La talabartería se enfrenta retos antes la modernidad, es una de las expresiones artesanales más representativas del Estado de México, en especial en municipios como: Amatepec, Toluca, Coacalco de Berriozábal, San Mateo Atenco, Mexicaltzingo, Tenango del Valle, Tejupilco, Sultepec y Villa del Carbón, según el Instituto de Investigación y Fomento de las Artesanías del Estado de México (IIFAEM).
La talabartería se ha utilizado para fabricar objetos como carteras, cinturones, sillas de montar, albardas y aparejos.
La disciplina se ha heredado por generaciones. Combina técnicas tradicionales con un profundo conocimiento del cuero, con ella se crean monturas, cinturones, carteras, fundas y otros artículos que forman parte de la identidad cultural de la región.
En Tenango del Valle, Pedro Vargas propone piezas, trabaja el cuero con la paciencia que solo otorgan los años. A sus 64, su destreza en la talabartería es innegable, pues asegura que el oficio requiere de técnica para poder realizarse.
“La talabartería no es nomás cortar cuero y coser. Esto tiene su chiste. Cada material es diferente, hay pieles más gruesas, más duras, y cada una se trabaja con distinta herramienta. A veces uno está horas nomás suavizando la piel, porque si queda muy tiesa, se rompe cuando la doblas. Y la costura ¡no se diga!, eso lo tienes que hacer con paciencia, porque un punto mal dado y la pieza se te viene abajo”, señaló.
Reconoció que, con los cambios tecnológicos y las novedades, la demanda de productos ha cambiado; pues, con la competencia de productos industriales, la venta de productos realizados con esta técnica ha cambiado y ello merma no solo en los ánimos de los artesanos, sino en los ingresos económicos. Lo que más le duele, dice, es que la gente no valore el esfuerzo detrás de cada pieza.
“La gente quiere que les hagas un cinturón a cien pesos, pero nomás la piel te sale en ochenta. ¡Ah!, pero te dicen que en el mercado los dan más baratos, y sí, pero son de puro cartón forrado con plástico. No entienden que esto es cuero de verdad, trabajado a mano, que dura años. Luego vienen los que regatean, yo les digo Si fuera su trabajo, ¿a poco les gustaría que les pagaran menos? Y ya no me dicen nada”, indicó.
Regateo
Lo que más preocupa al maestro no es solo el regateo, sino la falta de jóvenes interesados en aprender. Sus hijos han tomado otros caminos y los jóvenes prefieren migrar a buscar empleos en fábricas, donde el pago es seguro, según señala.
“Yo le he dicho a mis hijos que aprendan, aunque sea para que no se pierda, pero no quieren. Me dicen que es mucho trabajo y que casi no deja dinero. Y sí, es difícil, pero también tiene su recompensa. No hay mejor satisfacción que ver una montura bien hecha, un cinturón que se va a heredar, una cartera que va a durar años. Pero eso los jóvenes ya no lo ven, ellos quieren dinero rápido, no quieren batallar”, concluyó.
PAT
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