Resguarda el barrio de San Martín, Tepotzotlán, antiguos misterios

Resguarda el barrio de San Martín, Tepotzotlán, antiguos misterios

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De brujas, campanas, encuerados, mujer de lamentos, frailes, entre otros personajes, han distinguido al lugar a través de sus leyendas.

Redacción
Agosto 10, 2025

Familias del Rincón de Garrido, barrio de San Martín, en Tepotzotlán, dan a conocer que aún se reúnen para contar leyendas antiguas, muchas de ellas surgidas a partir de la época colonial.

Las historias se han convertido en la tradición oral de la comunidad, así como patrimonio cultural del municipio en el que, aunque no existe una publicación impresa oficial, sí el ímpetu de sus pobladores por mantener viva la tradición.

La misteriosa mujer

Se cree que en los cuerpos de agua del municipio, entre el tramo pegado al Edayo y los Chabacanos, existe un zapote vivo; quienes pasan por ahí de madrugada escuchan el lamento de una mujer, quien creen podría ser La llorona, de espectral figura. 

Se dice que los infantes que se acercaban a la zanja, cercana al árbol, eran las víctimas de la desconocida mujer, quien obaba las almas de los pequeños para ser presentadas a Dios, como si fueran hijos propios de la dama; decían que así lograría el perdón y con ello dejaría de vagar y penar por el mundo de los vivos.
Los vecinos afirmaban que, al acercarse la noche, cuidaban con mayor cautela a los chamacos, pues si oían el lamento de la mujer que arrebataba el alma de los pequeños, los padres corrían a esconderlos. Si la queja se escuchaba lejos era que la mujer estaba cerca y viceversa. 

Aseguran que solo los borrachos, o en la tradición popular, quienes venían “hasta las manitas” eran los únicos que podían ver la figura completa de la misteriosa mujer; también si iban solos. Otros pobladores afirman que familiares y amigos de décadas pasadas comentaron salvarse de morir ahogados cuando se la encontraban cerca de la zona lacustre, lograban correr con fuerza y escapar de sus encantos. Algunos que dicen haberla visto, del tremendo susto enfermaron de diabetes. 

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Sin ropajes

El encuerado, otro emblema de las leyendas, solía aparecer en lugares oscuros y solitarios, entre ellos,  la Zanja Real.

El masculino, del que se desconocen características físicas, suele aparecer a mujeres jóvenes. Nadie conoce las intenciones del personaje; sin embargo, en el barrio ha dividido opiniones; pues algunos aseguran que era un hombre con problemas de salud mental, otros, que se trataba de un alma que penaba. 

Algunos consideraban que El encuerado aparecía solo por las mañanas; hasta que un día, una chica, decidida a salir temprano por las calles y sin temor, cargó en su bolso una pistola, para defenderse del misterioso y desconocido hombre, al encontrarse con este la chica hizo la señal de la cruz, lanzó un disparo al aire y desde entonces no se volvió  saber nada de él. 

Las mujeres volvieron a caminar por las mañanas en las calles del pueblo. 

Las bolas de fuego 

En Rincón de Garrido, otro espacio de la Sierra de Tepotzotlán, algunos coinciden con al  avistamiento de las brujas, que se presentaban en forma de bolas de fuego. Hace algunos ayeres, los vecinos contaban sobre las muertes de algunos infantes, a quienes estas misteriosas bolsas chupaban el alma de los pequeños. 

La gente acostumbraba a rodear de sal el lugar donde descansaban los infantes, poner las tijeras en forma de cruz debajo de la almohada o colocar una vasija con agua debajo de la cama.

Entre libros y lamentos

Al poco tiempo de haber sido instaurada la Biblioteca Pública Francisco Javier Clavijero, el personal que ahí laboraba y algunos usuarios reportaron que aparecía la figura de un fraile que vaga sin razón por el lugar, además de andar por el antiguo Atrio de los Olivos.

El fraile que ronda la biblioteca no tiene una hora fija para aparecerse, en plena hora del día anda laborando. Si la biblioteca se queda a oscuras al desaparecer la luz, aseguran que un frío enchina la piel y saben que no están solos. Aunque se desconoce la descripción del hombre, se sabe que sube las pequeñas escaleras a la entrada del lugar, para ir al sanitario hay quienes dicen haber visto al fraile; por lo que salen de ahí despavoridos lo más pronto posible; el hombre deambula algunas veces en silencio y otras con ligeros lamentos. 

En el Atrio de los Olivos, suele aparecer en los pasillos, dicen que le gusta andar por el lugar, recorre desde la entrada principal a la entrada a la parroquia de San Pedro Apóstol. Su presencia pudiera explicarse entre alguna de las lápidas, que permanecen en el piso del Atrio.

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La campana que repica 

De entre las misteriosas historias prevalece la del repicar de la campana de la parroquia de San Pedro apóstol. Los habitantes afirman que a altas horas de la noche o, algunas veces, por las madrugadas, se escucha el sonido de la torre de la iglesia. 

Algunos valientes decidieron investigar por iniciativa propia qué ocurría con el toque de esa campana; sin respuesta o claridad de su búsqueda, un grupo de fieles católicos enterraron el instrumento de llamado al recinto; sin embargo, hay gente que asegura aún escuchar el repique. 

El perro de piedra

En el Museo Nacional del Virreinato, en la huerta, existe la figura de un perro labrado en piedra. 

Los vecinos del sitio expresan que por las noches el animal cobra vida y se pasea por los rincones del museo, como vigilante del lugar. 

Se creía que el perro aparecía cuando algún ladrón buscaba saquear el valioso recinto bañado en oro, por lo que el vigía corría detrás del ladrón hasta que este regresar lo hurtado.  Otros decían que era el diablo, que había poseído al animal y estaba en búsqueda de almas malévolas, de ahí la persecución. 

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Búsqueda del tesoro

Cerca del antiguo molino de trigo, del lado de la Huerta del Museo Nacional del Virreinato, algunos jóvenes se atrevieron a descender las profundidades del lugar, interesados en conseguir un tesoro que, se dice, fue enterrado ahí. 

Los grupos de jóvenes que solían arriesgarse bajaban hacia el pantanoso espacio donde existían cuevas, muchos de ellos no retornaron a sus hogares, pues se extraviaban en La cueva de la leona y  la llamada Cueva del diablo.

Quienes no llegaban al centro de la cueva, pasaban cerca, aseguraban que aparecía un enorme felino, de ahí el nombre del lugar, quien buscaba atacarlos. Si lograban atravesar el lugar, el siguiente espacio de conquista sería la Cueva del diablo. 

Uno de los valientes aventureros narró que al llegar al lugar visualizó un gran brillo, algo que parecía ser oro o alguna impresionante fortuna; sin imaginar que eso sería la entrada al infierno; cuentan también que, otro de los acompañantes, al intentar atrapar el tesoro fue tocado con la espada del diablo y solo quedaron los restos óseos del chico. 

La leyenda narra que había una mujer entre ese grupo, quien al ver lo que sus compañeros atravesaron, se retiró del lugar y regresó a su casa; no obstante, su madre contaba que, al día siguiente de esa escapada, esta acudió por la mañana a despertar a su hija y en la cama solo encontró los restos de la aventurera mujer. Se dice que por ello, el diablo anda suelto, en búsqueda del alma de aquella joven. 

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Con información de Karina Cervantes, cronista de Tepotzotlán

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