En Otzolotepec, pueblo otomí del Estado de México, el Día de Muertos no es solo una tradición, es una forma de comunión con los ancestros. Entre aromas de copal, flores de cempasúchil y alimentos preparados con devoción, las familias mantienen viva la tradición ancestral heredada por generaciones, que se recupera de la voz de los mayores.
Preparativos y llegada de los “muertos chiquitos”
“Solo Dios sabe cuándo comenzó la tradición de recibir a los muertos; desde que recuerdo, cuando era niño, mis abuelos ya lo hacían, a muchos de mi edad que Dios les ha permitido seguir vivos cómo yo, nos tocó ver a nuestros ancestros colocar la ofrenda en el suelo: sobre un petate, costales o ayates, esa era la manera de hacerlo en el pasado.
” Así lo dicen los más viejos de Otzolotepec quienes actualmente, traspasan las nueve décadas de vida y no olvidan la costumbre de recibir a los difuntos desde el 31 de octubre, fecha en que para ellos llegan los “muertos chiquitos”, es decir, los niños fallecidos.
Conforme crecimos se nos permitía participar más en la colocación de la ofrenda, por eso fuimos testigos de cambiar de un petate en el suelo, a preparar un entablado que sería donde se colocaría todo lo que se ofrecía a los difuntos.
Cuando al fin llegaba ese día, desde temprano preparábamos el espacio para colocar la ofrenda en el entablado de madera, quienes tenían posibilidad lo hacían sobre una mesa, porque no todos en ese tiempo contaban con una.
Ya fuera en las tablas o la mesa, se cubría con un mantel bordado a mano con diferentes dibujos de elementos naturales. Ese mantel se guardaba celosamente durante todo el año y solo se usaba en ocasiones especiales, como el Día de Muertos. Así se daba forma al altar.
La gente adquiría los petates o ayates en el tianguis del domingo, que desde hace más de dos siglos se instala en la cabecera municipal de Otzolotepec. Algunos llegaban navegando por el río Lerma, en chalupas llenas de mercancía como los petates de San Pedro Tultepec; otros venían a pie, con animales que cargaban los ayates tejidos a mano con ixtle.
Dicen con nostalgia los abuelos: “Ya se ha perdido la tradición de colocar la ofrenda en los petates, porque casi ya no hay. Ahí era donde los difuntos gustosos se sentaban a descansar y comer.”
/https://wp.lajornada.prod.andes.news/wp-content/uploads/2025/10/Ofrenda-tradicional-otzolotepec-2-1024x576.png)
La ofrenda tradicional y su simbolismo
El mediodía del 31 de octubre marcaba el momento de colocar la ofrenda para los difuntos pequeños. Con el sahumerio y el humo de copal, se trazaba la señal de la cruz en la puerta principal de la casa, al mismo tiempo que se decían palabras de bienvenida: “Pasen, pasen, están en su casa. Gracias por venir de nuevo. Siéntanse cómodos, disfruten lo poco que se les ofrece de todo corazón.” Estas palabras se acompañaban de un rezo.
Muy importante era dibujar el camino en el suelo con pétalos de cempasúchil, desde fuera de la casa, hasta la ofrenda, para guiar a los difuntos. Así se recibía a los niños muertos.
En la ofrenda se colocaba solo un poco de lo preparado: sopa, tamales de dulce hechos con maíz negro y piloncillo, atole de masa; en general, alimentos suaves que pudieran comer los niños. Se sahumaba constantemente con copal, se encendían velas y se colocaban flores, todo en pequeñas cantidades.
El 1 de noviembre, al mediodía, se despedía a los niños difuntos para dar paso a los adultos. Nuevamente, el sahumerio abría el umbral de la casa, acompañado de oraciones y palabras de bienvenida. Esta vez, el altar se llenaba de abundancia: tamales de haba, camote, guacamote, cañas, guayabas, mandarinas, jícamas, manzanas, plátanos, naranjas, ciruelas y otras frutas de temporada.
