Pablo González Casanova pensamiento, congruencia y libertad
Pablo González Casanova (Toluca, 1922-Ciudad de México, 2023) –destacado intelectual de izquierda, magnífico ensayista, educador, representante de las causas de los pueblos indígenas, luchador social, impulsor de la democracia en México, exrector de la UNAM y uno de los fundadores y más cercanos colaboradores de esta casa editorial– falleció el pasado 18 de abril a los 101 años. Entre su abundante obra destacan, entre otros, títulos como ‘Las categorías del desarrollo económico y la investigación en ciencias sociales’, ‘Imperialismo y liberación en América Latina’, ‘La nueva metafísica y el socialismo’, ‘El Estado y los partidos políticos en México’, ‘El poder al pueblo’ y, en particular, La democracia en México, ensayo indispensable hasta la fecha para la comprensión cabal de la realidad sociopolítica de nuestro país. Activista permanente en favor de las naciones indígenas y las clases históricamente explotadas y violentadas, lo mismo que académico forjador de varias generaciones, don Pablo –como afectuosamente lo llamábamos sus innumerables bienquerientes– vivió más de un siglo de congruencia y pensamiento crítico.
La injusticia y el peligro
El pensamiento de Pablo González Casanova (Toluca, 1922-Ciudad de México, 2023) puede condensarse en una de sus máximas. En “Los peligros del mundo y las ciencias prohibidas”, ensayo publicado en La Jornada en 2011, escribió: “No hay duda que vivimos en un mundo injusto y peligroso.” Consagró sus esfuerzos a la disminución de la infamia. Fue su anhelo. En ese acometimiento basó su visión de la sociología.
Como exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cargo que ejerció desde 1971 hasta su renuncia al mismo, a mediados de 1973, dedicó el ensayo “Un mensaje a la juventud” –que apareció en este diario también en 2011– a los profesores y estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades. Con cierta esperanza apeló al ánimo juvenil. Recordó que desde 1968, en París, en Chicago, en Ciudad de México, los movimientos de la juventud estuvieron al frente de la querella por “otro mundo posible.” Se refirió al fenómeno similar ocurrido en los países árabes. González Casanova aseveró que los jóvenes están en contra de las discriminaciones raciales, la guerra, las simulaciones de la democracia o del socialismo que –legitimadas por la clase política– resultan dictaduras de ricos y poderosos apoyados en las fuerzas de seguridad. Se opuso a aquellos que “atacan, desorientan y enajenan” a la juventud y a los pobres.
Autor de libros notables como La literatura perseguida en la crisis de la Colonia (1958), Las categorías del desarrollo económico y la investigación en ciencias sociales (1967), Imperialismo y liberación en América Latina (1978), La nueva metafísica y el socialismo (1980), El Estado y los partidos políticos en México (1981), El poder al pueblo (1986), Disciplina e interdisciplina en ciencias y humanidades (1996), Reestructuración de las ciencias sociales. Hacia un nuevo paradigma (1998), La universidad necesaria en el siglo XXI (2001), Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la política (2004), González Casanova –uno de los fundadores de La Jornada– obtuvo la licenciatura en Derecho en la UNAM, la maestría en Ciencias Históricas en El Colegio de México –tras ingresar al Centro de Estudios Históricos– y el doctorado en Sociología en La Sorbonne de París, con la tesis Introduction à la Sociologie de la Connaissance de la l’Amérique Espagnole à travers les donnes de l’Historiographie française [título que podría traducirse como “Introducción a la sociología del conocimiento de Hispanoamérica a través de la situación de la historiografía francesa”]. Su asesor fue el historiador galo Fernand Braudel (Luméville-en-Ornois, Meuse, 1902-Cluses, Haute-Savoie, 1985), el máximo exponente de la segunda generación de la Escuela de los Annales.
Académico emérito de la UNAM, González Casanova se desempeñó como integrante del Instituto de Investigaciones Sociales y como profesor en las universidades de Oxford, Cambridge y The New School for Social Research. Participó en la Association Internationale des Sociologues de Langue Française –fundada en 1958 en Bruselas–, en el Comité Internacional para la Documentación de las Ciencias Sociales y en la Academia de la Investigación Científica. Fue miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua. Recibió los doctorados honoris causa de las universidades Autónoma de Sinaloa, Guadalajara, Colima, Montevideo, Autónoma del Estado de México, Autónoma de Puebla, Complutense de Madrid, Nacional Autónoma de México, La Habana y Central de Venezuela. Fue galardonado con los premios Internacional José Martí de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura; Nacional de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía; Universidad Nacional en el Área de Investigaciones en Ciencias Sociales; y Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México. Se involucró en las órdenes Félix Varela y José Martí de la República de Cuba.
La responsabilidad ético-política en la obra
Su defensa de los estudiantes y de los pueblos indígenas comenzó durante sus años de formación. Según el sociólogo chileno-español Marcos Roitman Rosenmann –doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid–, la vocación humanista de González Casanova fue el sendero que lo condujo de la sociología a la ciencia política, la economía, la historia y la antropología. Asumió “la responsabilidad ético-política del hombre comprometido con su tiempo y realidad social”, dijo Roitman Rosenmann en el prólogo a De la sociología del poder a la sociología de la explotación. Pensar América Latina en el siglo XXI (Siglo XXI Editores, Ciudad de México, 2015), antología de textos de Pablo González Casanova. Entre los temas que exploró destacan la lucha por la democracia, la liberación y el socialismo; los procesos políticos, las alternativas y la ética de la convicción, así como los paradigmas de las ciencias sociales percibidos como nuevas formas de actuar y de pensar.
