Memoria de corto plazo
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Era un día soleado y tumultuoso de 2006, no tenía mucho que la elección presidencial había pasado, el PAN repetía en la Presidencia de la República de la mano de Felipe Calderón y el PRI, como nunca antes en su historia, había caído hasta el tercer lugar en las preferencias electorales.
El escenario no fue el ideal para los tricolores, Mariano Palacios Alcocer permitió el juego sucio de Roberto Madrazo para arrebatarle la candidatura al exgobernador del Estado de México Arturo Montiel Rojas quien se perfilaba como el natural por el tricolor para ese proceso.
Tras el ataque a su familia a través de filtraciones sobre presuntos actos de corrupción, Montiel declinó participar en la primera elección interna del PRI para seleccionar al candidato presidencial en toda su historia; la jugarreta resultó un balazo en el pie para Madrazo.
Los priistas mexiquenses y aquellos en el resto del país que apoyaban a Montiel participaron mínimamente en la interna. Era la crónica de una derrota anunciada.
La entonces poderosa Fuerza Mexiquense se guardó en casa ese 2 de julio y la derrota fue estrepitosa.
El priismo nacional se reunió en pleno, días después, en la explanada de la Plaza de los Mártires; era un día soleado y tumultuoso de 2006, en el camino me topé de frente con Manlio Fabio Beltrones y el instinto me hizo sacar la grabadora mientras caminábamos los quizás 50 metros que le faltaban para ingresar al evento.
En ese breve recorrido, el intento fue incesante pero el viejo lobo de mar resistió y eludió dar la declaración que, salida de su boca, habría sido lapidaria para el partido:
Reconocer el terrible fracaso que significaba haber caído hasta el tercer lugar en la presidencial.
Apagada la grabadora, ya del otro lado de la valla, lo dijo al fin: “tienes razón, es un fracaso, un rotundo feacaso, pero no lo dije”.
Al igual que Beltrones y guardando las distancias; Alejandro Moreno, “Alito”, no reconocerá, ante grabadora o cámara alguna, el fracaso que son las elecciones en las que él ha estado al frente del PRI, Morena lo ha vencido con sus propias armas y se regodea en ello.
El partido del presidente López apunta ahora sus baterías al Estado de México, así lo dijo, sin ambages, Mario Delgado:
“Vamos a arrancar el próximo domingo en Toluca, en el Estado de México; porque es la cita electoral que tenemos más próxima”.
La corta memoria hace olvidar la derrota priista más dolorosa en la historia de este partido y, con ello, las lecciones aprendidas.
El PRI quizás aún no descifre la fórmula para ganarle a Morena pero definitivamente conoce la fórmula para perder ante quien sea:
Imposición de candidatos desde las cúpulas, no respetar los liderazgos locales, generar divisionismo al interior y no trabajar con sus bases han sido los elementos que, en conjunto, se volvieron la clave de sus derrotas.
Para el priismo mexiquense se acerca la madre de todas las batallas electorales, para nadie es desconocido que, en su primer mano a mano, Morena obtuvo más votos que el PRI en 2017 y que si Alfredo del Mazo es hoy gobernador de la entidad se debe a las alianzas conseguidas.
Morena se abalanza sobre la entidad como una aplanadora.
En 5 años ha logrado afinar su maquinaria y depende de lograr lo que nadie hasta ahora para vencer al PRI en 2023:
Mantener la unidad de sus correligionarios, de principio a fin, en el proceso electoral.
No se debe echar en saco roto lo dicho ayer por Ricardo Monreal respecto a no confiarse y creer que el priismo está aniquilado, menos en el Estado de México; si hay alguien en Morena que conoce el comportamiento de los priistas es él.
El priismo mexiquense depende de las alianzas pero no solo con los otros partidos, también (y quizás lo más difícil) con los grupos al interior de sí mismo tanto como de los grupos internos de los institutos políticos a quienes deberá sumar, sí o sí, para salir airoso y mantenerse vigente como el último bastión del otrora partido hegemónico y del que hoy ya casi nadie tiene memoria.
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