 

y perfumes sensuales de todo tipo, 

cuántos más perfumes sensuales puedas, 

ve a ciudades de Egipto, a muchas, 

aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca. 

La llegada allí es tu destino. 

Pero no apresures tu viaje en absoluto. 

Mejor que dure muchos años, 

y ya anciano recales en la isla, 

rico con cuanto ganaste en el camino, 

sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje. 

Sin ella no habrías emprendido el camino. 

Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó. 

Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,

comprenderás ya qué significan las Ítacas.