El próximo 19 de junio en Temascalcingo, municipio ubicado al norte del Estado de México, se celebra la festividad de Xita Corpo, ritual lúdico dedicado a la prosperidad agrícola, se imbuyen por un lado antiguos ritos y relatos prehispánicos en torno a la vida y la fertilidad agrícola y por otro la fe cristiana expresa en la ceremonia del Corpus Christi.
La leyenda, con raíces otomíes y mazahuas, coincide con el estudio de Fernanda Ruiz sobre lo Xitas, que afirma que “El mito de los Xita Corpus es arcaico, de procedencia prehispánica que se resignifica y actualiza constantemente (…) como el culto al sol, la lluvia, la tierra y la muerte; con las celebraciones tradicionales de la iglesia como Semana Santa, la Candelaria, la Cuaresma, el Corpus Christi y los Santorales”.
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La unión del pueblo
En el Xita Corpo participan los barrios de la cabecera municipal de Maro, Bonsho, Puruagua, El Calvario, La Corona, Xelle y El Puente Andaró; las comunidades, de San Pedro El alto, San Francisco Solís, la Magdalena, La Cruz Blanca, Ahuacatitlan, La Cuadrilla, La huerta y Calderas todas ellas con los santos e imágenes de sus capillas en las ceremonias y procesión de Corpus Christi.
En la vísperas del jueves de Corpus en la capillas de cada comunidad y barrio se reúnen el grupo de los Xitas, ancianos, jóvenes y niños ataviados de trajes compuestos de fibras de maguey, usualmente reciclando costales usados en la cosecha del maíz, con máscaras de tronco de maguey o de colorín, simulan a un anciano de barba descuidada y larga, ojeras pronunciadas y rasgos marcados de una vejez producida en el campo, sobre la cabeza portan sombreros rústicos de irregulares formas generalmente hechos de ramas de sauces y cartón; cargan en la espalda un huacal o caja de madera, con objetos de la vida cotidiana del campo, estos relacionados íntimamente con el maíz. Adhieren al conjunto de sus atavíos latas y objetos ruidosos, también en las manos un bastón o un lazo. Las máscaras y el atuendo son únicos al reflejar características de la personalidad propia del participante quien durante semanas confecciona manualmente su vestuario.
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Durante el miércoles previo al Corpus Christi, al interior del templo comienzan las danzas con música de violín y tambora interpretando danzas típicas, se realizan diálogos entre un danzante que conversa en torno a su lugar de origen y recuerda pasajes de la antigua historia mazahua y otomí.
Ya avanzada la noche el grupo de Xitas sale al atrio del templo para realizar bailes en medio de gritos y lamentos, se torean enfrentando un pequeño torito artificial, hecho de madera y piel de becerro, que carga un hombre sobre sus hombros, algunos llevan en sus manos animales disecados recién sacrificados: zorras, tlacuaches, ardillas, culebras, aves, etc. Durante esta ceremonia acuden vecinos de la comunidad también los cargueros, mayordomos, fiscales que forman parte de la organización religiosa de la comunidad quienes hacen los nichos de las imágenes religiosas que participan las cuales van adornados con flores, panes, frutas y plantas de maíz tierno.
Las plantas usadas durante la ceremonia constituyen una tríada simbólica, como afirma Tania Ramírez, estudiosa de esta tradición y vecina del municipio, que propone lo siguiente:
“La tríada formada por el maguey, el maíz y el pirul nos permite entrever la forma de vida, el pensar y el quehacer cotidiano en donde, por un lado, tenemos al maguey en su calidad de casa, vestido y sustento a la vez que influye en la parte social y ritual donde están vertidas las emociones del pueblo. Por otro lado, el maíz que en su forma concreta es el alimento del pueblo, es en su parte subjetiva el símbolo de la esperanza y de la promesa de vida. El pirul como elemento espiritual es el encargado de sanar el cuerpo al tiempo que mantiene alejados a los malos espíritus del alma y da tranquilidad a la comunidad. Las plantas cumplen funciones específicas: físicas, emocionales y espirituales.”
El día de la fiesta
Horas después los Xitas rompen el alba, durante el Jueves de Corpus Christi, con los sonidos de cohetes y campanas de la capilla del pueblo, donde da comienzo la procesión para después recorrer guiados por los viejos, al ritmo de tambora y violín, encabezan el contingente religioso compuesto por personas de su comunidad y los cargueros, fiscales y mayordomos quienes llevan a los santos y estandartes del pueblo, durante el recorrido la danza se compone de pasos al compás de la tambora, que queda a la voluntad del participante su ejecución; saltos y gritos acompañan su baile.
El contingente de viejos es guiado por un viejo mayor o Xita Tapale y una Viejita Ndamale Xita quienes consideran al grupo entero sus hijos; el torito porta una mata de maíz en la boca, controla el orden de los danzantes, quienes lo retan y confrontan al torear. Al final del recorrido el toro será vencido con la muerte y resucitación del viejo mayor.
Los mayordomos portan palanganas con una cera y flores, símbolo de mando, poder y respeto; se esparce copal y suenan una pequeña campana, se van entonando cantos y echan cohetes que truenan en el cielo, en su recorrido emiten gritos acompañado de música de tambora y de violín y van danzando en su recorrido varios kilómetros hasta llegar a la cabecera municipal.
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El grupo de Xitas está compuesto entre 20 a 30 personas. La gente que observa les dice: “Pidan agua para el maicito”, durante varias horas bailan y hacen pequeñas travesuras, y así recorren comercios y calles, bajo el asombro de chicos y grandes.
El ciclo de la vida
Los Xitas con sus máscaras muestran su verdadero rostro su realidad interna, liberan de su cuerpo y espíritu la energía del ser; usualmente en ocasiones cae la lluvia en medio de invocaciones humanas, de cantos de ranas y grillos, de animales que se mueven y danzan en el paisaje vegetal que se remueva al rito milenario de la existencia en armonía con la naturaleza y el universo.
A decir de Ramírez “La armonía que guardan los mazahuas y otomíes con la naturaleza está representada en esta danza donde; además, podemos ver la conexión existente entre los ancestros y las fuerzas de la naturaleza que, a manera de lluvia, permite la existencia del ciclo muerte-vida”.
Ya de tarde regresan los grupos de Xitas a sus comunidades, van acompañado a sus santos y los mayordomos, músicos y rezanderos elevando sus cantos a la vez que aviva las brasas de los copaleros para producir oloroso humo ceremonial y llegan a sus templos y son recibidos con repiques de campanas en tanto los viejitos danzan en el atrio de la iglesia, las imágenes vuelven a ocupar sus sagrados sitios.
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Regresan a sus casas liberados, han dejado la tristeza, rencores, miedo; han invocado la lluvia. Ha llovido y con esta ceremonia se renueva la fe y se fortalece el espíritu del pueblo.
Francisca García, cronista vitalicia de Temascalcingo
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