Queridos Itacenses, un día cualquiera entré a mis redes sociales y una querida amiga me invitó a contar la historia de vida de un abuelito muy especial. Así llegué a Dana Sánchez, moría por compartir a su abuelo quien tiene 89 años y ha dejado un legado fundamental en la lucha libre nacional. Acordamos vernos un domingo y viajar a Ixtapan de la Sal para platicar con él y aquí está el resultado.
Al presentarse me dijo llamarse Macario Sánchez, pero al mismo tiempo me dijo: Yo soy El Fanstasma Asesino, luchador Rudo, rudísimo que peleó en los escenarios de diversas arenas.
Emocionado me platicó que siempre será El Fantasma Asesino, cuyo nombre nació de la fusión de los nombres de El fantasma de la ópera y El médico asesino, dos luchadores de la época a los que también admiró. Cabe mencionar que jamás perdió la máscara y que aún conserva su licencia como luchador profesional del Consejo de Box y Lucha Libre del Distrito Federal, ahora Ciudad de México. Y es que Don Macario amó la lucha desde pequeño, pues iba a la arena a ver las luchas y de ahí nació su gusto. Su luchador favorito era y será siempre El Santo, lo cual me sorprendió, siempre había tenido la idea de que era técnico, pero don Macario me explicó: “El Santo era Rudo, pero cuando comenzó a salir en las películas se volvió limpio”.
“Yo quise ser rudo, yo escogí serlo, porque me gustaba salir y que la gente se enojara, y me chiflara, me gustaba estar contra el otro luchador y contra el público.”
“Siempre tuve la idea de ser mejor que cualquiera, y entrenaba mucho para conseguirlo.” Rodeado por algunos de sus hijos, sus nietos y hasta un bisnieto, don Macario no oculta ni por un segundo el gusto que le provoca ser inspiración para su familia.
“Yo tenía un trabajo muy duro, manejaba un camión de carga, pasaba a La Merced a cargarlo y luego a distribuir a diferentes mercados, muchos dicen que es algo difícil, pero a mí me gustaba. Ahí desarrollé fuerza e inteligencia. Terminando de trabajar tenía que ir a entrenar dos o tres horas al gimnasio. Con el tiempo uno desarrolla facultades. Yo tenía un carácter duro. En el ring uno se vuelve de piedra, ese era mi trabajo.” “Lo más difícil de ser luchador es enfrentarse al enemigo, que también es luchador y que naturalmente también puede hacer daño. Nunca sentí miedo. Lo más bonito es poder admirar a alguien y en mi caso ese fue EL SANTO.“
“Luché con El Cavernario Galindo y El enfermero entre otros. Pisando el ring me olvidaba de Macario y desaparecía, me convertía en el rudo Fantasma Asesino, cada vez que ganaba sentía mucho gusto. Me gustaba llegar a casa como ganador y también me gustaba que mis hijos fueran a verme ganar. Mi meta siempre fue que el público me tomara en cuenta, y para eso tenía que ser bueno, hay que tener condición física, disciplina, conocimiento, valor y respeto.”
“Siempre quise enseñarles a mis hijos a ser buenos en todos los sentidos, buenos padres y buenos seres humanos. Me gusta ver en quienes se han convertido.”
Dejó la lucha para vivir en Ixtapan de la Sal, sus hijos lo siguieron y el resto es historia, más de cuarenta años como parte integral de una comunidad que lo admira y celebra. Don Macario es la muestra de que el trabajo arduo, ordenado y disciplinado deja buenos resultados. Seguramente itacenses ustedes también cuentan con un abuelo, una abuela o algún familiar que tenga historias tan bellas como la de Don Macario Sánchez, ¿ya se las preguntaron?
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TAR