Piñatas, diablillos y cena bajo el cielo virreinal en Tepotzotlán

Piñatas, diablillos y cena bajo el cielo virreinal en Tepotzotlán. Foto: Especial

Piñatas, diablillos y cena bajo el cielo virreinal en Tepotzotlán

La pastorela más antigua de México, creada en 1963 por Jaime Saldívar, fusiona teatro, procesión y banquete en un Patrimonio de la Humanidad.

Redacción
Diciembre 14, 2025

Llegar a Tepotzotlán es regresar en el tiempo. Sólo es cuestión de pararse en el centro de la Plaza de la Cruz para sentir la mítica energía de su ancestral centro ceremonial, el cual yace en su subsuelo, y al contemplar de frente el maravilloso Templo de San Francisco Javier, pináculo del conjunto del antiguo Colegio Jesuita de San Francisco Javier, hoy sede del Museo Nacional del Virreinato, su soberbia fachada de piedra labrada por manos indígenas y dirigidas por los sabios jesuitas extasía nuestra mirada; y al admirar el relumbrante dorado de los retablos de su interior, el asombro rebosa nuestras almas.

Toda esta belleza inspiró al maestro Jaime Saldívar para crear un maravilloso mundo alrededor de una de las más entrañables tradiciones mexicanas: las fiestas navideñas, en las que las protagonistas en la época virreinal eran las pastorelas; escenificaciones sacras del periplo de la Sagrada Familia desde Nazaret a Jerusalén para protegerse de sus enemigos, de su nacimiento en un humilde pesebre, donde pastores y reyes fueron a adorarle, transmitiendo un mensaje de paz y hermandad.

El inicio de la tradición

En un inicio, después de la pastorela, los frailes realizaban una procesión por el atrio o las calles del pueblo con las imágenes de la Sagrada Familia, cargadas por los habitantes; posteriormente cantaban letanías para “pedir posada” para entrar al interior de la parroquia. Acto seguido, quebraban las piñatas con el fin de tundir a palos los pecados capitales que representan los siete picos, y la soberbia que se simbolizaba con el oropel con que eran cubiertas.

Al lograr esto, rompiendo la piñata, en recompensa, los asistentes recibían en abundancia y, “caídos del cielo”, los dones divinos simbolizados por el relleno de las piñatas: dulces, confites y fruta; lo cual hacía, y hace todavía, las delicias de chicos y grandes. Finalmente, se realizaba un convivio donde se repartían “los aguinaldos”, que eran costalitos con fruta como cañas, jícamas y mandarinas, y confites. También se compartían tamales, buñuelos, atole o ponche. En las parroquias se colocaba “el nacimiento”: una maqueta del suceso celestial que, en México, dio pie a la elaboración de infinitas figurillas de barro, yeso o cerámica para complementarlo; algunas de ellas, verdaderas obras de arte.

Todo esto fue implementado por los frailes Franciscanos, en su convento de Acolman, que posteriormente cedieron a la orden de los Dominicos; con el fin de ser instrumentos de evangelización y se realizaban al aire libre.

Bueno, eso fue durante el virreinato y mientras los frailes estaban al cargo; después, el pueblo llano se apropió de la tradición y la “adaptó un poco” a su realidad contemporánea.

Piñatas, diablillos y cena bajo el cielo virreinal en Tepotzotlán

El cambio de El Diablo

El solemne diablo fue sustituido por picarescos diablillos que se mofan del público y evidencian a los malos servidores públicos o personajes pudientes del pueblo; los pastorcitos también hacían lo propio, y finalmente la pastorela se convirtió en una divertida catarsis, pero sin dejar de lado su principal mensaje evangelizador.

Con el tiempo, esta tradición se transformó y las “posadas”, que es como llamamos a estas celebraciones en conjunto, se realizaron en las casas a menor escala, y las pastorelas se empezaron a representar en las plazas, teatros y otros locales cerrados, con lo cual se perdió parte de su esencia. Afortunadamente, las parroquias de los pueblos de Tepotzotlán actualmente están retomando esta añeja tradición, aunque sin representación de pastorelas.

