El Gordo, El Teca, El Max y El Adrián, eran cuatro jóvenes que sobrevivían en las calles de Nezahualcóyotl limpiando parabrisas, lustrando llantas o desempolvando carrocerías.
Ellos perdieron la vida en los últimos tres meses, como consecuencia de la inhalación excesiva de solventes o consumo de alcohol, el frío, la indiferencia de las autoridades y la sociedad civil.
Mueren indigentes en Nezahualcóyotl
La muerte de estos jóvenes, de entre 17 y 28 años, casi pasó inadvertida, pues abandonaron sus hogares desde hace años luego de romper relaciones con sus respectivas familias y fueron adoptados por otra familia: la de la calle, aquella que les recibió cuando renunciaron o fueron expulsados de sus casas, aquella que reunió el dinero para pagar su servicio funerario.
“Por el frío, por caña, por activo, y la cruda mal curada, no tenían para curarse la cruda y por eso se murieron (…) desgraciadamente no teníamos para sepultarlos, fuimos a pedir el apoyo al DIF, pero obviamente el DIF nos pide una credencial de elector, pero si no tenemos acta de nacimiento, menos el INE, y la verdad ha sido difícil”, refirió La China, una mujer que se forjó en las calles de Nezahualcóyotl y que intenta sacar adelante a sus hijos, trabajando en los cruceros.
“A veces tenemos que subirnos a los camiones a pedir una moneda para poder pagarle a la funeraria y sepultar a los compañeros, pero primero tenemos que conseguir el acta de defunción de la persona y con la dirección de donde se está velando porque si piensan que estamos lucrando no nos dan, y, así pues, incluso pueden ir para comprobar que es verdad”, añadió.
Nezahualcóyotl estima 500 personas trabajando en cruceros viales
Arturo Hernández Rosales, Presidente del Comité de Vecinos Tequio A.C. quien apoya desde hace más de dos décadas a trabajadores de crucero de Nezahualcóyotl, estima que actualmente hay en esta localidad alrededor de 500 personas trabajando en los semáforos, entre limpiaparabrisas, mechuderos, payasitos, malabaristas y vendedores, y de ellos, al menos un centenar no tiene casa por lo que pasan su vida en las calles.
En camellones, canchas deportivas, jardineras, bóvedas de instalaciones eléctricas subterráneas y hasta en una marquesina estas personas encuentran un lecho para pernoctar, en la calle también encuentran la forma de comer, asearse y hasta tener sexo.
El gringo, un hombre que emigró a Estados Unidos y tuvo mala fortuna, regresó para sumarse a esta población. Él acondicionó un espacio, con plásticos y lonas, en la marquesina de una mueblería en la esquina que forman las Avenidas Chimalhuacán y Adolfo López Mateos, a donde accede por el puente peatonal.
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Indigentes renuncian a su identidad y no cuentan con programas sociales
Ellos -dice Arturo Hernández- al ser expulsados de su núcleo familiar, renunciaron a su identidad y un acto simbólico cuando se incorporan a la familia de la calle es adoptar un apodo o un nombre distinto como serán conocidos durante su vida en la calle.
Agregó que pese a las condiciones en que sobreviven estas personas, actualmente no hay albergues o programas permanentes de apoyo para ellas, a excepción de la temporada invernal, cuando los gobiernos municipales llegan a proporcionarles cobijas.
“No hay programas de apoyo para ellos porque esa población no les reditúa nada a los políticos, además ellos no quieren el tipo de apoyo que les dan, una despensa a ellos no les sirve porque no tienen dónde cocinar”, expuso.
Hoy el único apoyo que tienen hombres y mujeres que viven en las calles es el de Arturo Hernández, quien se ha convertido en una especie de mentor y el de ellos mismos, quienes pese a sus riñas, siempre están, siquiera, para ayudarse en la sobrevivencia y en la muerte.
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MPH