Optimismo

Optimismo

El Centurión

Joel Guevara Trejo
Septiembre 28, 2025

Ves el mundo como tú eres.

Sin mayor criterio científico que lo respalde, siempre he creído que el optimismo es un gen que viaja en el árbol familiar como el color de los ojos.

Mi abuelo era un pesimista empedernido, pero eso lo llevaba a la virtud de prepararse como un guerrero para cubrir cualquier frente —sobre todo negativo— del problema que afrontaba.

Mi abuela es una optimista inquebrantable, plantea siempre buena cara a los problemas, hace lo más que puede, luego procede a buscar a la mejor persona que a su juicio puede resolverlo, para finalmente irse tranquila a la cama con un “ya se lo encomendé mucho a las Ánimas del Purgatorio”.

Mi madre tiende más al pesimismo y la desconfianza, mala combinación que le lleva a perder cosas y pensar que alguien las pudo haber robado (lo que casi nunca pasa).

Mi padre era un optimista extremo. Le vi perder fortuna, trabajar duro y recuperarla siendo ya un hombre mayor.

A mí me ha tocado la enorme suerte de salir mayormente optimista, puedo ver la salida aún en situaciones muy oscuras, aún en medio de la desgracia. Soy un hombre de fe.

En alguna ocasión, durante Semana Santa, regresando de un viaje, tuvimos un percance en la camioneta en que viajábamos, la cuestión es que no aceleraba. Cada uno de los tripulantes tomó la actitud propia: lamentando no haberse dado cuenta, bajando a amarrar con un cinturón la pieza para que funcionase, llevando la mano de fuera sosteniendo ese cinturón todo el camino y rezando (¡gracias abuelita linda!).

¿Puedes entonces cambiarte de pesimista a optimista? En mi experiencia, ayuda desactivar el miedo y algunos cambios en cómo afrontas la vida, no solo es aprender del fracaso (que los pesimistas despedazan a conciencia), sino también de lo que nos sale bien.

Cuando he pasado por momentos pesimistas a lo largo de la vida, y me siento cargado negativamente, no falta quien me haya comentado de terapias de ayuda para sentirme mejor. Diré que sirven si entiendes que se trata de alinear lo que estás vibrando a tus objetivos, que la vida es como un espejo, te sonríe si la miras sonriendo o viceversa.

Si los fracasos los narras en positivo como un aprendizaje y sigues adelante o como una incapacidad para intentarlo nuevamente. Es la historia que te cuentas de las cosas que te pasan, no lo que te pasa en sí.

También es que hay que entender que, en toda situación, algunas de las cosas están dentro de nuestro control y muchas otras no, como lo dice muy bien la plegaria de la serenidad:

“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”.

Entonces, si pasas por un mal momento no te aflijas, lo malo es el momento, no tú…

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