En 1963, el maestro Saldívar empezó a hacerse cargo del restaurante del próximo Museo Nacional del Virreinato, al que llamó “Hostería del Convento de Tepotzotlán”, aunque hay que señalar que el lugar nunca fue convento. Ya que, además de pintor, era aficionado a la cocina y músico “amateur”, así lo señalaba él.

Al contemplar el señorial espacio, rememoró la añeja tradición virreinal de las posadas y decidió recrearlas al aire libre en ese sitio, con todos los elementos tradicionales antes mencionados. Para ello, escribió el guión de dicha pastorela, utilizando el antiguo diálogo rimado que las pastorelas virreinales utilizaban, pero añadiendo ese toque de picardía tan nuestro. Para la puesta en escena, se apoyó en la experiencia de los dramaturgos Miguel Sabido y José Solé, y la musicalización corrió a cargo del cantante e investigador de música tradicional mexicana, Óscar Chávez.

Los trabajos de “Gabriel”

El primer arcángel “Gabriel” fue representado por un emergente Héctor Bonilla. De ahí en adelante, algunos actores de renombre han participado en ella: Roberto Sosa, Ausencio Cruz, Rocío Banquells, León Michel, Cecilia Toussaint y muchos más.

Saldívar recreó el vestuario tradicional indígena mexicano, incluyendo caballo, burro y borregos reales. Los trajes de los arcángeles fueron pintados a mano por el maestro, inspirándose en las imágenes virreinales policromadas del interior del Templo de San Francisco Javier.

Los trajes de los arcángeles fueron pintados a mano por el maestro, inspirándose en las imágenes virreinales, policromadas, del interior del Templo de San Francisco Javier.

Logró hacer algo que todavía sorprende a muchos: mientras los asistentes salen en procesión, con personas escenificando a la Sagrada Familia, cargadas en andas,  al atrio de San Francisco Javier, y luego en la entrada de la hostería cantan la letanía para pedir posada, acompañados por el mariachi y la banda de pueblo; el “escenario” se convierte en un “restaurante” donde una suculenta cena mexicana, con pozole, tamales, buñuelos, ponche y dulces típicos, los espera a la mesa.hacer algo que todavía sorprende a muchos, mientras los asistentes salen en procesión, con personas escenificando a la Sagrada Familia, cargadas en andas al atrio de San Francisco Javier y luego en la entrada de la hostería cantar la letanía para pedir posada, acompañados por el mariachi y la banda de pueblo; el “escenario” se convierte en un “restaurante” donde una suculenta cena mexicana con pozole, tamales, buñuelos, ponche y dulces típicos, los espera a la mesa.

Una fiesta que sigue viva

La pastorela de Tepotzotlán es, definitivamente, una divertida fiesta; pero en los pueblos no hay fiesta sin música en vivo y pirotecnia, los cuales también están presentes y alegran el corazón de los presentes y sorprenden sus sentidos.

Con 62 años continuos, solamente interrumpida por la pandemia de COVID, esta pastorela se ha convertido en la más antigua y famosa de México. Muchos asistentes extranjeros vienen a deleitarse con ella entre el 16 y el 23 de diciembre. Algunos ya la han disfrutado en múltiples ocasiones, y muchos connacionales vienen con toda la familia, algunos cada año, a iniciar sus fiestas decembrinas con esta divertida puesta en escena.

Como dice el diablillo “Lucy… Pérez”, los esperamos para que “vengan a atascarse de tamales y aguardiente, en estas benditas posadas”, de la pastorela de Tepotzotlán, en la Hostería del Convento; obra teatral que sin duda ya es patrimonio del Pueblo Mágico de Tepotzotlán; por cierto, el recinto donde se representa es Sitio Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Información de Juan Samuel Coronel

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