Jorge Chávez Mijares | Demoscopia Digital
A veces, los números suben, pero la legitimidad no. Jesús Pablo Lemus Navarro, gobernador de Jalisco por Movimiento Ciudadano, aparece en mayo con un 59.2% de aprobación según Demoscopía Digital. El dato, por sí solo, podría sugerir una mejora. Pero no hay cifras que tapen el desencanto. No es lo mismo aprobar que confiar. No es lo mismo escalar que gobernar.
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Lemus encarna esa nueva cepa de políticos diseñados para agradar al algoritmo: bien peinados, siempre en redes, rodeados de cámaras, ensayando empatía como si fuera una pose de Instagram. Pero cuando el ruido mediático se disipa, lo que queda es un vacío de gestión, una narrativa hueca sostenida con luces, no con resultados.
Jalisco no necesita influencers en el poder. Necesita estadistas. Pero Lemus parece más preocupado por su próxima candidatura —ya sea presidencial o al ego— que por resolver el deterioro visible de su estado. La inseguridad sigue siendo una herida abierta, la desigualdad se expande desde los márgenes de Guadalajara, y en lugar de gobierno hay espectáculo: conferencias vacías, slogans repetidos, y una soberbia que raya en lo grotesco.
Sí, subió en las encuestas. Pero ¿qué aplaude la gente? ¿Las obras de relumbrón? ¿Los eventos musicales? ¿El show? Mientras tanto, hay colectivos de madres buscadoras que no encuentran paz, hospitales que no alcanzan, transporte colapsado y un sector empresarial que empieza a notar que debajo del discurso moderno, hay un gobierno con más humo que fondo.
Pablo Lemus no llegó a la gubernatura como un líder de lucha, sino como el heredero del esquema de poder emecista que se cocina entre cafés hipsters y pactos tras bambalinas. Un proyecto de élite que se vende como joven y renovador, pero que opera con las mismas artimañas del viejo régimen: opacidad, desdén por la crítica y control del relato público.
El tiempo revelará si su repunte en aceptación es real o solo una ilusión óptica. Lo cierto es que el carisma impostado y la sonrisa constante no bastan para gobernar un estado con la complejidad de Jalisco. Los reflectores no construyen futuro; lo hacen las decisiones valientes, la verdad sin maquillaje y el servicio sin adornos. De eso, Lemus aún no da señales.
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