Ya no escucha, ve muy poco, pero a pesar de sus 104 años, doña Ricarda Fuentes Guardián ha visto pasar 20 presidentes y a la primera presidenta de nuestro país; 26 gobernadores del Estado de México y a la primera mujer que gobierna la entidad, la Gran Depresión del 29.
También pasó por la Segunda Guerra Mundial, la Expropiación Petrolera, la creación de las instituciones mexicanas, el Movimiento del 68, unos Juegos Olímpicos y dos copas mundiales de futbol en México, la llegada del hombre a la luna, el terremoto del 85, la gran crisis económica del 94, la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), la creación del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) y una pandemia… y ella, aún conserva su recta postura, el rostro adusto y el amor de su familia.
Sumisión natural
Ricarda, conocida por sus vecinos como Doña Riqui, nunca ha salido de la comunidad de San Juan Xochiaca, municipio de Tenancingo. Dio vida a ocho hijos, ya enterró a dos de ellos. Vivió, como esposa, una vida sumisa de ama de casa del campo mexiquense, en la que se levantaba a las cinco de la mañana para comenzar a hacer la comida que llevaría más tarde a los jornaleros que atendían los terrenos de su esposo, donde él sembraba maguey para elaborar el pulque que a diario se comercializaba para sostener a su familia. Recorría con varios burros los poblados de la región para ofrecer la bebida, aunque el esposo de Riqui se acostumbró a consumirla a diario, lo que con los años derivó en su muerte, a temprana edad, hace aproximadamente 40 años.
El estado en que llegaba a casa, después de vender su veintena de botas de pulque lo llevó a comportamientos violentos con ella y sus hijos.
“Mi tío era una persona que dependía mucho del pulque. Aquí se producía mucho pulque y se tomaba mucho y ahora sí que las mujeres eran muy sufridas, porque eran muy sumisas”, explica Heriberto Rosas, sobrino de Doña Riqui, quien vivió la niñez y parte de su juventud muy cerca de la familia. Se convirtió en médico.
Ricarda vio evolucionar el feminismo
Doña Riqui, a diario y en su juventud, caminaba cuatro kilómetros para llevar en una canasta la comida para los trabajadores, al regresar traía con ella cargas de leña, que utilizaban para cocinar. Al llegar se hacían los quehaceres de la casa y daba de comer a los hijos cuando llegaban de la escuela, después continuaba las labores para generar recursos, en las que participaban ella y sus hijos, mientras el sol aún iluminaba el cielo. La descendencia dedicaba horas al negocio de papá, como inflar y secar las más de 20 botas de cuero donde transportaban el pulque. A las seis o siete de la tarde se iban a dormir, para levantarse temprano al día siguiente y seguir con la rutina. Todo se hacía con la disciplina y la mano de hierro que proporcionaba a Doña Riqui al hogar para que rindiera el día para cumplir todas las obligaciones, incluso las tareas escolares.
Entrevistar a Doña Riqui y que ella respondiera directo, fue algo difícil; no obstante, la información de la vida e historia de la mujer que ha visto transitar el feminismo, los cambios políticos, sociales, culturales de la entidad, el país y el mundo; fue proporcionada por sus hijos Guadalupe, José, Eufracia y su sobrino Heriberto. Ella, como la mayoría de las mujeres en este poblado ubicado a 15 minutos en automóvil de Malinalco, vivió para su marido, para sus hijos y para el trabajo, no había tiempo para más. Nunca encontró espacio para el ocio o la distracción porque no había recursos para otras acciones que no fuera el trabajo, al grado de tener vacas, pero nadie de la familia tomaba la leche que producían, porque el producto era en totalidad para la venta.
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Sobrevivió al cáncer de mama
Por si el duro estilo de vida fuera poco para ella, años después del fallecimiento de su marido tuvo que enfrentar al cáncer de mama, que le costó la extirpación de un seno. La trataron en un hospital de Tenancingo, donde después de realizarle diversos tratamientos le dijeron que ya no había nada que hacer.
“La desahuciaron hace unos 40 años, que es cuando yo más o menos empezaba a ejercer. Me acuerdo que mis primos dijeron que ya habían traído a mi tía, porque la trataron en el Hospital Militar de México, que ya no le podían hacer nada y ya se acabó todo lo que podían hacerle. Hicieron radiaciones, quimioterapias, pero les dijeron que ya mejor se la trajeran, porque en cualquier momento ella podía fallecer. Pero, oh sorpresa, les dije que todavía había una alternativa: llévenla a cancerología, el hospital de Cancerología en México, quizá ahí puedan hacer algo”, recuerda Heriberto, el sobrino.
Ahí trataron la enfermedad de la mujer, pero en el doloroso proceso de atención le retiraron un seno, mucho peso y el largo cabello que le caía hasta las rodillas. Le ganó la batalla a la enfermedad. En Cancerología le tomaron cariño a Doña Riqui y la atendían sin que tuviera que hacer citas, hasta que un día la dieron de alta con la condición de que estuviera monitoreando su salud todo el tiempo. A partir de entonces, su salud mejoró notablemente, tanto, que le ha alcanzado para rebasar el umbral del siglo de vida.
“La gente era muy sana anteriormente, yo todavía llegué a ejercer mis primeros años de haber terminado la carrera de medicina, entonces ella llevó una vida muy, ¿cómo le explico?, pues de mucha pobreza. Nosotros íbamos a trabajar al campo, de aquí como a tres kilómetros, como a cinco kilómetros cargando las cosas, llevando y trayendo. Yo me acuerdo, llevaba el almuerzo de los trabajadores y regresaba cargada de leña, que aquí se cocinaba con pura leña. Y ella, junto con mi mamá, traían su carga de leña. Era muy dura la vida, pero muy sana”, recuerda Heriberto para tratar de explicar las buenas condiciones que mantiene Doña Riqui, a pesar de su avanzada edad.
Promedios de vida
Encontrar a mujeres como Ricarda en el siglo XXI es difícil, toda vez que la esperanza de vida en 1930 para las mujeres era de 35 años, en 2022, según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), aumentó hasta los 75 años.
Según el Censo de Población y Vivienda de 2020, en México había 18 mil 295 personas de 100 años o más, de las cuales 11 mil 651 eran mujeres, un país donde habitan 129.7 millones de personas. En el Edomex Inegi contabilizó mil 458 habitantes en este rango de edad, de las que mil 34 eran mujeres .
Esa forma de querer
Doña Riqui lavaba a mano, cocinaba en estufa de leña, utilizaba el metate para remoler su recaudo. Estos conocimientos y el estilo de vida quiso heredarlo a las mujeres de su familia, pero sus hijas salieron de casa para hacer su vida, por lo que quien más le aprendió fue Ana Lilia Rosales, esposa de Román Rosas, hijo de Eufracia y nieto de doña Ricarda. Él vivió desde pequeño en casa de Ricarda y creció como uno de sus hijos, ya que sólo se llevaba dos años de diferencia con su tío más joven.
Con la rudeza y firmeza desarrollada por los años, a Ana Lilia la enseñó a hacer las labores del hogar como ella lo hizo durante años. La herencia del conocimiento obtenido fue la extraña manera de demostrar cariño. Doña Ricarda nunca fue de abrazos y besos, la disciplina que curtió su carácter áspero conformó el entorno familiar en un verdadero matriarcado, que permeó ya en casi un centenar de descendientes: sus ocho hijos, de los cuales le sobreviven seis, 22 nietos, 40 bisnietos y 26 tataranietos.
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MPH