Texcaltitlán: Se apodera de Texcapilla el silencio y la inactividad; fuerzas federales resguardan la zona

La comunidad de Texcapilla en Texcaltitlán, despertó después del viernes en que sus pobladores mataron a 10 presuntos extorsionadores, en silencio, sin la presencia de gente en las calles, con los negocios cerrados y las casas como si estuvieran abandonadas.

La tensa calma y el silencio, solo lo irrumpen el andar de algunos carros a lo lejos, las platicas de los elementos que vigilan la zona, el ladrar de perros, el cacaraqueo de gallinas, el viento y el trinar de los pájaros.

El primer filtro de seguridad conformado por elementos federales y estatales está instalado en el acceso a la carretera local la Puerta-Sultepec, en Zinacantepec, después sobre la misma vialidad se pueden encontrar caravanas de patrullas que vigilan el camino.

Foto: Gerardo García

Texcaltitlán: Se apodera de Texcapilla el silencio y la inactividad

Antes de llegar a la cabecera del municipio, está la desviación para subir a Texcapilla, una calle prolongada que sube el cerro y donde las casas que están construidas permanecen con puertas y ventanas cerradas, sin rastro de gente.

El camino es silencioso, solitario y tras varias curvas y rectas, por fin se abre espacio al corazón de la comunidad que permanece a lo lejos con patrullas y personal militar y elementos estatales que están expectantes y en alerta.

«¿Hay algún vecino o gente? no, a nadie hemos visto, parece que todos se fueron después de los hechos que se suscitaron», responde uno de los uniformados.

La cancha de futbol donde se desarrolló la escena, está en pleno corazón de la comunidad y tiene acceso por dos calles que parten de la principal, una que va a la iglesia y a las puertas de la primaria, a espaldas del kínder y otra que pasa por el frente de casas y concluye en el campo a un costado del corral.

Foto: Gerardo García

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Ceniza y sangre

Los restos de la matanza quedan en el sitio con tres montones de ceniza y objetos de ropa y de los automóviles calcinados, también en dos espacios quedan manchas de sangre de donde cayó el cuerpo sin vida de Rigoberto de la Sancha Santillán alias El Payaso.

Las cintas amarillas rotas en la escena, permiten observar de cerca suelas de tenis calcinadas, ropas tácticas, un casco, pedazos de neumáticos, gorras, guantes de látex y hasta una sábana que quedaron entre las cenizas donde aún se percibe el olor a hule y carne quemada.

En los alrededores, los elementos estatales arriba o abajo de las unidades vigilan la zona que de momento está abandonada y sin actividades de un fin de semana normal.

El silencio lo irrumpen los pájaros, las pláticas de los uniformados y el andar de algunas gallinas en busca de comida, sin que sepan si las puertas de las escuelas, los trabajos y comercios, abrirán este lunes.

Foto: Gerardo García

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