No podía faltar el pan de muerto tradicional, en forma de rombo con las “manos” dobladas al centro. Aunque ya existían las hojaldras, solo quienes tenían posibilidad económica las compraban. El platillo típico para los difuntos era: papas con charales, vinagreras, nopales en chile rojo, y frijoles. Pocas familias colocaban mole. En cuanto a bebidas, se ofrecía lo que al difunto le gustaba: cerveza, pulque, chumiate, atole o chocolate, usualmente preparado con agua, aunque también se hacía con leche.
Los utensilios usados, así como el petate, debían ser nuevos. Uno de los elementos más simbólicos del altar era el vaso o jarro de agua, porque se cree que los difuntos vienen cansados y traen sed. También se colocaba agua bendita, cera y flores, la más emblemática, el cempasúchil que algunas las familias sembraban en sus terrenos. También eran comunes el alelí, la flor de nube y el terciopelo.
/https://wp.lajornada.prod.andes.news/wp-content/uploads/2025/10/Ofrenda-tradicional-otzolotepec-3-1024x576.png)
El rosario en casa y el respeto en silencio
Al atardecer del 1 de noviembre, con la ofrenda ya colocada, los familiares se acomodaban respetuosamente frente al altar. Los abuelos se quitaban el sombrero, las mujeres se cubrían la cabeza con el rebozo, y todos permanecían cabizbajos, recordando, rezando, reflexionando y a veces, llorando. El rosario se rezaba entre las siete y ocho de la noche; de ser necesario se buscaban a alguien que lo hiciera.
El Día de Muertos, a los niños, quienes curiosos veían todo lo que estaba en la ofrenda y por momentos sentían la tentación de tomar algo, pero se les advertía: “No agarren nada, porque se los lleva el muertito.” Con tal advertencia se desistían por temor.
Camino al panteón y despedida
Velar a los difuntos en el panteón, la noche del 1 de noviembre, fue durante generaciones una de las manifestaciones más profundas del Día de Muertos en Otzolotepec. Se quedaban ahí hasta que se consumían por completo, y luego regresaban a casa. El 2 de noviembre, desde temprano, las familias se preparaban para acompañar a sus difuntos de regreso al panteón, no sin antes hacer una última oración, en esta parte de la celebración se llevaba comida para convivir un rato con sus muertos.
Cuando las velas se apagaban, los familiares se persignaban frente a la tumba y besaban la cruz enterrada en la cabecera, así se despedían de sus muertos rogando a Dios que les permitiera volver el próximo año.
Por lo regular la comida que llevaban no se comía dentro del panteón por respeto a los muertos, en el caso del cementerio municipal -Tetitla-, la gente lo hacía en la milpa grande que estaba enfrente al cementerio. Ya en casa, la ofrenda se repartía entre familiares, vecinos y compadres, en un intercambio que fortalecía los lazos comunitarios.
Tradición que respira
“Si lo haces con fe, se siente su presencia”, dicen los abuelos.
La presencia de los difuntos se percibe en el aroma del copal, en el olor de las flores, en el ambiente que rodea la ofrenda. Algunas cosas ya no se acostumbran como antes, pero la tradición sigue viva, latente.
Mientras se continúe repitiendo, seguirán vivas también las tradiciones en la memoria colectiva del pueblo otomí de Otzolotepec.
Francisco Hurtado Cisneros, Cronista vitalicio de Otzolotepec
TE SUGERIMOS:
- Ofrenda tradicional otomí, sobre petate y entre flores comida y aroma de copal en Otzolotepec
- Ana de las Flores: la poesía, afirmación de la identidad afrodescendiente
- Sector privado incrementa apoyo psicológico a sus empleados
- CFE restablece suministro en estados afectados por inundaciones
- Gobernadora inicia campaña “Limpiemos nuestro Edomex”
¡La Jornada Estado de México ya está en WhatsApp! Sigue nuestro CANAL y entérate de la información más importante del día.
TAR

/https://wp.lajornada.prod.andes.news/wp-content/uploads/2025/10/Ofrenda-tradicional-otzolotepec-1.png)