En La democracia en México (1965) –pieza fundamental y clave en su corpus– González Casanova trata “el problema indígena” –el término es suyo–: es un asunto de colonialismo interno. Concluyó que la comunidad indígena es una colonia en el interior de los límites nacionales y que posee las características de una sociedad colonizada. Es prodigioso que un investigador cuya formación fue principalmente histórica haya evitado recurrir a Clío, aseguró Rafael Segovia, miembro de El Colegio de México. La explicación de la política mexicana –las formas de su desarrollo, de su estructura– es sociológica.
“Ni la igualdad, ni la libertad, ni el progreso son valores que estén más allá de la explotación, sino características o propiedades de ésta”, reflexionó González Casanova en Sociología de la explotación (1969), otro libro esencial. Para el pensador, la desigualdad, el poder y el desarrollo componen la relación de explotación. El análisis de la desigualdad se vincula con la relación social incontestable de los explotadores y explotados, con la de los propietarios y los proletarios.
Cuando dictó la conferencia “La democracia de todos” en el XXI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología en São Paulo en 1997 –recordó Roitman Rosenmann–, González Casanova reiteró: “La democracia es una utopía. ‘El gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo’, como dijo Lincoln, o ‘la democracia para todo el pueblo’, como dijo el subcomandante Marcos, es una utopía.”
Como científico social, la rebelión de Chiapas impactó en su pensamiento humanista –comentó Roitman Rosenmann–, al igual que lo hizo la Revolución Cubana. Se trató de un momento crítico
en la historia política de la lucha por la democracia en México. González Casanova demostró su
consecuencia y compromiso. Participó en las mesas de diálogo y negociación entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), las fuerzas políticas y sociales y las autoridades gubernamentales. Asistió a los foros y encuentros convocados por el EZLN. Para él, implicaba una transformación del proyecto de poder democrático. En 2018 fue nombrado comandante Pablo Contreras del Comité Clandestino Revolucionario Indígena –consejo de delegados de las comunidades zapatistas al que está subordinado el aparato militar del EZLN–, para enfatizar su pensamiento crítico y su quehacer en el apoyo al reconocimiento y a la autonomía de los pueblos originarios.
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La Ilustración en el mundo novohispano
El autor de La democracia en México (1965) examinó las perspectivas y las reflexiones de la historiografía europea –principalmente la francesa–, utilizadas para explicar la realidad hispanoamericana de los siglos XVI y XVII. González Casanova reveló cómo la América hispánica ve alterada su percepción en función de las ideologías, las utopías y creencias culturales del viejo continente –expuso Jaime Torres Guillén, profesor de la Universidad de Guadalajara–, y manifestó que la identidad y la historia hispanoamericana no se explicaban a partir de su propia realidad, sino que se extrapolaban las ideas de la sociedad europea. Es la razón por la que analizó los procesos de la modernidad y de la Ilustración en el mundo novohispano en El misoneísmo y la modernidad cristiana en el siglo XVIII (1948), Una utopía de América (1953) y La literatura perseguida en la crisis de la Colonia (1958).
A partir de la realidad mexicana y su complejidad étnica, encontró la noción de colonialismo interno. Sus primeros acercamientos al marxismo –comentó el investigador de la UNAM Magdiel Sánchez Quiroz– fueron a través de Vicente Lombardo Toledano, a quien reconoció por haberlo introducido al pensamiento de Antonio Gramsci. Y tuvo intercambios con Pedro Henríquez Ureña, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Octavio Paz, entre otros escritores.
Una generación en plena transición cultural
El resumen novedoso en 1963, según Carlos Fuentes en Tiempo mexicano, todavía en plena transición cultural, lo indican múltiples nombres: Alí Chumacero, Jaime Sabines, Jaime García Terrés, Rubén Bonifaz Nuño, Marco Antonio Montes de Oca y José Emilio Pacheco en la poesía; Juan Soriano, José Luis Cuevas, Rafael y Pedro Coronel, Ricardo Martínez, Vicente Rojo, Alberto Gironella, Manuel Felguérez y Lilia Carrillo en la pintura; Fernando Benítez, Luis Villoro, Gastón García Cantú, José Luis Ceceña, Pablo González Casanova y Edmundo Flores en el ensayo; Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Víctor Rico Galán y Henrique González Casanova en el periodismo político; Rosario Castellanos, Emilio Carballido, Sergio Galindo, Juan García Ponce, Homero Aridjis, Juan Vicente Melo y José de la Colina en la narrativa; Juan José Gurrola, Juan Ibáñez, José Luis Ibáñez, Héctor Mendoza y Héctor Azar en la renovación teatral; Joaquín Gutiérrez Heras, Leonardo Velázquez, Eduardo Mata, Manuel Enríquez y Rafael Elizondo en la música; Manuel Barbachano Ponce, Carlos Velo, Manuel Michel y el grupo de Nuevo Cine en la cinematografía.
La renovación que examinó Fuentes significó también diversidad: los creadores fueron, siempre, una asimilación de la conciencia de ser mexicanos durante el período de cambio e innovación. Esa conciencia de ser mexicano imperó en la obra y en los actos de don Pablo González Casanova.
Información de Alejandro García Abreu
TAR