Marina del Pilar: firmeza bajo el oleaje de la política

Jorge Chávez Mijares | Demoscopia Digital

Gobernar Baja California es un reto que va más allá de administrar el presupuesto o inaugurar obras. Es contener las mareas de una región intensa, de ciudadanía exigente, con fronteras porosas y una oposición que no descansa. En ese escenario, Marina del Pilar Ávila Olmeda, gobernadora morenista de 39 años, ha demostrado que la juventud política no está reñida con la determinación.

En el mes de mayo, el estudio de Demoscopía Digital la ubica con una aprobación de 64.6%, un descenso frente al mes de abril, cuando ocupó el 1º lugar con 69.4%. Pero más allá de ese bajón momentáneo, lo relevante es que se mantiene como una de las mandatarias mejor valoradas del país, a pesar de estar  bajo fuego constante de una oposición beligerante y de intereses regionales que buscan minar su liderazgo.

Marina ha resistido. No desde la confrontación estéril, sino con resultados. Su gobierno ha sabido colocar en la agenda temas clave: seguridad con enfoque humano, infraestructura con sentido social, desarrollo económico incluyente. Ha hecho de la cercanía con la gente una práctica cotidiana, no una pose. Baja California, con todo su vértigo fronterizo, ha encontrado en su gobernadora una figura sólida que no titubea ante las grillas ni se deja arrastrar por el ruido político.

La narrativa en su contra ha sido intensa, a veces con tintes misóginos, otras veces con acusaciones infundadas. Pero ella ha optado por la vía más difícil y más digna: responder con trabajo, mantenerse presente, escuchar a los ciudadanos antes que a los operadores mediáticos.

En un estado donde la política suele ser de alto voltaje, Marina del Pilar ha construido un estilo propio: serena pero firme, sensible pero decidida. Su popularidad, incluso con altibajos, se explica por esa mezcla de compromiso social y temple personal que inspira confianza en amplios sectores de la población.

En la Baja California de los contrastes y las tensiones, ella sigue al timón, demostrando que la juventud gobernante también puede ser sinónimo de madurez institucional. Y que, a pesar del oleaje, hay quien sabe navegar.